«La vida urbana late en la periferia»

El escritor sevillano Daniel Ruiz García regresa con el tríptico ‘Maleza’ (Tusquets), una reunión de novelas cortas en las que el escenario del extrarradio urbano es un personaje más

20 mar 2018 / 06:53 h - Actualizado: 20 mar 2018 / 06:53 h.
  • El escritor Daniel Ruiz García, en una imagen de archivo.
    El escritor Daniel Ruiz García, en una imagen de archivo.

Sevillano de 1976, Daniel Ruiz García siempre ha sentido atracción por la periferia. Él mismo procede de uno de esos barrios que tradicionalmente han sido excluidos de los circuitos culturales, y donde la vida a menudo es más dura que en el centro, pero quizá más de verdad. Y de hecho, sus primeras obras estaban inspiradas en esos escenarios urbanos y en los singulares personajes que suelen habitarlos. Ahora, el ganador del premio Tusquets 2016 con La gran ola regresa reuniendo dos de aquellas obras primerizas –Perrera y La mano, rebautizada Carnaza– y añadiendo una tercera, Maleza, que da título al volumen.

«Mis primeros libros tuvieron un recorrido escueto», recuerda el autor. «La primera, Perrera, la publicó una editorial de Cádiz dirigida por un matrimonio que, de hecho, se peleó después de que saliera a la luz el libro. Y La mano fue objeto de una edición no venal, casi testimonial. Siempre tuve la sensación de que podían haber dado más de sí, de modo que cuando me reuní con mi editorial les planteé escribir una tercera que fuera el broche, y que tuviera cierta coherencia estilística y temática. No pensé en una trilogía propiamente dicha, sino en un tríptico en torno al universo de Balseras, el barrio periférico que es el telón de fondo común a las tres. Me encerré dos meses y medio a escribir, y me salió Maleza».

Así, comenta el autor, Perrera «es una historia de pandillas, más concretamente de la pandilla de Lucio, cuya mascota, el perro Bruto, aparece muerta junto a un desagüe. Eso desencadena una serie de acontecimientos que llevan al límite a los personajes, en un torbellino de violencia y de sensualidad pervertida, como aquel título de Pío Baroja».

Carnaza, por su parte, «es sobre todo una historia de amor, en su versión más desquiciada o aberrante: un pobre diablo, comercial de electrodomésticos, absolutamente superado por sus circunstancias laborales y personales, decide llevarse una mano amputada de mujer a casa cuando se la encuentra en una de sus habituales sesiones nocturnas de running. Este hallazgo, este amor imposible, acabará llevándolo cuesta abajo hacia la irremisible perdición».

Por último, Maleza, la aportación inédita, «es la historia de una persona con deficiencias psíquicas, que trabaja en una urbanización de ricos, donde se enamora locamente de una niña, la niña Sonia. Este amor le sirve para transportarse y olvidar las miserias cotidianas que vive en su barrio, Balseras, y sobre todo la desgracia que rodea su vida doméstica. Es en realidad la historia de la búsqueda de un ascenso social, de huir de la maleza de unas circunstancias personales aciagas. Es lo que une a las tres historias, de ahí el título», añade.

Según Ruiz García, «el concepto de barrio y periferia está muy presente a lo largo de todo el libro», explica. «Después de unas jornadas en las que colaboró el CAL, Letras periféricas, dedicadas a la literatura y extrarradio, se me quedó esa idea de hasta qué punto marca la condición periférica, y me entraron muchas ganas de reivindicar ese aspecto. La oportunidad estaba aquí, podía explicar mi condición de escritor periférico, fuera de los grandes centros de poder editorial, y también de la propia ciudad de Sevilla. Me interesaba la periferia como elemento con valor literario per se y como escenario donde ocurren cosas que no pasan en otros lugares».

A Daniel Ruiz García le extraña que en las letras españolas se haya transitado tan poco por estos predios, con las honrosas excepciones de «Martín Santos, el Ferlosio de El Jarama, Aldecoa y pocos más», lamenta. «La literatura se centra en lo céntrico. A mí, en cambio, cada vez me interesa más la periferia como lugar de visita, es donde cada vez late más la vida de las ciudades. El centro se ha ido vaciando de significación, y ahora las Ramblas de Barcelona, la calle Larios de Málaga, la calle Tetuán en Sevilla o Preciados en Madrid se parecen... Esa significación de la que hablaba, esa esencia, está en la periferia. Me apetece reivindicarla y reivindicarme».

En este proceso, el escritor sevillano, consciente de que la literatura social «descuidó la forma en beneficio del fondo» se fue mirando en referentes como Hubert Selby Jr, Nelson Algren o el cubano Pedro Juan Gutiérrez, entre otros. «Hay una corriente de literatura potente que apela a lo social, que desmiente que lo social tenga menos valor literario».

Y aunque Sevilla no aparece explícitamente en ninguna de las nouvelles de Maleza, Daniel Ruiz García admite que se ha inspirado mucho en su extrarradio y que es un magnífico ejemplo de lo defendido más arriba. «Te vas al Polígono Norte y tiene una esencia que no tiene ningún centro», asevera. «La avidez inmobiliaria, la proliferación de centros comerciales, la tendencia a homogeneizar el paisaje, es realmente voraz. Pero aún quedan espacios que tienen su singularidad, y los encuentras casi siempre en la periferia. Lo externo, lo fronterizo, es donde se produce el conflicto, la fricción. Las grandes bolsas de inmigración también se asientan allí, mientras en las zonas centrales se asientan los grandes apellidos, los poderes», apunta.

En las piezas del escritor sevillano se respira la atmósfera de «los grandes bloques sociales, los descampados, el comercio autóctono, el bar que no es franquicia, los lugares que necesitan transporte público para acceder a determinados servicios... Y todo eso es común a todas las periferias. Mi pretensión, en el fondo, es que Balseras sea lo más universal posible. Las hermandades, desde luego, no salen en el relato», apostilla con humor.