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El escritor gaditano Antonio Serrano Cueto. / Juan A. González Romano
Bicicletas junto al Sena y pájaros extraordinarios, largas barras de pan, gárgolas que se bajan de su cornisa... Son algunos de los motivos que aparecen en París en corto, el nuevo libro de Antonio Serrano Cueto (Cádiz, 1965) que aúna lo fantástico y lo cotidiano con la capital francesa como telón de fondo.
«En primavera del año 2012 me fui a La Sorbona con una beca de investigación del Ministerio», recuerda. «Trabajaba por la mañana y por las tardes, como estaba solo, me dedicaba a recorrerme la ciudad con la cámara de fotos y una libreta. Ahí surgió el embrión de muchos de estos cuentos, pero no fue hasta que regresé a España que me di cuenta de que tenía un libro».
Según el autor, su idea inicial no era hacer un libro sobre París, «pero cuando vi todo el material que tenía, y como había leído mucho sobre la ciudad, pensé que podría atreverme». Entre estas lecturas evoca especialmente las andanzas de Jean-Paul Clébert, «un mendigo que nos muestra la ciudad a través de los ojos del clochard», reunidas bajo el título París insólito. «Mi libro tiene distintos tonos. Hay mucho de inquietante, y de fantástico, que son géneros que me atraen. Pero en todos los lugares que aparecen he estado realmente. Incluso cuando se habla de un paseo elevado que pocos turistas conocen, o de la ópera, me remito a mi experiencia».
Por otro lado, antes de lanzarse a publicar París en corto se lo pensó. «Me planteé que París es, con Nueva York, probablemente la ciudad más escrita y filmada. Pero lo que hay en este libro es mi visión de París, y quizá la aportación que hago es que no se ha abordado hasta ahora desde la perspectiva del microrrelato. Ese París microscópico, hecho de pinceladas, es lo más peculiar del libro, junto al hecho de que las historias sean a veces producto de dos, tres horas viendo pasar a la gente».
«París es la visión que cada cual se lleva de la ciudad», asevera este profesor de Filología Latina de la Universidad de Cádiz. «No se agota, y ya tengo ganas de volver para una larga estancia. Eso sí, no sé hasta qué punto un parisino reconocería la ciudad donde vive. No es una guía, salvo que se lea como una guía de ficción».