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Un farol del paso del nazareno del Silencio con la cruz de Jerusalén en los cristales. / A. I. Navarro
Hay muchos tipos de cruces en el orbe cristiano y varias de ellas tienen su representación en la Semana Santa de Sevilla, bien en los escudos de sus hermandades o en alguna de sus insignias u otros de sus elementos procesionales. Quienes en la Madrugá del Viernes Santo acuden a las calles de la ciudad a ver los pasos y disfrutar de esa noche especial –con permiso de quienes de vez en cuando se empeñan en boicotearla promoviendo el caos mediante altercados y carreritas– se encuentran, por ejemplo, con una de las más curiosas y sofisticadas en el cortejo de la Hermandad del Silencio. Que como saben bien los cofrades, tiene precisamente en su cruz de guía a uno de sus titulares. En este caso, se trata de la llamada Cruz de Jerusalén o Cruz de Tierra Santa; un ejemplar enraizado por la tradición con la defensa de los llamados Santos Lugares durante las largas campañas de las Cruzadas, pero cuyo origen parece remontarse mucho más atrás en el tiempo.
Los franciscanos de Jerusalén añadieron este símbolo a su escudo, precisamente, y todavía hoy permanece como esa referencia a la custodia de Tierra Santa. La cofradía del Silencio la luce en sus varas, en el cielo del palio, en los cirios que alumbran a su Virgen de la Concepción... y hasta en los cristales de los faroles de esa canastilla que hace crujir la noche con su andar solemne por el casco antiguo. Parte de una cruz griega que contiene en los cuadrantes de sus esquinas otras cuatro cruces iguales, llamadas crucetas, en representación de los cuatro evangelistas (según unas versiones) o, en total, de las cinco llagas de Jesús (según otras)