Libros para la Navidad

Diez recomendaciones de primera para disfrutar estas vacaciones de buenas obras ilustradas para adultos, jóvenes y niños

24 dic 2016 / 07:00 h - Actualizado: 22 dic 2016 / 15:27 h.
"Libros"
  • Algunos de los libros recomendados esta Navidad.
    Algunos de los libros recomendados esta Navidad.

Dautremer y viceversa tiene dos portadas. En una de ellas se ve a una elegante y lánguida jovencita con sombrero y un gallo que pasea bucólica por el campo, A un lado, en letra pequeñita, dice: Que quede claro: hay dos tipos de personas. Las que siempre están como ausentes, vuelan a cien mil pies de altitud y se limitan a soltar respuestas evasivas. Y los realistas. Es obvio que Rébecca Dautremer pertenece a este grupo. Si se le da la vuelta al libro, hay otra portada similar pero en ella la joven está siendo atacada por un ventarrón tremendo, el gallo revolotea alarmado, el bolso hace lo mismo, el campo también y la pequeña inscripción dice: Que quede claro: hay dos tipos de personas. Las que viven ancladas a la realidad, notan la fuerza de la gravedad en cada paso que dan y solo juran por lo tangible. Y los soñadores. Es obvio que Rébecca Dautremer pertenece a este grupo.

Entre una portada y otra de este volumen enorme, capicúa y revoltoso publicado por Edelvives aparecen caballos con patines, gorriones motorizados, superhéroes sin máscaras, desfiles de colores, funámbulos, peces de campo, un inglés con bigote, unas botas de siete leguas, reinas con cuernos... Se trata del que probablemente sea el mejor libro ilustrado de entre todos los que pueblan las mesas de novedades de este mes de diciembre. Un prodigio visual que recoge una selección de los trabajos hechos por la ilustradora francesa, para muchos la mejor de su gremio. Un repaso a sus libros, bocetos, proyectos para periódicos, trajes, escaparates, estudios gráficos, intentos de matar el tiempo, dibujos de antes de ir a dormir, recuerdos de un verano en Escocia, cubiertas, carteles, puzles, tarjetas... Si alguien tiene un altar en su casa y no sabe qué ponerle en lo alto, esta puede ser una buena opción.

Pero más convendría disponer de una catedral, aunque sea pequeñita, para disponer en sus capillas todos los objetos de culto que las editoriales españolas han lanzado con vistas a la Navidad. Otro que se merece un lugar de honor frente al coro y el órgano es Harry Potter y la cámara secreta, de la editorial Salamandra. Un encantamiento hecho libro. Jim Kay, su autor y el de la primera entrega de la serie –pecado quien no lo haya visto aún– y las que quedan por salir, fue muy inteligente: como supo que era inútil enfrentarse a la iconografía, las fisonomías y la estética extendidas por la serie de películas de cine, lo que ha hecho ha sido inspirarse en ellas pero ir más allá, desarrollándolas, aprovechando las posibilidades que el medio impreso proporciona y reinventando y enriqueciendo esa idea matriz. Es, en sí mismo, otra especie de película. El Callejón Diagón, el sauce boxeador, Hogwarts, Dobby, las criaturas mágicas y hasta los apuntes científicos sobre la mandrágora se exhiben con tal amor por la ilustración que no es de extrañar que Kay, quien por cierto ilustró hace cuatro años Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness, haya recibido ya algún premio por semejante derroche.

En el retablo editorial de este invierno sobresale también un título que lleva con él, aparte de su calidad propia, la genética de una estirpe gloriosa: Las XII pruebas de Astérix (Salvat), de René Goscinny y Albert Uderzo. Una reelaboración espectacular basada en el guion de Goscinny para la película homónima que no es un tebeo, sino un álbum ilustrado con otro estilo diferente al de los restantes cómics de la serie: menos dibujos, pero más grandes y vistosos. Tomarse el cafelito y el mantecado mientras se parte uno de risa con las peripecias de los dos héroes galos, enfrentados a la burocracia en La Casa que Vuelve Loco e intentando que les entreguen la autorización A38, es uno de los mejores ratos que el consumo de buenos tebeos puede proporcionar a sus devotos.

Para los niños, Poemas de la Oca Loca, de Gloria Fuertes (Kalandraka), con ilustraciones de Miguel Ángel Pacheco. Un acercamiento curioso a la autora sin complejos ni reparos que supo meterse en el bolsillo de la poesía a todos los niños de otro modo pánfilos de finales de la dictadura. Estos versos explican, con el desenfado socarrón de la madrileña de Lavapiés, cómo se dibuja una señora, un señor, un niño, un gato, un pollito, una ballena, un castillo, un esquimal, una tormenta, un loro, una jirafa, un paisaje... «Su madre era costurera y su padre portero», explica en el libro Antonio Rubio, uno de los responsables de la selección de los textos. «Ella fue una niña pobre y soñadora. Se inventaba amigas que no tenía, y muy pronto se puso también a inventar versos que sí tenía, a cientos. Creaba imágenes sorprendentes, sonoridades saltarinas. Ritmos de vértigo. Y le brotaban las palabras con entrañable música de organillo. Gran parte de su obra se la quiso regalar a los niños». Cuando escriben algo así de un autor, lo único recomendable que cabe es leer todo cuanto haya escrito.

También para el segmento menudo de la población, e igualmente de la editorial Kalandraka, es el divertidísimo Míster Magnolia de Quentin Blake. Bonito, brillante, colorido a más no poder, imaginativo, gracioso, alocado, juguetón, lleno de detallitos simpáticos. Parece recién pintado, de lo bien que brilla. En realidad, es una forma de enseñar a contar: una bota, dos primas flautistas, tres batracios que bailan la jota... Tiene ritmo de cancioncilla. Para contar a los pequeños, para leer con ellos y para reír con los dibujos. Igual que se debe hacer con lo último del autor e ilustrador Iban Barrenetxea: Benicio y el prodigioso náufrago, publicado por el sello A buen paso. De Barrenetxea es altamente recomendable tenerlo todo, porque el hombre es un experto en contagiar el inmenso placer que le causa dedicarse a esto. El tal poderoso náufrago es un señor finolis con cuernos y rabo, de lo cual se deduce parte de su personalidad. Por contra, el pobre Benicio es un tirado de la vida, pescador congénito y pobre a nativitate que, por no disponer de caña, pesca con un palo de escoba del que cuelga un cordón de zapato y un clavo retorcido a modo de anzuelo. Aun así, logra una captura muy gorda. Tan gorda que tiene la posibilidad de pedir tres deseos. Ni uno más, ni uno menos. E ahí el busilis del asunto y la gracia de una obra llena de ironía y de humanidad.

Dibujos pretendidamente más toscos y nacidos de las entrañas son los de Patricia Metola para el texto juvenil de Mónica Rodríguez titulado Piara, de la editorial Narval. Un libro lleno de sensaciones, de olores, de tactos, de luces y sombras, de sonidos. Ultrasensorial, apegado a la tierra, a los elementos, este libro retrata y eleva a la Gloria otra forma de vida tal vez más rudimentaria que la actual, pero también más auténtica y profunda; una existencia basada en el uso de esos sentidos, en el contacto, en la experiencia, en la sorpresa y el hallazgo que aguardan a la vuelta de la primera esquina o del primer arbusto, en el disfrute y paladeo de las distintas horas del día. En lo que nos rodea y nos envuelve, en aquello a lo que pertenecemos y que nos explica. Los animales, la gente, la familia, los niños, la vida y la muerte, la amistad real, los tránsitos naturales de la vida. Piara deja una huella importante y necesaria en chiquillos que se lanzan ya a leer, sin miedo a la extensión de los párrafos.

Nórdica Libros, que este invierno ha sacado una cosecha sencillamente deliciosa, destaca también en las librerías con uno de los indispensables de la temporada: La selección natural, de Charles Darwin, con ilustraciones de Ester García. No hay sorpresas: es el viaje del Beagle y su paseo atónito por la fauna más relevante en los estudios del científico desde su partida del puerto de Plymouth: las conchas marinas de Salvador de Bahía, las luciérnagas y colibríes de Río de Janeiro, el tucutuco de Montevideo, el cóndor y las llamas salvajes de la Patagonia, las tortugas gigantes de las Islas Galápagos, el ornitorrinco de Sidney... Con una tipografía preciosa y grande y unas ilustraciones elegantes que sueñan con ser dibujos de cuaderno de campo, pero refinados y sofisticados por la imaginación y la fantasía.

Los editores de Impedimenta se lo han pasado en grande publicando en español La comedia literaria (de Roldán a Boris Vian) de Catherine Meurisse. Un cómic entre gamberro y enciclopédico sobre los escritores franceses que, para que se haga una idea el lector, lleva como portada una versión libre de la carátula del disco de The Beatles de Abbey Road, solo que en vez de ser George, Paul, Ringo y John quienes cruzan por el paso de cebra, son Voltaire, Proust, Flaubert y Moliére. Inteligente, humorístico, instructivo, esclarecedor, ácido y delirante como conviene a todo fenómeno literario. Una obra concebida, como subraya la editorial, tanto para quienes aman la literatura francesa y se saben la fecha exacta del nacimiento de Rabelais como para quienes no conocen otra modalidad de la palabra romance que el día de San Valentín.

También para adultos, Astiberri ofrece Stuck Rubber Baby (mundos diferentes), un cómic extraordinario o, por mejor decir, un libro político, como lo define en el prólogo el dramaturgo Tony Kushner. Su autor, Howard Cruse, le echa talento e imaginación a su condición de autor referente del cómic gay y lésbico, aunque este libro está lejos de ser una mera reivindicación, por legítimo que ello sea en su caso. Stuck Rubber Baby, un juego de conceptos intraducible, es sobre todo el bodegón humano y social de una época turbulenta, los años sesenta en el sur de EEUU, con Kennedy de presidente y la lucha por los derechos civiles en su máximo apogeo de pasión y dolor. Una especie de autobiografía fantaseada en la que Cruse, natural de Alabama y reelaborado en el personaje de Toland Polk, muestra, a través de su vivencia personal y de una condición que se empeña en negar bajo la aplastante losa de una educación rebosante de prejuicios y dogmas, esa América del racismo, la intolerancia, la segregación y la sed siempre insatisfecha de solidaridad.