Vivimos una época en la que cada vez se hace más difícil discernir entre el engaño y lo que realmente ocurre. Una de las principales tareas, entre otras, de los medios de comunicación siempre radicó en contarle al ciudadano aquello que alguien no quiere que se sepa. Función que en la actualidad cada vez es más complicada de llevar a cabo, tanto por las raquíticas condiciones en las que se trabaja en la mayoría de medios, como por la cada vez menos disimulada sumisión de muchos de ellos al poderoso que más convenga, pasando por mil defectos propios de la profesión y, también hay que decirlo, por la creciente moda en muchos de los destinatarios del servicio periodístico de elegir la felicidad antes que una incómoda versión de los hechos. Sobre todo ocurre en política y en deportes. Quien me cuente lo que no me gusta, miente. Y punto.

El pasado lunes El Correo de Andalucía publicó una información relativa al futuro del director deportivo del Sevilla, Monchi. En resumidas cuentas, informábamos de que no sólo persiste en él la idea de marcharse del Sevilla sino que además le ha comunicado al presidente de la entidad, José Castro, que el momento indóneo para salir es febrero, una vez cerrado el mercado de fichajes. Como trasfondo de esta decisión, la propuesta que tiene para trabajar en la Roma, la cual le ha convencido. Como no podía ser de otra forma, ambos protagonistas negaron la mayor en una conferencia de prensa. Como no podía ser de otra forma, El Correo de Andalucía había contrastado la información antes de publicarla. Con fuentes externas e internas del Sevilla durante varios días y con partes afectadas y protagonistas de la historia. Otros muchos aspectos no contrastados quedaron en el tintero, como tampoco podía ser de otra manera.

La credibilidad de un periódico o de un periodista en particular se coloca ahora en el cuadrilátero para pelear contra la credibilidad de una conferencia de prensa oficial. Señalar al periodista de turno es lo fácil, incluso nos hemos acostumbrado, desgraciadamente, a ser acusados de desestabilizadores, manipuladores en función de nuestros intereses, carentes de objetividad (es lo que tiene la subjetividad de las personas y no la objetividad de los objetos), presas de nuestras preferencias políticas o deportivas, etc. Y en muchos casos no queda otra que admitir que es hasta normal que haya gente que lo piense, por desconocimiento absoluto de esta profesión y por la proliferación de ejemplos que destruyen la credibilidad general. Obviando, además, que muchos confunden la labor periodística con la de futurólogo. ¿Y si Monchi cambia de opinión? ¿Y si la Roma le retira su propuesta o le ha dado un plazo más allá del cual no puede o quiere esperar? ¿Y si Castro consigue lo que se propone y convence a Monchi para que se quede, cayendo al fin a una piscina con agua? Lo único seguro es que ahora toca estar a un lado del cuadrilátero, con el público en contra y un contrincante de gran pegada en el otro rincón. El combate se llama periodismo.