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Una tortuga en el Calderón

El Sevilla ha blindado su portería. Por ahí empieza la gran remontada

24 ene 2016 / 20:00 h - Actualizado: 24 ene 2016 / 22:36 h.
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  • Varios jugadores del Sevilla acosan a Griezmann, del Atlético. / Efe
    Varios jugadores del Sevilla acosan a Griezmann, del Atlético. / Efe

El sevillista sí se ha sentido orgulloso tras el empate de su equipo en el Vicente Calderón. Es lo que tiene acumular una racha penosa como visitante –ni una sola victoria y sólo cinco goles a favor–, haber disputado media hora con un jugador menos y haber resistido nada menos que en el Vicente Calderón, donde el gran Atlético de Madrid de Simeone es poco menos que intratable. La personalidad mostrada por los jugadores del Sevilla en uno de los estadios más difíciles de Europa les sirvió para puntuar contra viento y marea. Y es la ausencia de esa personalidad exhibida la que ha lastrado a los pupilos de Unai Emery hasta la fecha como visitantes.

El sevillista, además, terminó de ver el partido indignado por el criterio del colegiado, pero quizás esa indignación –acrecentada por la indudable mala suerte con los arbitrajes fuera de casa este curso– debiera tornarse en exigencia para con su equipo. Si el Sevilla hubiera mostrado ese empaque en algunos de los partidos de la primera vuelta lejos de Sevilla otro gallo le estaría cantando ahora mismo a los nervionenses.

Sea como sea, el Sevilla sigue mostrando señales inequívocas de recuperación: su portería cada vez está más borrosa para el rival, ha parado la sangría que le llevó a ser colista y a ser el equipo que más disparos recibía de toda la Primera División. Por ahí empieza todo éxito en el fútbol. Por ahí empezaba el éxito reciente del Sevilla de Unai Emery.

En el Calderón, más con diez que con once jugadores, el Sevilla actuó como las legiones romanas y su célebre formación de tortuga: legionarios apiñados y protegidos por sus escudos unidos formando un caparazón casi impenetrable para el enemigo, sobre todo en situación de debilidad.

Un líder en la zaga, Adil Rami. Un portero con plena confianza en sí mismo y un crecimiento y madurez evidentes, Sergio Rico. Y un centro del campo apuntalado por la aparición de Cristóforo, la paulatina pero progresiva entonación de N’Zonzi y el siempre fiel Krychowiak. Un equipo.

Si la progresión no se detiene, Emery debería conseguir que su Sevilla, de alguna u otra manera, recuperara parte de la pegada que añora y que en su estadio sí exhibe la mayoría de las veces. Gameiro sigue siendo Gameiro, pero Llorente aún no es Llorente, pese a que ante el Atlético el riojano cumplió con creces su cometido táctico –lejos del área rival no se le puede exigir mucho más–. El Sevilla debe tratar como sea de reactivar a Llorente. Es un lujo que pocos equipos poseen. También a Vitolo y Konoplyanka, que darían otro salto de calidad.

A poco que lo consiga, el Sevilla crecerá, se parecerá cada vez más al equipo que tiene dibujado Unai en su cabeza y la tortuga del Calderón tornará en letal catafracto, aquellos caballos con caparazón artificial que los convertía casi en invulnerables, capaces no sólo de defenderse ante todo sino con la indudable capacidad de destrozar al enemigo de turno.