Los grandes festivales de verano preparan ya sus carteles

Seguramente vamos a tener un verano muy flamenco, porque algunos carteles, casi cerrados, así lo demuestran

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
02 feb 2018 / 12:55 h - Actualizado: 02 feb 2018 / 12:56 h.
"Flamenco"
  • Actuación de Matilde Coral durante el homenaje a las Niñas de Utrera en el Potaje Gitano de Utrera. / El Correo
    Actuación de Matilde Coral durante el homenaje a las Niñas de Utrera en el Potaje Gitano de Utrera. / El Correo

He sondeado un poco qué festivales vamos a tener este verano en los pueblos andaluces y la buena noticia es que se mantienen, que los importantes y los de más solera siguen en la brecha. Con problemas, eso sí, pero están ahí cada verano para quienes aún no nos hemos cansado de estos eventos jondos del estío andaluz que nacieron en 1957, en concreto en Utrera, con la creación del Potaje Gitano, aunque en realidad los gitanos de la Hermandad no quisieron crear un festival, sino organizar una cena para celebrar su éxito procesional. Y así fue como nació el célebre Potaje.

Naturalmente, lo de los festivales en los pueblos, en verano, era algo que existía desde hacía décadas, cuando algunos artistas llevaban sus compañías a los cines de verano, artistas del cante como la Niña de la Puebla, Juanito Valderrama o el Niño de Marchena. En los carteles de aquellos festivales solían estar Manuel Vallejo, el Niño de la Huerta, El Carbonerillo, Pepe Pinto o la Niña de los Peines, con lo que ya se pueden imaginar la que se formaba en esos pueblos cada verano, donde en ocasiones recibían a los artistas con bandas de música, como a la Niña de los Peines o la de la Puebla.

Los clásicos festivales flamencos de verano, como pueden ser los de Mairena del Alcor, La Puebla de Cazalla o Morón de la Frontera, siguen aún la línea de sus comienzos, con carteles de cierta coherencia. Otros han cambiado bastante y no necesariamente para bien. La Caracolá de Lebrija, por ejemplo, cambió su formato y no se celebra ya al aire libre, sino en el Teatro Municipal Juan Bernabé. Es cierto que como se hace en varios días, algunos espectáculos sí son al aire libre, pero no la gran noche.

Estos festivales nacieron un poco como respuesta a una etapa que se había desmadrado por completo, la que continuó a la de la ópera flamenca, en los años cincuenta. El afán por mantener una compañía llevó a algunos artistas a hacer carteles poco presentables en muchos casos. En una ocasión, Valderrama me comentó que creó una compañía con artistas gitanos de esos puros que no entraban en los circuitos comerciales, y que los aficionados no iban a los teatros o cines de verano. Por eso recurría a veces a artistas que lo mismo cantaban flamenco que canción española, o que contaban un chiste.

Una de las cosas positivas de los festivales creados a finales de los cincuenta, es que poco a poco iban contando con intérpretes nada comerciales que solo cantaban en fiestas, esos a los que Mairena llamaba caseros. Cantaores como Juan Talega, Perrate de Utrera o Joselero, o guitarristas como Diego del Gastor, encontraron en estos eventos veraniegos una excelente plataforma de lanzamiento, así como un medio de ganar dinero, el suficiente para no malvivir. Y otros, jóvenes como Lebrijano, Menese o Diego Clavel, la oportunidad de darse a conocer y de grabar discos.

La muerte de artistas importantes, desde Antonio Mairena hasta la fecha, con la marcha de voces como las de Terremoto de Jerez, Camarón, Miguel Vargas o Lebrijano, bajó bastante el nivel de calidad de los festivales andaluces de verano. Es imposible superar la calidad de los carteles que hacían en los años sesenta, setenta y ochenta, y eso ha influido en la decadencia de estos festivales y en que no vayan tantos aficionados como entonces. Sin embargo, en los últimos años han surgido nuevas voces que gustan a los aficionados, sobre todo a los jóvenes, y los festivales parece que renacen. Seguramente vamos a tener un verano muy flamenco, porque algunos carteles, casi cerrados, así lo demuestran