Joaquín Turina y la música clásica en la Semana Santa

Heredero de Cristóbal Morales, Guerrero y Eslava, Joaquín Turina es uno de los músicos españoles más apreciados y su relación con la Semana Santa de Sevilla abarca desde misas y piezas fúnebres a la maravillosa ‘Margot’

08 mar 2018 / 10:29 h - Actualizado: 08 mar 2018 / 10:30 h.
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  • Imagen de Joaquín Turina y de la partitura de la ópera ‘Margot’. / El Correo
    Imagen de Joaquín Turina y de la partitura de la ópera ‘Margot’. / El Correo

Corría el siglo XVI, época dorada de la ciudad de Sevilla, cuando entre expresiones de arte sublime y derroche de humanismo por las esquinas, surgió la escuela polifónica renacentista, algo inédito en el mundo de la música hasta ese momento y considerada una de las más importantes y vanguardistas de cuantas se desarrollaron en Europa. A ella le debemos las primeras composiciones de música sacra inspiradas en la Semana Santa de Sevilla; hecho que tendrá su continuidad con ilustres como Cristóbal Morales, quien da a luz numerosos motetes y horas, algunos de los cuales siguen siendo interpretados por las formaciones de música de capilla que acompañan a nuestros pasos. Su discípulo, Francisco Guerrero, continuará la labor, llegando a ser considerado el más grande compositor sevillano de la segunda mitad del dieciséis –entre sus obras destinadas a celebrar la liturgia de la Semana Santa destacan las piezas Crux Splendidor y Ave Virgo Sanctissima–. Asimismo no podemos pasar por alto la genial aportación de Hilarión Eslava con su Miserere de 1835, cuya función era ser interpretado en las noches del Jueves y el Viernes Santo en la Catedral. Composición que en los últimos años hemos podido escuchar en ese mismo recinto durante el Sábado de Pasión, y para la que el autor vasco se inspiró en el mundo de la ópera, especialmente en obras de Bellini y Donizetti.

Un niño prodigio

Pero si hay que destacar un compositor clásico nacido en nuestra tierra y devoto de la Semana Santa ese es sin duda Joaquín Turina. Nacido en 1882 en una familia de clase media, el músico vivirá ya desde su tierna infancia en un ambiente cargado de sensibilidad y gusto por lo artístico. Su padre, de ascendencia italiana y pintor de profesión, era uno de los exponentes destacados de la denominada Escuela Sevillana, obteniendo importantes premios como la Medalla de Oro de la Exposición Provincial de Cádiz (1879), o el reconocimiento en la Exposición Nacional de 1871. Los inicios del pequeño Turina en el mundo de la armonía los realizará a través de un acordeón, regalo de una antigua criada de la casa, y sus dotes innatas para el manejo del instrumento le valdrán el calificativo de niño prodigio. De este modo el músico combina sus estudios primarios con el solfeo, pasando luego a tocar el piano. En los años siguientes se dedicará a componer sus primeras obras, fundando incluso un pequeño conjunto instrumental llamado La Orquestina. Pronto la Semana Santa comienza a inspirarle algunas de las muchas melodías que le dedicará a lo largo de su vida. En primer lugar, y como muestra de afecto a su hermandad de Pasión, unas coplas con letra de Rodríguez Marín –poco antes de marchar a Madrid para ampliar estudios (1897)–. Asimismo, en esas fechas conocerá a importantes personalidades como Manuel de Falla o Isaac Albéniz. Este último le aconseja que toda la música que haga sea andaluza, algo que Turina prácticamente cumplió. Así da a luz bellas creaciones como el Opus nº 6 titulado Rimas y dedicado a la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, o el Opus nº 9, primera obra sinfónica a la que titula La Procesión del Rocío. En cuanto a la producción netamente cofradiera, el músico alumbra en 1901 la Plegaria a Nuestro Padre Jesús de la Pasión, la canción Semana Santa de su Canto a Sevilla para voz y orquesta (1925), Saeta, con textos de Ramón María de Campoamor, y sobre todo la Saeta en forma de salve de 1930, preciosa pieza dedicada a la Esperanza Macarena con letra de los hermanos Álvarez Quintero. Esta partitura ejemplar ha sido interpretada a lo largo del tiempo por cantantes de prestigio como Teresa Berganza y la crítica siempre la ha reconocido como una de sus obras más brillantes, con comentarios como los de Federico Sopeña, dentro del programa La Semana Santa en la música de Sevilla de Radio Nacional de España, en 1951: «La Saeta en forma de Salve es del Turina jovencísimo. La música religiosa que él oía en Sevilla era hija directa del Miserere, de Eslava: italianismo, romanza o grito de ópera. Esta Salve de Turina no es liturgia, claro está, pero tiene lo que no tenía esa música anterior. Todo Turina está aquí y la mejor Sevilla también».

Los ecos de ‘Margot’

En el catálogo de obras de Turina no podemos olvidar sus otras partituras compuestas para la cofradía del Jueves Santo a la que perteneció. Tras las citadas hay que reseñar la Misa a Nuestro Padre Jesús de la Pasión para tenores, solista y orquesta, de 1913; Ante la Virgen de la Merced, escrita para piano y formando parte de la suite Calles de Sevilla (Madrid, 1945), y la Plegaria a Nuestro Padre Jesús de la Pasión, con letra del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón, que aún se sigue escuchando durante la novena del Señor de Martínez Montañés. Y dentro de las marchas procesionales no podemos dejar de mencionar Marcha Fúnebre a Nuestro Padre Jesús de la Pasión, compuesta a finales del siglo XIX y estrenada en 1901, y especialmente Noche del Jueves al Viernes Santo probablemente su pieza más popular en el siglo XXI. Extraída de la ópera de 1914 Margot, cuyo argumento se basa en un triángulo amoroso entre un joven sevillano de buena familia, su novia de toda la vida y una cabaretera francesa de nombre Margot, su adaptación a marcha procesional es obra de José Manuel Bernal, director de la Sociedad Filarmónica Nuestra Señora de la Oliva, de Salteras (2004), siendo posteriormente readaptada por Antonio Domínguez para la banda del Maestro Tejera.