Música para pinceles y óleo en los Venerables

El padre Ayarra ofrece desde hoy cuatro conciertos de órgano dentro de los actos del cuarto centenario de Murillo

03 mar 2017 / 19:04 h - Actualizado: 03 mar 2017 / 20:16 h.
"Conciertos"
  • El padre José Enrique Ayarra, organista titular de los Venerables y la Catedral, ayer en su ensayo. / Jesús Barrera
    El padre José Enrique Ayarra, organista titular de los Venerables y la Catedral, ayer en su ensayo. / Jesús Barrera

Murillo también es música. La música que oía en los templos de la ciudad, de la que apenas salió; la que interpretaban sus amigos o conocidos maestros organistas; la que quizá inspiraba sus cuadros prodigiosos; la que surgió del mismo Barroco que movió los pinceles y las gubias de una Sevilla en sus horas más intensas. Así, el padre José Enrique Ayarra va a dedicar ahora cuatro conciertos de órgano –el primero de ellos, hoy mismo– para completar la celebración del año de Murillo por parte de la Fundación Focus Abengoa en los Venerables y expresar con música lo que ni los pinceles, ni las gubias ni las palabras cuentan.

En una pausa en sus ensayos para un programa eminentemente barroco, el organista de los Venerables, que también lo es de la Catedral, justifica el homenaje en el especial vínculo que Murillo tuvo con esa iglesia. Donde, por cierto, «no conoció órgano aquí porque en esta capilla nunca lo hubo», prosigue. A quien sí que pudo conocer fue «al organista más importante que ha dado España en los siglos XVII y XVIII, que es Correa de Arauxo. Que presumiblemente fue amigo de Murillo», según infiere Ayarra de ciertas curiosidades que descubrió precisamente él cuando investigaba la obra del citado músico. Calcula Ayarra que el pintor pudo encontrar en los órganos sevillanos inspiración abundante para sus óleos. «Mientras creaba cuadros como la Inmaculada de la Catedral, como el Ángel de la Guarda y la visión de San Antonio de Padua, seguramente oyó a los organistas y las mismas obras que yo voy a tocar en este concierto».

No irá solo el barroco español en el programa: también el de las restantes escuelas europeas, empezando por la escuela alemana con Juan Sebastián Bach «y su ídolo predecesor, Buxtehude». Pero no solamente de barroco vive este homenaje: «Manuel Castillo, el más grande compositor que dio la segunda mitad del siglo XX en Sevilla, describió la obra Cuatro cuadros de Murillo. Incluirla en el programa será la excepción a un contenido por completo barroco».

Para ello dispone de un órgano sin igual en Sevilla: el de los Venerables, construido por el alemán Grenzing siguiendo las instrucciones del propio padre Ayarra. El resultado fue que «para una capilla de 230 personas montó un órgano con 56 juegos, es decir, más de tres mil tubos, que no ensordecen en absoluto aunque se toquen con la mayor potencia». Es un órgano que permite tocar toda clase de repertorio, donde han tocado sin queja ni limitación «los 70 mejores organistas del mundo» y al que «no le falta nada». Incluyendo «una acústica óptima». Para que el órgano se oiga bien, es preciso que el recinto donde esté tenga una reverberación de entre uno y dos segundos. Si no tiene uno, resulta seco y frío el órgano; entre uno y dos, resulta cálido. Y precisamente esta capilla tiene 1,7. Las catedrales tienen más. La nuestra alcanza el 4 o 5. Y por eso hay que tener mucho cuidado: hay que tocar mucho más lento para que los sonidos no se pisen».

Se parecen en poco ambos órganos. «El de la Catedral es absolutamente romántico. El órgano barroco no pretende imitar a nadie, mientras que el romántico quiere parecer una orquesta. Es una época en la que el compositor quiere comunicar, abrirse. Necesita que el instrumento sea expresivo, y el órgano barroco no lo es. El barroco tiene otro tipo de expresión. Usted toca una obra romántica en un órgano barroco español y está duro, no es lo suyo. Toca eso en el órgano de la Catedral y es una maravilla. Porque es romántico. El órgano romántico pretende imitar a la orquesta, y lo que hace es que muchos tubos estén encerrados en una caja, en un mueble. En la Catedral están encerrados en un vagón de tren de la Renfe, de mercancías. Y hay mil y pico de tubos dentro, y así, aunque reciben siempre la misma presión, se puede hacer que suenen menos o más, y esa es la expresividad, abriendo o cerrando compuertas con un pedal. El vagón está en el tercer piso del lado del órgano que está más cerca del altar de plata. Un vagón de mercancías. Le faltan las ruedas, nada más. Y aunque el de los Venerables es barroco, ya le digo que lo tiene todo y también tiene esto. Aquí no es un vagón de la Renfe, pero sí una caja grande».