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Un nazareno de la hermandad del Silencio camina en dirección a su templo. / Jesús Barrera
Hoy traemos a esta guía de términos cofradieros que viene editando El Correo de Andalucía una palabra cuyo uso dentro del ámbito que nos atañe se ha empezado a extender más bien de forma reciente. Es más, diríase que la acepción cofradiera de esta voz no empezó a utilizarse hasta un hecho puntual, aunque sumamente trascendente, que acaeció en vísperas de la Semana Santa de 2015. Aquel año el Cabildo de Toma de Horas había sancionado ya los horarios e itinerarios que habrían de seguir las distintas cofradías en Semana Santa. Después de múltiples negociaciones, y como única salida para vencer las resistencias, las líneas rojas y los inmovilismos, las hermandades de la Madrugá habían acordado desarrollar un plan bienal de sacrificios alternos mediante el cual un año el Gran Poder regresaría por Cuna y al siguiente lo haría la Macarena. Para ese 2015 en concreto –primer año de la aplicación del plan– estaba previsto que El Silencio, El Gran Poder y La Macarena regresaran una detrás de otra, formando un gigantesco convoy, desde la salida de la Catedral hasta la plaza del Salvador. Ya en vísperas de aquel Cabildo de Toma de Horas, la hermandad de la Macarena solicitó a la autoridad competente que se le garantizara por escrito la seguridad de su cortejo. La Semana Santa de 2015 podría haber sido la del regreso del Gran Poder, casi medo siglo después, por el que fue su itinerario natural de la calle Cuna. Sin embargo, la hermandad de la Macarena, fuera del pitido final de la Toma de Horas, logró revocar ese plan bienal presentando ante el Cecop un cronograma de horarios e itinerarios –he aquí la palabra– en el que había una disfunción de 21 minutos en su cruce con la hermandad del Silencio en la calle San Miguel. Aquel cronograma convirtió en papel mojado los acuerdos del Cabildo de Toma de Horas.