Queda camino, pero es éste

El Sevilla se jugará el ser o no ser en Inglaterra tras perdonar al Leicester en un duelo que dominó pero no remató pese a disponer de incontables ocasiones. Todo ello en un Sánchez-Pizjuán donde casi todo el mundo animó y al menos esta vez no hubo discusiones

22 feb 2017 / 23:12 h - Actualizado: 23 feb 2017 / 14:17 h.
"Champions League"
  • Los sevillistas se reúnen en el césped justo antes de que arranque el partido. / Manuel Gómez
    Los sevillistas se reúnen en el césped justo antes de que arranque el partido. / Manuel Gómez

Si alguien pensaba que superar la ronda de octavos de final de la Liga de Campeones iba a ser cuestión de coser y cantar, se equivocó. Por mucho que el Leicester ande de capa caída en la Premier y se juegue la temporada a la carta de la Champions, el fútbol es el fútbol y depara sorpresas siempre. No ganó el vigente campeón inglés, pero sí logró dejar la resolución de la eliminatoria para el choque de vuelta. Será allí donde salga el nombre del equipo que se clasifica para cuartos de final.

No se puede achacar nada al Sevilla, que ganó 2-1 pero se marchó del campo con mal sabor de boca. El gol de Vardy en una segunda parte donde los nervionenses pagaron su desgaste físico y sus imprecisiones cambió por completo el desarrollo de un encuentro que caminaba rumbo a la goleada.

Los últimos acontecimientos han impedido ver lo que hasta hace poco fue habitual día sí y día también: un Sánchez-Pizjuán convertido en una sola voz, capaz de llevar a su equipo en volandas cuando hace bien las cosas y de insuflarle aire cuando éstas no salen. No hay rival ni afición visitante que asistan impasibles a ese ambiente nacido en las gradas de un estadio que arrimó el hombro para convertir el partido en un espectáculo. Eso sí: animó quien quiso; quien no, esta vez guardó silencio y al menos no se vio esa preocupante escisión del pasado fin de semana.

El aliento incansable de aquellos que lo insuflaron se fundió con el espíritu de un equipo, el de Sampaoli -Lillo lo dirigió desde el césped por la sanción que pesaba sobre el argentino- que buscó al Leicester sin descanso desde el pitido inicial. Sabía el Sevilla que en su estadio podía dar un paso clave en la eliminatoria y con esa idea grabada a fuego se adueñó del balón y lo movió de un lado a otro hasta tirar el muro de contención de Ranieri.

Hoy por hoy, este Sevilla es más equipo que el vigente campeón de la Premier. A pesar de tener en el campo a la mayoría de los futbolistas que cimentaron la increíble gesta del pasado curso, el Leicester demostró que su ambición no es la misma que la del conjunto nervionense. Ni su ambición ni sus argumentos, aunque su gol recordó que aquí a veces sobran las palabras.

Esa superioridad tanto en el plano futbolístico como en el de mentalidad es la que ha convertido al Sevilla en uno de los grandes nombres propios del continente y es la que queda pese al 2-1 con que afrontará el choque de vuelta. Podrá ganar o perder este equipo, pero nadie le niega la evidencia: va de verdad, se mata en el campo y son sus propios errores los que a veces le frenan. Entre ellos, una sucesión de ocasiones desperdiciadas. Y así, el cansancio derivó en descolocación y ésta en el gol de Vardy. Un peligroso tanto pero que no oculta una cosa: el camino es éste, largo, difícil, pero es éste. Y a él habrá que aferrarse para seguir adelante en la Champions para alegría de una afición que, junto a la del Leicester, recordó que por encima de todo esto es fútbol, un deporte, un sentimiento. Y la fiesta, esta vez, fue en paz.