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El Sevilla saca petróleo (1-0)

Mal derbi en Nervión, donde decidió un gol de Mercado y una mala decisión del linier, que invalidó un gol legal de Álex Alegría que hubiera sido el empate

20 sep 2016 / 22:57 h - Actualizado: 22 sep 2016 / 18:40 h.
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  • Los jugadores del Sevilla celebran el tanto de Mercado ante la desolación de Petros. / Manuel Gómez
    Los jugadores del Sevilla celebran el tanto de Mercado ante la desolación de Petros. / Manuel Gómez

No pasará a la historia este Sevilla-Betis por su fútbol brillante ni por el nivel exhibido por parte de ambos equipos. Fue un partido feo, trabado y repleto de imprecisiones que al final se decidió por dos jugadas separadas por dos minutos. La primera, el gol de Mercado para el Sevilla. La segunda, el gol de Álex Alegría para el Betis, que no subió al marcador porque el linier entendió que Rubén Castro, asistente del cacereño, estaba en fuera de juego. No era así, como demostró la televisión –que también sugiere, con dudas, que el extremeño inicia la jugada en posición ilegal–, lo cual dará que hablar en una semana en la que el Betis se lamentará por no rascar ese punto escamoteado y el Sevilla respirará aliviado –aunque reclamó como penalti un agarrón claro de Pezzella a Iborra y una agresión de Petros a Mercado en el rostro– tras un partido gris en el que fue superior a los puntos al Betis. Estuvo a punto de no ganar y no hubiera sido injusto pese a ofrecer más que el rival.

La primera jugada ya fue una declaración de intenciones por parte del Betis: Petros se lanzó al suelo ante Iborra y lo derribó. Amarilla al primer minuto. Supo convivir el brasileño con esa losa durante el resto del encuentro, aunque en algún momento se metió en charcos innecesarios. El Sevilla ya sabía que le esperaba un derbi difícil, parecido en intensidad bética al de la liga pasada en el Villamarín. El trivote de Poyet –Brasanac, Felipe Gutiérrez y Petros– funcionaba a la perfección pese a las tarjetas –al descanso Piccini y Pezzella también se fueron amonestados–. El Sevilla, más reservón que en otras ocasiones, caía en la tela de araña del Betis y en la fuerte presión verdiblanca. Llegó más al área que el rival, pero los de Sampaoli sólo inquietaron de verdad en la primera parte en una buena acción de Vietto ante Bruno, al que le robó la cartera para internarse en el área. Allí se durmió y llegó el propio Bruno para incomodarle y Petros para taponar su disparo ante Adán. Ocasión perdida, pues el resto fueron disparos más o menos peligrosos de Franco Vázquez y el propio Vietto que no llegaron a nada.

Sergio Rico también era un espectador más. La presión bética hacía que algunas veces Joaquín encarara a Escudero con relativos espacios, pero el lateral sevillista metió el pie acertadamente en la más difícil, con el gaditano driblando dentro del área. Poco a poco el Sevilla se fue descentrando y cayendo en la dureza del rival. Nasri, que había visto un amarilla inmerecida, fue el ejemplo, con un pisitón a Felipe Gutiérrez que le pudo costar la expulsión. Poco antes Bruno, nervioso, le había dado con la bota en la cara a Vietto, jugándose también la roja. Era un partido feo y, por tanto, menos propicio para el Sevilla. Si Vitolo y Nasri se volcaban demasiado al centro para ayudar a N’Zonzi y Franco Vázquez corrían el riesgo de dejar vía libre a las intenciones de Joaquín y Rubén Castro por las alas.

Empezó la segunda parte completamente alocada. El Sevilla arrancó fuerte, con movimientos constantes y generando peligro como apenas lo había hecho antes. Hasta que una falta centrada y lejana la sirvió templadita Nasri al punto de penalti, donde Mercado le ganó la partida a Bruno para rozar el esférico y dejar a Adán sin tiempo de reacción. Gol cuando nadie lo esperaba. Los siguientes minutos fueron tremendos. El Sevilla apretó, espoleado por el gol, pero dejó espacios atrás y el Betis dio un paso adelante. Dos minutos después del 1-0 Joaquín, de cuchara, se la puso a Rubén para que éste asistiera de primera a Álex Alegría. Antes de celebrar la igualada, el banderín del asistente anulaba la acción. La televisión no dejaba dudas: el canario había partido en posición correcta de forma clara y el gol debió valer.

Poyet no perdió tiempo y abandonó su planteamiento acertado –a medias, pues no creaba peligro– para introducir a Dani Ceballos y romper el trivote. Lógico, pero apenas dio resultados. El Betis incrementó su porcentaje de posesión, mientras Sampaoli se la jugaba dando entrada a un delantero, Sarabia, por Iborra. Quedaba solo N’Zonzi y los cuatro de arriba debía presionar más que nunca. La atención de los defensores sevillistas y el gran partido de N’Zonzi abortaba los intentos béticos. Más tarde, Sampaoli recularía un poco introduciendo a Kranevitter y retrasando algo la posición de Nasri.

El Betis necesitaba más de Rubén Castro, que ni la olía con Mariano muy pendiente de él, y de Joaquín. El canario agarró una y probó suerte con un gran disparo que Sergio Rico desvió a córner acertadamente. Después lo intentaría con una rosca blanda que no inquietó al portero sevillista. Ese fue el derbi de Rubén Castro, que casi ni pasó por el Sánchez-Pizjuán. Más participativo se mostró Musonda, aunque sus carreras fueron más en paralelo al centro del campo que en profundidad, por lo que se fue diluyendo poco a poco. Los buenos movimientos de Álex Alegría no servía para mucho. N’Zonzi estaba en todas. Poyet hizo debutar a Donk, buscando altura, pero estaba en una zona, el centro del campo, en la que de poco servía.

Buscando las contras, Sampaoli puso a Sarabia en la derecha, donde Felipe Gutiérrez ejercía de lateral zurdo ante los problemas físicos de Durmisi. Por el otro lado, Vitolo se echó el equipo, ya sin El Mudo, a la espalda. Hubo acercamientos locales merecedores de ser destacados, como un centro-chut de Escudero que puso en aprietos a Adán. Una rosca que casi entra de Franco Vázquez antes de ser sustituido. El Betis, agotando sus fuerzas, merodeó el área pero sin pólvora. Álex Alegría lo intentó a la desesperada, pero su tiro llegó a las manos de Rico lentamente. Tan despacio como pasó un derbi enredado y que desenredó, por encima de otras, una mala decisión arbitral en concreto.