En misa y repicando

El Sevilla va a tope en todo los torneos, pero su ritmo en la Liga no le da para la Champions

21 feb 2016 / 20:37 h - Actualizado: 21 feb 2016 / 20:49 h.
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  • Krohn-Dehli golpea al balón durante el Rayo-Sevilla. / Efe
    Krohn-Dehli golpea al balón durante el Rayo-Sevilla. / Efe

El empate en Vallecas deja de nuevo un sinfín de lecturas alrededor del Sevilla, unas indudables, otras debatibles y alguna que otra propensa a que los que se dejan llevar por fobias se despachen a gusto. Hay formas de perder y de ganar, al igual que de empatar y que se te quede la cara de derrota, como le ha vuelto a pasar al Sevilla. Los de Emery no mostraron en Vallecas todos los defectos que les han llevado a acumular nueve meses sin ganar en la Liga lejos de Nervión, pero sí los suficientes como para no haberlo hecho yendo ganando 0-2 con medio partido ya jugado.

¿Cómo puede desvanecerse la pegada que tiene en el Sánchez-Pizjuán? No hay respuestas. Sin lugar a dudas, esta es una de las grandes razones para explicar esta insólita racha –lo de Vallecas no ha sido puntual en este sentido–. Ver fallar esas ocasiones a jugadores de uno de los mejores equipos de la Liga no es normal. Un dato evidente: Gameiro, su gran goleador, sólo marcó en Eibar. El resto (12), en el Sánchez-Pizjuán.

Tampoco es normal lo que suele suceder en su área. Cuando no es un jugador despejando hacia atrás dos balones fáciles es una mala actuación del portero o una deficiente cobertura en los laterales. Y suele pasar que los errores groseros en la defensa son destacados más que los demás. Pocos hablaban ayer del fallo de Krohn-Dehli casi dentro de la portería en comparación con quienes querían lapidar a Fazio por su error en el 2-2 –incluso había quienes miraron sospechosamente al entrenador para acusarle de no se sabe bien qué–. Las fobias... Y para colmo, la enésima jugada polémica que les cae en contra a los de Unai, circunstancia que en Nervión no ocurre a menudo.

El caso es que el Sevilla no consigue ganar fuera de casa. Ha pulido su falta de personalidad –la tuvo en el Calderón, en Vigo e incluso ayer–, ha reducido sus regalos defensivos y últimamente marca en casi todos sus desplazamientos. Pero no hay manera. El caso es que esta incapacidad para vencer de visitante torpedea y casi reduce al mínimo su objetivo, que no es otro que confirmar su remontada en la Liga alcanzando el cuarto puesto, el último que da acceso a la Champions League.

Porque el Sevilla, una vez que ha arrancado lo quiere todo. Se ha metido en la final de la Copa del Rey, pretende darlo todo en la Europa League para defender su corona en Basilea y reta a la lógica en esa persecución al Villarreal. Todo eso teniendo en cuenta que lleva compitiendo al máximo desde agosto –Supercopa de Europa contra el Barcelona– y sin descanso durante todos estos meses, con una muy exigente Liga de Campeones de por medio. El Sevilla quiere estar en misa y repicando. Lo ha conseguido alguna vez –aquella temporada de los tres títulos y casi la Liga–, pero se trata de un reto al alcance de muy pocos. Siempre hay algo que se puede torcer y tiene toda la pinta, salvo milagro o batacazo europeo, de que para el Sevilla lo más torcido es una Liga en la que su ritmo de ganar en casa y no hacerlo fuera sólo le da para ser quinto, nada de Champions. Así las cosas, a tope con la Europa League.