Asistir a una película hecha por gente que se toma el cine tan en serio y con tanto respeto da por buenas todas las horas perdidas en las salas comerciales detrás de promesas que luego fueron bodrios. Blade Runner 2049 va a pasar a la historia del gran cine por muchas y muy legítimas razones, más allá de por ser la atinada, arriesgada y sobresaliente secuela de un mito. Prodigiosa en su técnica y en su originalidad –pese a no poder desviarse mucho de los cánones impuestos en la de 1982–, la película de Villeneuve (probablemente, la mejor batuta joven de la gran industria norteamericana, en edad de procrear y que por una incomprensible razón no tiene ya un Oscar por La llegada) va también mucho más allá en el guion, en el mensaje. Los dilemas sobre la naturaleza, posesión y extensión del alma y la conciencia de la tremenda soledad (humana o no) desbordan todos los apuntes que dejara en su día Ridley Scott en la obra precedente y que ahora ayuda a desarrollar como productor ejecutivo.
Quienes se aburrieron con aquella película de hace 35 años, seguirán aburriéndose ahora con esta otra joya llamada a consagrarse como uno de los grandes títulos de la temporada y en la que deslumbran también la fotografía magistral de Roger Deakins (Fargo, No es lugar para viejos) y unos decorados que dejan sin aliento y que llevan la firma del también canadiense –como el director– Dennis Gassner (ganador de un Oscar por Bugsy). Los fetichistas no echarán de menos a Vangelis ni guiños constantes al guion de la primera Blade Runner, que se recomienda volver a ver antes que esta para tener frescos los detalles y disfrutar aún más de un espectáculo conmovedor en el más bello y maduro sentido de esta palabra tan devaluada.
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**** Blade Runner 2049
Ciencia ficción. EEUU, 2017. 163 minutos.. Director: Denis Villeneuve. Intérpretes: Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Jared Leto, Sylvia Hoeks, Robin Wright. Música: Hans Zimmer, Benjamin Wallfisch. Fotografía: Roger Deakins.