Emery, Banega y la fe del sevillismo

El temor a un futuro sin ambos lo contrarresta el bagaje de Monchi

26 feb 2016 / 00:15 h - Actualizado: 26 feb 2016 / 00:21 h.
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  • Banega pelea un balón con un jugador del Molde. / Efe
    Banega pelea un balón con un jugador del Molde. / Efe

Si uno examina el estado emocional del sevillista en los últimos años comprobará que la felicidad que suele inundarle cuando empieza la primavera contrasta con el pasajero amargor y desengaño que llega cuando empiezan los equipos más poderosos a planificar sus plantillas y, por tanto, a echarle el ojo a la del Sevilla. Es el tan explicado y comprobado modelo de gestión del club nervionense: vender a sus estrellas y comprar cracks en ciernes.

Un modelo arriesgado y duro que tiene su base en el ojo de Monchi. Y en el director deportivo reside también la fe del sevillismo, esa que le impide caer en depresión profunda cada vez que ve alejarse al ídolo de turno, llámese Reyes, Rakitic, Alves, Bacca o Navas. Y ahora quizás toque el turno de decirle adiós nada más que a Banega, uno de los mejores centrocampistas que han pisado el Sánchez-Pizjuán en las últimas décadas. Es ley de vida, aunque no esté dicha ni mucho menos la última palabra sobre su futuro.

Y lo mismo pasa con Unai Emery, igual de importante que el argentino, sobre todo bajo esta forma de reestructurarse año a año. La más que posible salida del entrenador puede ir unida a la de Banega, resucitado para el fútbol de élite bajo la batuta de Unai, con el que ya había destacado en el Valencia. Si se quedan los dos, mucho tendrá ganado el Sevilla de futuro. Si se van, no se tiren por un puente: Monchi se queda.

Hablando de estados de ánimo, el Sevilla está en un peldaño tan alto que ayer eran muchas las caras de cabreo entre los sevillistas tras comprobar cómo tampoco en casa del débil Molde ganó el Sevilla de visitante. Sólo ha sido capaz de hacerlo en Logroño, en Miranda de Ebro y en Heliópolis ante un Betis grogui. Sólo el Sevilla es capaz de hacer que no lo descartemos para nada con este recital de incompetencia cuando no juega en el Sánchez-Pizjuán. En la comparación con el Sevilla del curso pasado, algo hace indicar –más allá de la simple estadística que recuerda lo dificilísimo que es ganar un torneo tres veces seguidas– que quizás le falte un punto todavía al equipo de Emery para poder hacerle frente a los mejores que quedan en la Europa League. No es que la eliminatoria peligrara ayer entre el frío noruego, pero el Sevilla debe hilar fino para no extender a Europa la psicosis que padece en la Liga, donde ha visitado en los últimos meses a los equipos más asequibles de España y no ha conseguido vencer.

Como el objetivo sigue siendo regresar a la Champions League, el hecho de que el Villarreal se haya clasificado para los octavos de la Europa League es bueno para los sevillistas, toda vez que los de Marcelino no se centrarán únicamente en la Liga. El desgaste de jugar jueves-domingo lo sabe soportar mejor el Sevilla, que hoy sabrá su próximo rival. Con un poco de (buena) suerte, Emery podrá darse el gusto de rotar un poco más al equipo y no descuidar la Liga, donde no todo está dicho aunque parezca una quimera alcanzar la cuarta plaza. Un rival de enjundia sería definitivo: a rotar en la Liga.