«La Sevilla que quieren ocultar tiene potencial»

El sevillano Gregorio Verdugo debuta como novelista con ‘La danza de los espejos enfrentados’

31 jul 2017 / 23:29 h - Actualizado: 31 jul 2017 / 23:38 h.
"Libros"
  • El escritor sevillano Gregorio Verdugo. / El Correo
    El escritor sevillano Gregorio Verdugo. / El Correo

Afirma Gregorio Verdugo (Sevilla, 1957) que la vocación le viene de largo, aunque hasta ahora solo la había canalizado a través de un libro de cuentos y alguna antología. Hasta que llegó La danza de los espejos enfrentados. «Es mi primera novela y supuso un gran reto. Mi mayor ambición es tratar de escribir bien, como homenaje a la lengua que me permite expresarme», dice.

Lo primero que tenía claro era que Sevilla sería el escenario. «No me veo, por ahora, escribiendo en otro distinto, porque tiene un potencial enorme, sobre todo esa Sevilla que la oficial se empeña tanto en ocultar. Muchos autores han optado por crear escenarios literarios ficticios, aunque con cierta base real, Macondo y Mágina por ejemplo. Yo creo que con Sevilla no es necesario, sobre todo si escribes sobre Sevilla sin escribir de Sevilla», matiza.

El propósito de Verdugo era «hacer una historia que reflejara el mito de Penélope, el de hacer para deshacer después, y para eso necesitaba un ambiente cerrado, casi claustrofóbico, y qué mejor para ello que una bar del extrarradio a finales de los 80. Además necesitaba que la novela fuese coral, para que el mensaje no radicara en la voz de un solo personaje, sino en la de todos. Incluso el bar en sí tiene voz propia que se manifiesta a través de la realidad engañosa que implantan los espejos».

De la citada década, Verdugo recuerda que «por aquel entonces quienes vivían allí era como si viviesen en un pueblo, las comunicaciones ni los medios eran los mismos que hoy. Incluso decían ‘Voy a Sevilla’ cuando se dirigían al centro de la ciudad, como los de Triana. En otro punto y en otra época hubiera sido muy diferente, con una complejidad distinta, por ejemplo la marginalidad que todavía hoy se da en diferentes lugares del extrarradio no existía en ese ambiente que describo con la magnitud que ha alcanzado hoy», agrega.

En cuanto a los personajes que ha dibujado, dice que «casi todos tienen un denominador común que radica en su desesperación ante una realidad que no les gusta y una cierta tendencia hacia la autodestrucción como forma de afrontar dicha realidad; hacen cosas que luego rehacen y así sucesivamente sin llegar casi nunca a ningún sitio, ni a resolver de manera adecuada los problemas que se les plantean. Sólo hay dos que son diferentes y que simbolizan la evolución, en el caso del comisario, que es el único que acaba comprendiendo al barrio y su situación, y Eduardo, el dueño del bar, porque es un luchador nato que no se rinde ante la adversidad y que al final decide volver a intentarlo en otro lugar. Luego está la chica que es inmune a la ola de desolación que inunda el local, pero que la simplicidad la salva de sus efectos. Creo que era García Márquez el que dijo que el estado más parecido que conocía a la felicidad era la simplicidad, pues eso».