Danza

Sharon Eyal entre la melancolía y la compulsión

El público del Teatro Central despidió a los bailarines con una emotiva ovación al término de Love Chapter, la nueva propuesta de Sharon Eyal

17 feb 2019 / 11:51 h - Actualizado: 17 feb 2019 / 11:54 h.
"Danza"
  • Sharon Eyal entre la melancolía y la compulsión

Obra: Love Chapter 2

Lugar: Teatro Central, 15 de febrero

Compañía: L-E-V

Coreografía: Sahron Eyal

Música: Ori Lichtik, Gai Behar

Bailarines: Gon Biran, Rebecca Hytting, Mariko Kakizaki, Darren Devaney, Karen Lurie Pardes,. Clyde Emmanuel Archer

Calificación: ****

Tres y bailarines y tres bailarinas aparecen en el escenario, casi en penumbras, con una postura fija, vestidos con maillots grises que se funden con sus cuerpos y unos calcetines negros. Poco a poco comienzan a retorcer lentamente sus cuerpos. Es el principio de esta nueva propuesta de la coreógrafa Sahron Eyal, segunda parte de su anterior espectáculo, 'OCD Love', que giraba en torno al trastorno obsesivo compulsivo.

En esta ocasión la danza gira en torno al sentimiento de la melancolía, aunque también se deja llevar por la compulsión. La coreografía se propone trabajar el movimiento corporal desde el más mínimo gesto, no sólo facial sino de cualquier parte del cuerpo. Poco a poco los bailarines deambulan por el escenario sin parar retorciendo sus cuerpos con movimientos espasmódicos, aunque contenidos y sin perder del todo la verticalidad, con una suerte de danza secuencial que, aunque virtuosa, abusa un tanto de la reiteración y reproduce una atmósfera un tanto fría.

Aunque los bailarines y bailarinas permanecen todos en escena y bailan al compás del ritmo que les marca la música interpretada porOri Lichtik en directo, cada uno trabaja su propio baile y no llega a interaccionar con los demás hasta el final, cuando la melancolía da paso a una cierta rebeldía y la rabia y la soberbia se escapan por los intersticios de la danza. Hasta entonces los intérpretes, que no han dejado de retorcerse y caminar por el escenario sin parar, se permiten mirar de frente al espectador y desafiarlo sonriendo con gesto prepotente o besando el aire para, acto seguido, seguir con su incesante deambular por el escenario hasta que el telón los aleja de la mirada del público, que no dudó en dedicarles una rotunda ovación, con palmas por sevillanas incluidas.