Un desafío contra la norma

Elegir al sustituto de Berizzo, fundamental para José Castro y Óscar Arias

26 dic 2017 / 21:25 h - Actualizado: 27 dic 2017 / 15:27 h.
"Sevilla FC","José Castro","Óscar Arias"
  • Javi Gracia, en un partido de la Liga española.
    Javi Gracia, en un partido de la Liga española.

Pasan los años y la primera medida de urgencia que toman los clubes ante el fracaso del proyecto iniciado es despedir al entrenador. Esa es la opción que ha elegido el Sevilla al destituir a Eduardo Berizzo, pese a que la historia dice que muy pocas veces los equipos acaban reaccionando simplemente con el cambio de pieza en el banquillo, aunque haya de todo. Andan Óscar Arias y José Castro, director deportivo y presidente, respectivamente, buscando sacudirse la tremenda presión popular con la mejor elección posible del sustituto del técnico argentino, quien sigue todavía un poco dolido y sorprendido por la drástica decisión. Tras varias reuniones y alguna que otra anotación en la agenda para este miércoles, el Sevilla ha sondeado a varios técnicos italianos, en especial a Vincenzo Montella y Walter Mazarri, y al español Javi Gracia, con cuyo agente se vieron este martes los directivos nervionenses a su regreso de Italia. No hay mucho claro, más allá de los que desde la planta noble del Sánchez-Pizjuán dejan ver: ha gustado Montella, quien incluso podría llegar acompañado del exsevillista Maresca, y se sabe de las ventajas de la opción Gracia, que es español, conoce la Liga y su idea quizás se adapte más a un giro radical en conceptos.

El caso es que a pocas horas de que la plantilla vuelva a los entrenamientos, el Sevilla está sin entrenador. El casting continúa y las dudas abruman a Arias y a Castro, sabedores de que la presión local, por el devenir del equipo desde el verano, y más allá de las fronteras hispalenses, por la aparente crueldad de echar al enfermo Berizzo, les rodea. El equipo nervionense marcha quinto en la Liga y clasificado para los octavos de final de la Champions y de la Copa del Rey. Pero el hecho de que en los partidos importantes no haya tenido ni siquiera opciones, que el pase en la Liga de Campeones haya sido más que gris –incluyendo un enorme susto en el play off– y que las sensaciones transmitidas sean cada vez más preocupantes, con el Valencia como gran rival a casi seis puntos de distancia, hacen más que comprensible una decisión que recuerda en parte a lo sucedido en 2010.

En la temporada 2009-10 Manolo Jiménez tenía, en la jornada 28, al Sevilla quinto a dos puntos de distancia del cuarto y con el equipo metido en la final de la Copa. Sin embargo, las sensaciones eran cada vez peores: había caído en la Champions de forma sorpresiva ante el CSKA de Moscú y había llegado hasta la final copera de forma milagrosa. También hubo viajes del presidente (Del Nido) y el director deportivo (Monchi) a contrarreloj, pero Luis Aragonés dijo que no y optaron por la solución de emergencia: Antonio Álvarez. La llegada del de Marchena apenas cambió la dinámica, pues tuvo que esperar al último segundo de la última jornada (aquel gol de Rodri en Almería) para arrebatarle al Mallorca en la cuarta plaza por un punto. Eso sí, remató con éxito el camino en la Copa ganándole el título al Atlético de Madrid, lo que le valió una oportunidad el curso siguiente.

Sin embargo, duró poco: caer en el play off de la Champions ante el Sporting de Braga y marchar séptimo en la quinta jornada de la Liga finiquitaron su contrato. Llegó Manzano y la exigencia de quedar cuarto no la cumplió. Pese a enderezar la nave y finalizar quinto, en Nervión le enseñaron la puerta de salida (logró 50 puntos en 33 jornadas y cayó en las semifinales de la Copa frente al Real Madrid y en 1/16 de la Europa League ante el Oporto). Manzano fue de los pocos que sí mejoró de forma palpable a su predecesor en el banquillo. Pues el cambio de Míchel en lugar de Marcelino apenas sirvió para quedar noveno, a ocho de la Champions y a cinco de la Europa League (el asturiano lo dejó 12º en la jornada 21); y el de Emery por Míchel, igual: el técnico vasco, de indudable éxito posteriormente, dejó noveno a la plantilla que había entrenado el madrileño durante la primera vuelta, aunque con seis puntos más en los mismos partidos y un devenir más que notable en la Copa, donde llegó hasta las semifinales, cruzándose con el Atlético de Madrid de Diego Simeone.

Saber elegir el recambio en el banquillo es tan importante como difícil a mitad de una temporada, cuando los mejores técnicos no están libres y los que lo están suelen esperarse al verano para coger un proyecto desde el principio. Sin embargo, los dirigentes del Sevilla saben que tienen poderosos argumentos para convencer: el nivel de la plantilla y del club, la eliminatoria Champions ante el Manchester United y la posibilidad de llegar lejos en la Copa, además de que la no excesiva lejanía para conseguir el objetivo en la Liga.

Montella, uno de los que más ha convencido a Castro y a Arias, pasó sin pena ni gloria por la Roma, tuvo una temporada digna en el Catania, cosechó un indudable éxito en tres temporadas con la Fiorentina, fracasó en la Sampdoria y devolvió a las alturas al difícil Milan actual, que lo destituyó en noviembre pasado. El italiano, con Maresca de segundo, es una opción que parece imponerse a su compatriota Mazarri, quien viene de fracasar en el Watford inglés y antes de pasar sin pena ni gloria por el Inter de Milán (sí triunfó en el Nápoles durante tres temporadas), y al alemán Thomas Tuchel, exentrenador del Dortmund. Con éste no habido contactos tan profundos, aunque no está descartado por los excelentes informes que maneja la direcctión deportiva sevillista y la propuesta de juego que exhibió en el equipo alemán, donde llevó su exitosa propuesta desarrollada en el modesto Mainz 05 pese a luchar con la sombra de Jurgen Klopp, a quien sustituyó. Del equipo amarillo salió por discrepancias con la directiva, pues los resultados fueron positivos en general.

En las próximas horas habrá fumata blanca en Nervión, donde el horno no está para bollos por las aparentes dudas en la decisión final y el nerviosismo de un entorno que presiona a los que mandan.