Sucesos misteriosos en iglesias sevillanas

Cuatro nuevos templos de Sevilla salen a relucir en estas páginas. Hechos asombrosos muchos de ellos desconocidos para la gran mayoría de sevillanos y visitantes

02 abr 2018 / 09:55 h - Actualizado: 02 abr 2018 / 10:03 h.
"La aventura del misterio"
  • Imagen y siguiente, dos imágenes del Cristo sindónico tallados por el imaginero Juan Manuel Miñarro. / Foto: El Correo
    Imagen y siguiente, dos imágenes del Cristo sindónico tallados por el imaginero Juan Manuel Miñarro. / Foto: El Correo

Hoy les propongo un paseo, junto a mí, para conocer mejor, desde el mayor respeto, algunos hechos asombrosos ocurridos en el interior de los templos de Sevilla. Hechos desconcertantes, inexplicables, aterradores en algunos casos que no tienen por qué conllevar una aparición sino más bien un suceso que va más allá de lo racional. Nuestro paseo de hoy por el misterio es sólo un botón de muestra de lo que nos podemos encontrar.

Si caminamos siguiendo el curso de la vieja muralla nos encontraremos en la Ronda de Capuchinos y poco más adelante en María Auxiliadora, su arco rematado por la imagen de María Auxiliadora es el preludio de que nos encontramos en un lugar especial. Guarda la hermandad de la Santísima Trinidad entre los muros del santuario de María Auxiliadora varios enigmas.

Trinidad

Las iglesias sevillanas tienen, en su mayoría, tantas historias y leyendas como siglos de antigüedad, así, se cuenta que en la iglesia de la Santísima Trinidad murió un religioso de la orden y se procedió a enterrar en un lugar próximo a las cárceles donde estuvieron recluidas, ajusticiadas y sepultadas las santas Justa y Rufina. Tras dar sepultura a sus restos el cuerpo apareció desenterrado a la mañana siguiente. Se procedió rápidamente a la exhumación de los restos del fraile pero a la mañana siguiente volvió a aparecer desenterrado y así en días sucesivos. El miedo y la consternación se apoderó de todos los presentes hasta que una Revelación se hizo pública: «No era Voluntad de Dios que en aquel lugar se sepultase alguno, porque estaban en él los cuerpos de las Santas sevillanas». El cuerpo se volvió a enterrar pero volvió a aparecer desenterrado a la mañana siguiente... Por decisión unánime se enterró en otro lugar donde, ya si, descansó en paz.

Esta hermandad vio durante años procesionar la imagen de Cristo con una singularidad en su talla: llevaba correctamente situados los clavos que lo fijaban al madero, por el llamado «espacio de Destot» cerca de las muñecas y no por las palmas de las manos que no sostendrían el peso de un crucificado. Sin embargo, y pese a ser una talla que cumplía escrupulosamente con la verdad histórica de este detalle, la imagen del Cristo de las Cinco Llagas fue sustituido en 2002 por el nuevo cristo obra del imaginero Luis Álvarez Duarte, de gran valor artístico pero menos rigurosidad histórica.

De Luis Álvarez Duarte es precisamente una de una de las Dolorosas de la Semana Santa sevillana con otra particular característica: sus ojos son verdes. Hablamos de la imagen de la Virgen del Rosario para la hermandad del Polígono de San Pablo quien se ve acompañada igualmente por la claridad de los ojos de la Virgen de la Consolación de la Sed, en este caso del imaginero Antonio Dubé de Luque, cambiado ese verde esperanza por el celeste de los cielos sevillanos para los ojos de su dolorosa.

Los Estudiantes

La hermandad de Los Estudiantes es de aquellas que a uno le impone su andar, nazarenos de negro luto y pertinaz penitencia que veneran la imagen del Cristo de la Buena Muerte, otra de esas obras cargadas de barroquismo y calidad expresiva de las que Juan de Mesa dejó constancia.

Durante mucho tiempo se dudó de la originalidad de la obra de este crucificado, sin embargo este mar de dudas se iba a despejar en 1983, el Cristo de la Buena Muerte era trasladado para el Quinario anual desde su sede en el Rectorado de la Universidad de Sevilla en la calle San Fernando hasta la Iglesia de la Anunciación, seguido de fieles devotos se iba realizando este solemne traslado cuando a todos causó sorpresa y pavor comprobar como al Cristo se le desprendió la cabeza del cuerpo, la consternación fue grande y más aún las lágrimas de quienes acompañaban al Cristo por las calles de Sevilla.

En el periodo de restauración del crucificado llevado a cabo por Francisco Arquillo Torres encontró en su interior un documento que decía así: «Ego feci Joannes de Mesa, anno 1620» y otro documento más que dejaba constancia de la finalización de la obra el 8 de septiembre de 1620, y es que el 13 de marzo de 1620, en la casa profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla, el jesuita Pedro de Urtiaga contrataba los servicios del insigne imaginero cordobés, en aquel encargo quedaba por escrito: «dar hechas y acabadas dos imágenes de escultura, la una con Cristo crucificado y la otra con Magdalena abrazada al pie de la cruz, de madera de cedro y con la estatura normal humana».

Aquel contrato entre Juan de Mesa y Velasco y la Compañía de Jesús con sede entonces en la hoy Facultad de Bellas Artes de Sevilla decía así: «Sepan quantos esta carta vieren como yo Juan de Mesa, escultor, vezino de esta çiudad de Sevilla, en la collaçión de san Martín, otorgo y conosco que soy conbenido y consertado con el padre Pedro de Urteaga, prepósito de la Casa Prosefesa (sic) de la Compañía de Jesús desta çiudad de Sevilla. En tal manera, que yo sea obligado, y me obligo, de hazer y dar hechas y acabadas dos ymágenes de escultura: la una, un Cristo crucificado y, la otra, una Magdalena abraçada al pie de la cruz (+), de madera de çedro, anbas a dos de la estatura ordinaria umana. Por preçio de siento y sinquenta ducados que se me an de pagar de esta manera: treszientos reales he resevido de contado, de que me doy por contento y entregado, y renunçio la esecuíón y leyes de los dos años de la pecunia y prueba de la paga; y el resto, cumplimiento a los dichos siento y sinquenta ducados, luego questé acabada y hecha la obra de las dichas dos ymágenes. Las quales me obligo a dar y entregar al dicho padre prepósito a su satisfaçión y contento, y de ofiçiales que dello sepan y entiendan, dentro de çinco meses, que se cuentan desde oy día de la fecha de esta carta. Y si ansí no lo hiziere y cumpliere, consiento, y he por bien, quel dicho padre prepósito pueda encargar la dicha obra a qualquiera maestro que la haga y acabe, por qualquiera preçio. Y por más que costare de los dichos çiento y sinquenta ducados, y por lo que yo vbiere resevido adelantados a quenta dellos, me puedan executar, con solamente esta escritura y el juramento del dicho padre prepósito, o del procurador de la dicha Casa Profesa, en que dejo y difiero la prueba de aberse pasado el dicho plaço, y no aberles entregado las dichas imágenes, y de cómo las encargaron a otra persona que las hiziese, y lo que más costó de los dichos çiento y sinquenta ducados, y de lo que yo vbiere resevido adelantado, sin que sea necesario otra prueba ni diligencia, porque della les reliebo. Y doy poder a las justicias ante quien esta carta pareciere, para que por todo remedio y rigor de derecho y bía executiba, y como por sentençia difinitiba de jues competente pasada en cosa jusgada, me executen, compelan y apremien al cumplimiento y paga de lo que dicho es. Sobre lo qual, renunçio las leyes y derechos a mi fabor, la que defiende la general renunçiacón (sic), y obligo mi persona y bienes, avidos y por aver». (Archivo de la Hermandad).

Y es que si hay un personaje cuya gubia ha dado a Sevilla su ser ese es Juan de Mesa y Velasco, oriundo de tierras cordobesas que lo vio nacer un año 1583. Aprendió su noble oficio y su arte junto a otro maestro, Martínez Montañés, fue un estudioso y sus obras están cargadas de realismo y expresividad, dicen de Juan de Mesa que pasaba mucho tiempo estudiando y observando a seres humanos vivos y muertos para aprender a conocer más sus movimientos y disposiciones para luego plasmarlo en su imaginería sin igual. Muchos lo llaman «el imaginero del Dolor» y con dolor esta ciudad que tanto recibió de él vio como se le apagaba la llama de la vida en 1627 con sólo cuarenta y cuatro años, su tumba se encuentra en la Iglesia de San Martín, que guarda en su interior otras curiosas historias...

La Lanzada

Si alguien osa robar en una iglesia un objeto de culto o sagrado tiene que saber que tras él puede pesar una terrible maldición, así es como le sucedió a nuestro siguiente protagonista...

En 1421 apareció en la acometida de obras de la iglesia de San Martín una caja de plomo con una reliquia en su interior... se trataba de una espina de la corona de Jesucristo. El acontecimiento conmocionó la ciudad y la preciada reliquia se guardaría en una custodia de cristal para poder ser observada por los fieles. La espina estaba dotaba de cierto poderes curativos y al ser llevada a casa de los enfermos estos encontraban alivio a sus males y enfermedades.

La sagrada reliquia y su milagrería originaron la formación de una hermandad en la iglesia de San Martín en 1540. En 1657 el sacerdote Agustín de Herrera debía de acudir a casa de un enfermo y al regresar se encontró la iglesia cerrada así que se la llevó aquella noche a su casa.

Aquella noche la casa del licenciado de Herrera fue robada y entre los objetos sometidos a hurto estaba la preciada reliquia. La ciudad quedó atónita ante el suceso y treinta años después una persona acudió a la iglesia, bajo secreto de concesión entregó la reliquia ya que desde que estuvo en su poder todos sus amigos y familiares habían sufrido necesidades, males, desgracias y contrariedades. Sin embargo los que se encontraban limpios de mal veían aliviadas sus penas... excepto ellos. El arrepentido entregó la reliquia y pidió perdón.

En 1965 el cardenal Bueno Monreal entregaba la reliquia a la Hermandad del Valle que había sido creada a raíz del hallazgo de la misma.

Cristo Yacente o Santo Entierro

Nuevamente en tiempos del rey Fernando III encontramos otro de esos episodios sorprendentes que llenaron de admiración a aquellos recién reconquistados sevillanos.

El suceso tuvo lugar en el barrio de los Humeros junto a la Puerta de Hércules. Allí, en una casa humilde vivía una mujer paralítica que, mientras yacía en su cama, vio cómo, de repente, cayeron de la pared varios ladrillos, al poco cayeron el resto dejando al descubierto un hueco en la misma del que surgió, cuando los tibios rayos de luz entraron en la recién descubierta estancia, la imagen de un Cristo yacente, aquello llenó de pánico a la señora paralítica quién, sanada milagrosamente, salió corriendo de aquella casa.

El rey santo enterado de aquel milagro y de aquel hallazgo mando construir en el lugar una capilla que se conocería como el Oratorio de Colón posteriormente, se dedicó a San Laureano y allí mismo se fundó el Colegio de la Orden de la Merced... ¿nuevamente simple casualidad?

Lo que menos se esperaría el visitante de nuestra Semana Santa sería ver una canina en un paso procesionando por las calles de Sevilla, pero lo imposible siempre es posible en una ciudad donde las casualidades no existen, y es que en torno al Convento de San Laureano surgió en 1570 la fundación de la hermandad del Santo Entierro, encontrándosela hoy en San Gregorio, su sede desde 1870. Entre sus pasos destaca el impresionante Cristo Yacente atribuido a Juan de Mesa. Desde 1956 procesiona anualmente por las calle para consternación de quienes lo contemplan en el interior de su bello ataúd de cristal y oro.

El paso que nos llena de horror es precisamente aquel en el que procesiona la Canina. Obra original de, puede que, Cardoso Quirós en 1691 ve como a su paso los sevillanos se dan la vuelta dando la espalda al paso, curiosa tradición de aquellos que no quieren ver a la muerte y mucho menos que esta arríe su paso ante ellos... miles de personas dando la espalda a la pavorosa muerte quién esta se lamenta del triunfo cristiano de la cruz sobre la muerte, simbolizado a la parca esta vez un esqueleto, una canina meditabunda, sentada sobre un globo terráqueo que a sus pies ve un dragón abatido símbolo del pecado.

En esta hermandad encontramos un curioso cortejo de soldados romanos ataviados con todo el rigor histórico de la época que representan, curiosamente sus trajes fueron comprados al vestuario de una película sobre el Imperio Romano, ¿qué mejor adquisición que todo el rigor representativo y de documentación del séptimo arte puestos al servicio de nuestra Semana Santa?

Son los enigmas y sucesos extraños acaecidos en algunas de nuestras iglesias, una muestra que podría ser mucho más extensa pero eso, eso, lo dejaremos para otra ocasión. Disfruten de la semana grande de Sevilla, de nuestra Semana Santa.