La Gazapera

Terremoto flamenco en América

María Terremoto, la hija de Fernando Terremoto y nieta del mítico Terremoto de Jerez acaba de regresar de los Estados Unidos, donde ha debutado como cantaora con un éxito indiscutible

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
15 mar 2019 / 10:33 h - Actualizado: 15 mar 2019 / 10:37 h.
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  • María Terremoto en Nueva York. EFE/Kena Betancur
    María Terremoto en Nueva York. EFE/Kena Betancur

Ahora que tanto se apoya a las cantaoras comerciales que no cantan lo jondo y que están todos los días en los medios de comunicación, sería el momento de prestarles más atención a intérpretes como María Terremoto, la hija de Fernando Terremoto y nieta, por tanto, del mítico Terremoto de Jerez, aquel gitano de Santiago que parecía que se había tragado a Juan Mojama. Su nieta, María, acaba de regresar de los Estados Unidos, donde ha debutado como cantaora con un éxito indiscutible en Miami, Nueva York, Chicago y WashingtonDC.

Ha agotado las entradas en todos los conciertos y se ha venido para Jerez convencida de que quiere ser artista, si no lo estaba ya, que creo que sí porque proviene de una familia muy flamenca y no está haciendo sino continuar con la tradición familiar, como hizo su padre, muerto muy joven cuando había logrado convertirse en una figura importante del cante jerezano.

Ha pasado toda la vida: las cantaoras puras se morían de hambre en la Alameda de Hércules, y no si se morían lo pasaron muy mal. La Serrana, por ejemplo, que era hija de Paco la Luz. La Moreno, de la familia de El Negro de Rota. Luisa la Pompi, una de las hermanas de El Niño Gloria, aquel saetero descomunal. Eran jerezanas también y llegaron a Sevilla, algunas en el siglo XIX, como fue el caso de La Serrana. Jerez fue siempre una tierra que exportó buen flamenco a Sevilla.

Estas artistas se buscaban la vida en los cafés, los tabancos y las casas de Sevilla de los señoritos. Hoy están totalmente olvidadas en Sevilla y hasta en Jerez, y María Terremoto lo sabrá. Pero también sabrá que son otros tiempos y que por muy mal que le pudieran ir las cosas, está segura de que va a vivir siempre del arte flamenco. Lo saben ya también en América, donde empiezan a conocer su arte y a sentir el compás de esa tierra, Jerez, donde no se acaba nunca.

Con María no hay duda de que es flamenco lo que hace. Del bueno, además, sin ojana ni plástico. No solo porque venga de una familia flamenca, sino porque ella tiene mentalidad de cantaora, y quiere serlo. Que una cosa es cantar palos del cante, más o menos medidos y ajustados al compás, y otra ser cantaora. María es una cantaora con una calidad ya contrastada, pero seguro que lo va a ser mejor todavía cuando tenga diez años más, porque es todavía una adolescente.

No sabemos si acabará deslumbrada por el brillo del oro, como tantas otras, aunque creo que no porque tiene el orgullo de ser una Terremoto como su abuelo, su padre o su tía Mariquilla, aquella María Soleá que tanto venía a Sevilla para deleitarnos con su estampa tan gitana y un metal calé que enamoraba, el sonido flamenco tan característico de esa casa cantaora del Barrio de Santiago.

Hoy que cualquiera se llama cantaora, sin serlo, alcanza una gran importancia que esta bella artista quiera seguir una línea clásica del cante. Con esa línea ha enamorado en las cuatro ciudades citadas a las que ha ido a cantar por derecho. Ya en su tierra, prepara un intenso verano de festivales.