Menú

«Abengoa tiene una red de jefes que sólo se acabaría con la refundación»

Miguel Rosique, alto directivo especialista en crisis y reestructuraciones, afirma que hay que preparar «una cirugía que haga el menor daño posible»

28 dic 2015 / 08:40 h - Actualizado: 28 dic 2015 / 14:43 h.
"Abengoa","Crisis en Abengoa"
  • Miguel Rosique, con su nuevo libro Poder, influencia y autoridad. / José Luis Montero
    Miguel Rosique, con su nuevo libro Poder, influencia y autoridad. / José Luis Montero

«La crisis de Abengoa es por un tema de gestión, así que hay que ver qué es lo que añade valor para potenciarlo y hacer una cirugía con el menor daño posible. Eso sí, desde un primer instante asumiendo que hay partes que hay que eliminar». Eso es lo que opina sobre la multinacional sevillana –que presentó el preconcurso de acreedores el 25 de noviembre– Miguel Rosique, alto directivo en empresas de los más diversos sectores y especialista en la gestión de crisis y reestructuraciones. Además, conoce de primera mano cómo hacer negocios internacionales, sobre todo con China, país con el que trabaja desde hace 15 años.

Rosique, que ha presentado su nuevo libro Poder, influencia y Autoridad. Las claves para llegar a lo más alto en la empresa, asegura que Abengoa es «tan inmensa» que es como «una ciudad». Afirma que no sabe si la gestión de sus jefes fue «oscura», pero añade que Abengoa no tiene un único líder, sino «una cultura, una red de jefes que se conectan. ¿Y cómo se acaba con esa cultura si no es la adecuada? Refundando la empresa», defiende en una entrevista.

Este manager especialista también en gestión de entornos de crecimiento y cambio, añade que las crisis en las empresas son el momento «idóneo» para adquirir poder, «porque quien más destaca es quien sabe gestionar la incertidumbre».

Pero, ¿por qué no gusta hablar de poder? «Porque confundimos el poder personal con el poder social. Y ese es el peligro y el origen de potenciales comportamientos corruptos o dictatoriales. Del poder que hablo en el libro es del poder social, el que se usa dentro de la empresa», indica.

«Es muy difícil dirigir porque tratas con lo más complicado, las personas. El 95 por ciento de la empresa es política, vanidades, egos... y el resto son otras cosas, como los conocimientos técnicos», sentencia. A su juicio, mientras más se sube, más «político» se hace el trabajo.

Además, arremete contra los que defienden un modelo de empresa sin jefes: «Crean compañías con luchas fratricidas, lo contrario a lo que quieren hacer. No es cierto que las empresas planas sean mejores que las jerarquizadas, están hiperpolitizadas y hay cuchilladas más grandes porque alguien con ambición sana enseguida toca techo».

En cuanto a la «autoridad», defiende que la dan los empleados, ni se compra ni se impone. Por eso asegura que el buen jefe se parece a una madre, «confiamos en lo que nos dice porque, aunque no nos guste, sabemos que es por nuestro bien. Un jefe deber ser igual que una madre sufrida que predica con el ejemplo». Y nada de tener un jefe enrollado. «El poder crea enemigos y hay que saber convivir con ellos. Está de moda, pero cuando un jefe cae bien a todos, algo va mal», sentencia.