El Corpus, una fiesta en alza

La solemnidad de la procesión y la masiva participación de los fieles marcan una mañana con numerosos guiños a san Juan Pablo II

31 may 2018 / 15:03 h - Actualizado: 31 may 2018 / 21:18 h.
"Corpus Christi"
  • La Custodia de Arfe, detenida en la estación de la plaza de San Francisco ante el altar que preside la Virgen de la Hiniesta gloriosa. / Manuel Gómez
    La Custodia de Arfe, detenida en la estación de la plaza de San Francisco ante el altar que preside la Virgen de la Hiniesta gloriosa. / Manuel Gómez
  • Los niños seises tienen el privilegio de bailar con sus sombreros emplumados ante el Santísimo. / Manuel Gómez
    Los niños seises tienen el privilegio de bailar con sus sombreros emplumados ante el Santísimo. / Manuel Gómez
  • El Corpus, una fiesta en alza

Al filo de la una del mediodía, con los ojos del Cristo de la Cena clavados ya en el cielo límpido y luminoso de la calle Placentines en su retorno a los Terceros, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, en compañía del obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, ofrendaban un centro de flores blancas y amarillas a los pies de la escultura de Juan Pablo II que, a la sombra del convento de la Encarnación, dirige cada día su mirada hacia el primer balcón de la Giralda, el mismo púlpito desde el que el 12 de junio de 1993, en su segunda estancia en Sevilla, el Papa polaco rezara el Ángelus rodeado de miles de fieles. De aquella histórica fotografía pronto se cumplirán 25 años, una efemérides que este reluciente jueves de Corpus, como marca el refranero local, ha estado muy presente en la agenda de la solemnidad. La ofrenda floral al bronce del Papa viajero constituyó el apéndice fuera de programa a una procesión del Corpus que ha resultado modélica, ejemplar, solemne y con numerosa participación de fieles, dentro y fuera de la kilométrica comitiva, lo que deja abierto el debate del tedio y de sus elefantiásicas dimensiones.

El propio Asenjo, tras impartir la bendición con el Santísimo, ya de vuelta en la Catedral, se congratulaba de la mañana vivida en las calles de Sevilla significando su «alegría por el resultado de esta hermosísima procesión» y por las novedades introducidas por el Cabildo Catedral con la intención de conseguir una manifestación de religiosidad popular «más piadosa y más devota». Las dos corales que por vez primera se situaron en dos enclaves estratégicos del recorrido, como las plazas de San Francisco y del Salvador, contribuyeron con su cánticos –motetes y y cantos populares– a solemnizar la puesta en escena de la procesión, recuperando de paso una tradición perdida a mediados del siglo pasado por la que se acostumbraba a entonar diversas obras religiosas en lugares señalados del itinerario. Especialmente solemne resultó el tránsito de la Custodia de Arfe por la plaza del Salvador, con el pueblo entonando a coro el Cantemos al Amor de los amores. La ampliación de las oraciones, lecturas y meditaciones en las estaciones de las citadas plazas –otra de las novedades introducidas– no dio, sin embargo, el resultado apatecido pese al uso de la megafonía pública, ralentizando en demasía la procesión. Aunque cargada de buenas intenciones, la iniciativa del Cabildo Catedral de repartir a todos los participantes en la procesión un pequeño devocionario eucarístico para facilitar en algún instante del recorrido momentos de oración resultó poco efectiva, en parte, por la letra tan menuda del desplegable. «Hoy no me he traído las gafas», decía más de uno plegándolo al bolsillo, aunque también es verdad que dentro el ejército de 4.000 fieles que toman parte de la procesión más multitudinaria de la ciudad hubo participantes a los que se les vio imbuidos en la lectura del folleto.

Junto al empeño del Cabildo Catedral por solemnizar aún más la procesión, justo es significar el decisivo empuje municipal para que la ciudad vista sus mejores galas en la mañana eucarística por excelencia. Buena parte de la revitalización que vive ahora la solemnidad del Corpus, especialmente en su aparato estético, es fruto del interés de la delegación de Fiestas Mayores por reactivar la participación de hermandades, instituciones y comerciantes en el ornato de calles y plazas del recorrido. El alcalde de Sevilla, Juan Espadas del que muchos se sorprenden que se santigüe ante cada uno de los altares del itinerario destacó que esta inyección de oxígeno municipal ha incentivado la participación y permitido que este año hayan sido diez los altares que han engalanado el recorrido de la procesión. «Hace tres años, estábamos hablando de dos altares tan solo y de un riesgo cierto de que esta tradición se acabara practicamente perdiendo. Claramente eso se ha conseguido superar».

Aunque la procesión se vio favorecida por un cielo radiante y una temperatura ambiente muy agradable, cierto es que durante los primeros compases de la mañana la comitiva se vio arropada por un público más bien escaso. La animación, sin embargo, fue creciendo a medida que se desperazaba la mañana y los propios participantes en la procesión retroalimentaban las aceras de los últimos tramos del recorrido una vez retornaban al patio de los naranjos de la Catedral.

Desde que Jaime Román Pérez, el niño carráncano de 12 años que abría el cortejo, hizo sonar por vez primera a las 8.15 horas la esquila que llevaba colgada a su cuello, hasta que a las 10.41 horas la Custodia de Arfe asomó a la Avenida de la Constitución a los sones de la Marcha Real para iniciar su recorrido habían transcurrido dos horas y veintiséis minutos de reloj.

Cuando la cabecera de la procesión retornó de nuevo a la penumbra del templo metropolitano, en el trascoro catedralicio aún esperaban pisar la alfombra de juncia y romero de la Avenida de la Constitución cinco de los nueve pasos. La escena de la pescadilla que se muerde la cola se repite año tras año.

La Macarena, con un tramo de 160 cirios

De poco han servido los reiterativos mensajes del arzobispo de Sevilla llamando a la «mesura» en la participación de las representaciones de las hermandades. Las cifras de participantes en la procesión no decrecen. A la lista de hermandades se unía este año además una nueva incorporación, la de la reorganizada del Carmen de Santa Ana, que con su estandarte marrón carmelita abría el desfile de representaciones tras los niños carráncanos. Especialmente numerosas fueron las representaciones de San Gonzalo y el Gran Poder, ambas superando el centenar de hermanos, aunque la que se llevó la palma fue la de la Macarena, con más de 160 cirios.

Buena ocupación en las más de 5.120 sillas

Las más de 5.120 sillas dispuestas por el Consejo de Cofradías a lo largo del recorrrido de la procesión presentaron una alta ocupación. Entre un 30 y un 40% de las mismas se venden en la misma parcela. Estadísticamente, Francos es la zona más solicitada.