Sol a plomo sobre un mar granate

El Cerro acompañó a los titulares de su hermandad hasta la Catedral para recogerlos y acompañarlos de nuevo, entre vivas y pétalos, desde el Postigo hasta su casa

27 mar 2018 / 23:04 h - Actualizado: 27 mar 2018 / 23:27 h.
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  • El paso de misterio del Cerro después de transitar por el Arco del Postigo. / Diego Arenas
    El paso de misterio del Cerro después de transitar por el Arco del Postigo. / Diego Arenas

No es fácil abrir caminos en un Martes Santo que quedará en la memoria de los sevillanos por la cantidad de escenarios inéditos por los que discurrió el día, y la hermandad de El Cerro tuvo el honor de inaugurarlos, adoptando para sí momentos únicos que no se sabe bien si se repetirán tras este experimento con tantos partidarios como, sin duda, detractores.

Lo cierto es que El Cerro se vio tan beneficiado en el retraso de su salida –al estar más próximo a la Catedral que a la Campana–, como perjudicado en su tardía hora de entrada. Eran las 12.15 del mediodía de un martes luminoso y más caluroso de lo esperado cuando se abrían las puertas de una parroquia que este año cumple 75 años –lo que llevará a la Virgen de los Dolores a realizar una salida extraordinaria el próximo 15 de septiembre–, y que dejaban entrever al numeroso público congregado a los dos pasos y, en el centro, al nazareno de la Humildad que el próximo año, con casi absoluta seguridad, pasará a formar parte del cortejo que llega al centro desde el barrio más pueblo de Sevilla, en el mejor sentido de la palabra.

En su barrio se repetían las escenas habituales, petaladas, saetas, suelta de palomas, himno de Andalucía para la Virgen... cuando la más triste noticia llegaba de la calle Vasco de Gama, donde un cofrade de 62 años perdía la vida tras sufrir un infarto sin que las asistencias pudieran hacer nada por salvar su vida.

A golpe de tambor, y a buen ritmo se acercaba el misterio hasta el Prado de San Sebastián y la calle San Fernando sin pararse ante el Rectorado, para alejarse lo antes posible de una calor que caía a plomo sobre los capirotes de terciopelo granate, muchos de ellos levantados, sobre todo los de los más pequeños, o al menos separándolos de la cara, resoplando, hasta que los primeros tramos se resguardaban en la sombra del final de la plaza de la Contratación.

«Julia, Julia, descansa y refréscate un ratito en ese escalón hasta que se escuchen los tambores del Cristo», insistían madre y abuela de una pequeña nazarena cerreña que no estaba dispuesta a perderse detalle del paso de su cofradía. Eran las 16.15 en punto cuando el primer nazareno pedía la venia en la Puerta de los Palos para adentrarse por las naves catedralicias camino de la Puerta de San Miguel y desde allí, Avenida arriba hasta alcanzar por la calle Sierpes la Campana para de nuevo regresar hasta el Arenal donde se vivió uno de los momentos más esperados, por lo novedoso y lo plástico. ¡Qué bien lucen los pasos bajo el arco del Postigo!

Y no cabía un alfiler a ambos lados de este arco de maravilla, especialmente en el más próximo a la Avenida, cuando hasta allí llegaba el misterio del Señor Cautivo y Rescatado, y la luz iba cayendo, que no la temperatura, al menos en medio de esa gran bulla. Perfectamente enmarcado entre paredes color albero discurrió su paso hacia la calle Tomás de Ybarra entre el silencio y el respeto de su pueblo, entre ellos numerosos niños que buscaban el momento más adecuado para reincorporarse al cortejo.

Un silencio que se tornaba en algarabía, entre pétalos a la altura de la Pura y Limpia y reiterados vivas a la Virgen de los Dolores que al cruzar el Postigo pareció entrar por las puertas de su casa.

Aún antes de salir del centro la hermandad vivió otro momento único: la coincidencia en la Puerta de Jerez con La Candelaría que llegaba por la calle San Fernando tras cruzar sus Jardines.

El calor se tornó en fresco y la luz del sol en noche cerrada cuando El Cerro pasaba por el Palacio de San Telmo y Palos de la Frontera para retomar, tras la avenida de Portugal y Avión Cuatro Vientos, Ramón y Cajal, línea directa hasta su barrio.

Un año más, la hermandad de El Cerro volvió a dar ejemplo de devoción y cercanía. La religiosidad hecha pueblo... hecha Sevilla.