A lo Ave Fénix: el voto oculto resucita a Sánchez

El exsecretario general logra una incontestable victoria en las primarias, cosechando el voto de más de la mitad del censo. El PSOE inicia hoy un nuevo camino con muchas heridas por sanar

21 may 2017 / 21:30 h - Actualizado: 22 may 2017 / 17:36 h.
"Primarias en el PSOE"
  • Declaraciones de Pedro Sánchez tras los resultados de las primarias socialistas (desde el min. 18.27). / PSOE
  • El vencedor de las primarias socialistas, Pedro Sánchez, comparece en Ferraz tras conocerse los resultados a la Secretaría General del PSOE. / Efe
    El vencedor de las primarias socialistas, Pedro Sánchez, comparece en Ferraz tras conocerse los resultados a la Secretaría General del PSOE. / Efe

La noche de los muertos vivientes. Todas historias expectantes, grandiosas, histéricas o dantescas, ponga usted el apellido, tienen un titular fílmico que las califica. La de las primarias socialistas es la del día en el que un zombi político, el mismo que sucumbió en dos elecciones generales consecutivas frente a la derecha más hastiada en un país que se considera -CIS mediante- de centro izquierda, resucitó del inframundo de los políticos finados para arrebatar, con todas las de ley, el control del más histórico de los partidos de la democracia patria.

Pedro Sánchez arrasó en las primarias socialistas. A lo Ave Fénix. Después de las peripecias que acabaron con sus huesos lejos de Ferraz, agarró su Peugeot, articuló plataformas de apoyo y un discurso claramente rebelde y percibió la piscina llena. Y se lanzó, parafraseándolo a él mismo en el acto de Dos Hermanas en el que anunció que volvería a optar en unas primarias.

Lo que viene después, sucedió ayer. El resultado es incontestable. De mayoría absoluta, con más del 50 por ciento del voto en urna. Sacando una decena de puntos y más de 15.000 votos a su archirrival Díaz, candidata del aparato, deudora del apoyo expreso y desmedido de los barones y de las ejecutivas.

La de ayer, en un contexto socialista, es otra derrota del establishment. De la clase dirigente frente a una filiación enfurecida, brava con una élite que no supo lanzar con solvencia el mensaje de que también ellos son militantes.

El tercero en discordia, Patxi López, apenas concitó el 10 por ciento de un censo polarizado que dejó un análisis tan conspicuo como el propio resultado. La indiscutible trascendencia del voto oculto. Lo anterior se sostiene, principalmente, en base a un axioma: Díaz consiguió menos votos que avales. Y eso que la participación en las primarias fue de 14 puntos más que en los avales -80 por ciento frente a un 66-.

El apoyo público que constituyeron las firmas, elevado a una suerte de primera vuelta del proceso, corrió en contra de la candidata sevillana, cuyo equipo se afanó sobremanera en conseguir un apoyo masivo que apabullara a los rivales, y que, visto el resultado, se le ha vuelto en contra con muchas de esas signaturas ahora en el recuento contrario. Ya se argumentaba desde las filas sanchistas que sus avales eran sus suelo, mientras que los de Díaz serían su techo. Ni quiera llegó a ser así.

Sánchez, el ya apodado como El Renacido, tendrá que volver a reinventarse. Lo hizo cuando retornó para luchar por las primarias, pero ahora toca desquitarse del halo de perdedor que lo acompaña. Ha de erigirse, segunda oportunidad, en el líder de la izquierda patria, con una tarea que ha de ser prioritaria. La de unir, la de tender puentes que venzan el precipicio que separa a un PSOE con demasiada actividad sístima.

Lo anterior será más fácil gracias a lo incontestable de su victoria. No hay peros ni discusión al respecto de que las bases, la razón del sentimiento de la rosa, le ha otorgado una segunda oportunidad. Con aún más rotundidad que cuando le ganó las primarias a Madina en el ya lejano verano de 2014. Entonces contó con apoyos andaluces, del aparato. La de ahora, podrá presumir, que es de puro mérito propio.

Eran las once en punto de la noche cuando los tres candidatos aparecieron en Ferraz. Con el escrutinio casi resuelto, la foto de rigor ofrecía una impostada escena de unidad. Sánchez, en el centro, estrechaba las manos de una cariacontecida Díaz -y las de López-, minutos después que la candidata andaluza radiara un breve, y depresivo en tono, discurso en el no citó el nombre del ganador, «secretario general electo» y que prometió arrimar el hombro para que el PSOE tenga «un proyecto coherente y autónomo». La voz quebrada de Díaz revelaba un disgusto inesperado, un sopapo de manos de los suyos que colapsa su carrera política. Aunque esa será, con total seguridad, el análisis del mañana.

La noche de ayer era de Sánchez. Eso mismo dijo López en su intervención. Cuando el de Portugalete daba sus impresiones, el primero de los tres, ya sonaba en la puerta de Ferraz el famoso «sí es sí». Patxi apeló, de nuevo, a la unidad, se felicitó por la participación y declaró, con su demostrada solvencia, que Sánchez ya era «el secretario de todos».

La sonrisa profidén del madrileño relucía en Ferraz. «Buenas tardes», a eso de las 23.24, lapsus chivato de la emoción que le embargaba. La victoria le da el poder y la responsabilidad, sin las ataduras de parecer puesto por alguien. Dio las gracias «de corazón», y agradeció a Díaz y López, pese a algún abucheo. «Hay que hacerlo, venga, hay que hacerlo», contestó.

El extasís llegó cuando minutos después, se lanzó al balcón de Ferraz. En el papel que no pudo representar luego de las dos generales que perdió, holgadamente, frente a Rajoy, se rindió a sus adeptos. Llega ahora el momento de la pacificación, pese a que en un gesto nada humilde, el sanchista alcalde de Valladolid, Óscar Puente, entonara el «susanista el que no bote». No tendrá fácil esa tarea Sánchez, aún con la pronta dimisión de Antonio Hernando, aún en mitad del escrutinio, que deja expedito el puesto de portavoz parlamentario tras retirar en octubre el apoyo al gran vencedor.

Sonaba la sintonía oficial del PSOE cuando se apagaba la jornada electoral, más allá de celebraciones. Los sanchistas irrumpieron con La Internacional Socialista, himno adquirido durante la campaña y que hacía lustros que no sonaba en una sede central del histórico partido de Iglesias Posse. La propuesta ganadora, más allá del liderazgo, se sostiene en un discurso ideológico de manual: el retorno a la izquierda perdida. Ya no vale con cantar y alzar el puño, ahora es el momento de actuar. Desde hoy le espera una rosa marchita, con más espinas que vigor. ¿Será capaz de recuperarla?