Un barrio de medalla

La hermandad de los Dolores hace grande a Torreblanca

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
17 jun 2016 / 21:05 h - Actualizado: 17 jun 2016 / 21:15 h.
"Hermandad de Torreblanca"
  • Una hermana, vestida de nazarena, reza con devoción ante el Señor Cautivo ante Pilato.
    Una hermana, vestida de nazarena, reza con devoción ante el Señor Cautivo ante Pilato.
  • Arriba, Isabelita Gallardo ante las imágenes en la parroquia.
    Arriba, Isabelita Gallardo ante las imágenes en la parroquia.
  • Ceremonia de bendición de la parroquia de San Antonio presidida por el cardenal Bueno Monreal el 23 de diciembre de 1961.
    Ceremonia de bendición de la parroquia de San Antonio presidida por el cardenal Bueno Monreal el 23 de diciembre de 1961.
  • El cardenal Amigo con Manuel Santizo de hermano mayor.
    El cardenal Amigo con Manuel Santizo de hermano mayor.
  • El hermano Manuel Miguel Cabello donando sangre.
    El hermano Manuel Miguel Cabello donando sangre.
  • Eugenio Baisón dando el pregón de la hermandad.
    Eugenio Baisón dando el pregón de la hermandad.
  • La Virgen de los Dolores en la zona de las Lumbreras de Torreblanca en la extraordinaria de septiembre de 2009 por el XV aniversario de la hermandad y el XX aniversario de la llegada de la dolorosa al barrio.
    La Virgen de los Dolores en la zona de las Lumbreras de Torreblanca en la extraordinaria de septiembre de 2009 por el XV aniversario de la hermandad y el XX aniversario de la llegada de la dolorosa al barrio.

Isabelita Gallardo le cuesta contener las lágrimas cuando habla de la hermandad. No lo puede evitar. Caacuerda de su esposo, al que perdió hace unos años y con quien se casó en 1986. «Fue ante la antigua imagen de San Antonio, la que hoy está en la sala capitular de la casa de hermandad. Era el santo novio del barrio. Todo el que lo tocaba se casaba, a mí no me hizo falta...», repite entre sollozos mientras dirige sus primeras miradas a la Virgen de los Dolores y al Cautivo. Isabelita recuerda que un año después de su boda la imagen del «patrón» volvió a salir por el barrio a iniciativa del párroco Antonio Olmo. La llegada del jesuita restituyó esta vieja tradición vinculada a las concurridas velás y verbenas que fueron referencias durante los años 60 y 70 en este humilde vecindario del extrarradio de la ciudad. Ello fue el germen de lo que con el tiempo se convertiría en la pujante hermandad de los Dolores de Torreblanca.

«Cuando llegué el barrio estaba un poco desangelado: la parroquia no estaba en el centro y había mucho distanciamiento. Teníamos que hacer algo y reuní a un grupo de fieles y familias cercanas y les propuse sacar en procesión al patrón del barrio», explica el párroco de entonces desde su destino actual en El Puerto de Santa María, donde le acompañan sendos cuadros con las imágenes del Señor Cautivo, la Virgen de los Dolores y San Antonio. Esta apuesta de la parroquia impulsó un movimiento cofrade que poco a poco y, no sin esfuerzos, fue adentrándose en los hogares del barrio. De estos años Isabelita recuerda con cariño las numerosas rifas que se realizaban para conseguir dinero para la banda de música de San Antonio. «La primera que se hizo era a 20 duros con un premio de 200.000 pesetas. Hemos llegado a rifar medallas de oro de la hermandad y láminas de Semana Santa que nos daban en El Correo de Andalucía cuando íbamos a pedirles ayuda a las instalaciones que tenían en la Carretera Amarilla. Llegó un momento que el párroco bromeaba y me decía: ‘Cualquier día vas a rifar la parroquia conmigo dentro’».

Unos comienzos duros pero en los que, como bien recuerda Isabelita, «también se ha disfrutado mucho porque todo se hacía con el corazón». Suerte que siempre contaron con la colaboración de Antonio Olmo. Un día pasó delante de un taller de imaginería de la calle Palacios Malaver y quedó prendado del busto de una dolorosa. «Me gustó porque era sencilla y tenía una expresión muy humana. Le dije al escultor [por José María Gamero Viñau] que la terminara, que la parroquia se quedaba con ella. Eda vez que entra en la parroquia se l templo estaba muy vacío y necesitaba de una imagen cercana que despertara devoción al misterio del dolor que tanto tiene que ver con aquella zona».

Las primeras intenciones fueron que se bendijera el 15 de septiembre de 1988 coincidiendo con la festividad de los Dolores Gloriosos pero, como añade Isabelita, «no llegaba la ráfaga» y el acto se retrasó al 7 de octubre, festividad litúrgica de la Virgen del Rosario. Quienes estuvieron presentes en la ceremonia aclaran una anécdota: la imagen se bendijo como «Virgen de los Dolores bajo el nombre de Rosario». Algo poco conocido en la hermandad pero que forma parte de sus orígenes prefundacionales.

En los archivos de la hermandad hay constancia de la primera salida procesional de la Virgen de los Dolores «en unas humildes andas» allá por 1989, como refiere Manuel Miguel Cabello, veterano costalero del palio y archivero de la cofradía durante varios años que, como muchos vecinos, formó parte de la asociación de fieles de San Antonio. «En los años siguientes se sacó la dolorosa con una cruz arbórea detrás con la fisonomía de una Soledad, como se pudo ver en la salida extraordinaria del 15 aniversario fundacional de 2009». No fue hasta 1991 cuando se pudo ver por primera vez bajo palio. Lo hizo en uno adquirido a la hermandad de la Vera-Cruz de El Viso del Alcor. Entre los costaleros que tuvieron el honor de pasearla por el barrio se encuentra Miguel Ángel Sevillano Muñoz: «Fue algo maravilloso. Desde aquel momento se me conoce en la hermandad como Galleta», revela este hermano que con el tiempo llegó a ser secretario segundo de la corporación.

Pero paralelamente también brotaba el sentimiento cofrade en otro punto del barrio. En torno a una Cruz de Mayo en las inmediaciones de la calle Torrescárcela se consolidaba el Centro Cultural Inmaculado Corazón de María, con Vicente Alonso como uno de sus principales impulsores. Al poco tiempo se hicieron con la imagen del Señor Cautivo. En esta encrucijada, de nuevo, el párroco marca el rumbo: «Antonio Olmo supo aunar esfuerzos e ilusiones de varios colectivos sociales, tradicionales y religiosos de Torreblanca, y tras haber tocado esas teclas en varios momentos claves propició la fusión de ambas entidades», argumenta Manuel Castillo, excapataz del palio. El inicio de la década de los 90 trae consigo el siguiente escalón de agrupación y la conciencia de hermandad en un grupo cada vez más amplio de vecinos. En esta época se enmarcan «las noches de cocheras limpiando la carcoma, agujero por agujero, de los respiraderos del paso del Señor Cautivo» o, bien, «limpiando los candelabros de cola de la hermandad de San Bernardo», recuerda Galleta, quien dice que nunca olvidará el momento en el que, por sorpresa, escuchó por primera vez en los pasillos de la casa de hermandad los compases de la marcha Dolores de Torreblanca. El sueño de una hermandad empezaba a tomar forma.

A Manuel Santizo, de la conocida saga de encendedores sevillanos, el destino le tenía reservado un papel destacado. Ocupaba la vicepresidencia de la agrupación parroquial cuando recibió una inolvidable llamada de Palacio el 19 de abril de 1994: «Era Martes de Feria, me acuerdo como si fuera ayer. Estaba en el trabajo cuando me llamó Soria Campos [por el delegado diocesano de hermandades de entonces]. No supe reaccionar. Lo primero que hice fue llamar a don Antonio y, entre risas, me dijo que ya lo sabía». Cómo lo celebraron Vicente Alonso, Manuel Lozano, Juan Castellano, Isabel Gallardo, Paco Acevedo, Rafael Gallardo, Bernardo Pérez y Manuel Castillo. Sin embargo, hubo que esperar un año entero para ver desfilar a los primeros nazarenos de capa blanca y túnica morada por el barrio. Al debut no faltó un enamorado de Torreblanca. Monseñor Carlos Amigo Vallejo presenció aquella primera estación como hermandad de penitencia de víspera: «Nunca faltó un Sábado de Pasión. Venía mucho antes de la salida. Le gustaba hablar con la gente, preguntarle a los niños y se quedaba sorprendido cuando entraba en la iglesia y veía los pasos. Nos decía que cada vez iba a mejor y que después del Buen Fin, esta era su hermandad», señala Santizo, quien empuñó la vara dorada desde 1997 a 2006. En este ir a más mucho tuvieron que ver las primeras juntas de gobierno, en las que llegó a ocupar cargo Isabelita. «Fui la primera mayordoma», apunta con orgullo mientras coletea la anécdota que tuvo con el cardenal Amigo: «Cuando nos recibió en una audiencia, me dijo que era la primera mujer en una junta de gobierno y cuando repetí en la segunda junta me dijo que era señal de que servía para el cargo».

Torreblanca empezó a engrosar la nómina y a afianzarse en «sus fines religiosos y también sociales y económicos» porque como dice el párroco, «con la situación del barrio, la Iglesia necesitaba hacerse presente y llegar a mucha gente necesitada». Fue entonces cuando la hermandad llevó «la parroquia al centro del barrio». De ahí que desde un primer momento se diseñara un itinerario de la cofradía que atravesara el mayor número de calles del barrio: «De la parroquia de San Antonio a la iglesia del Inmaculado Corazón de María con el fin de que la sintiera todo el barrio».

Los más veteranos recuerdan que los esfuerzos por consolidar la jornada del Sábado de Pasión en el barrio. «Estaba convencida de que la hermandad llegaría a ser algo grande y de que los comercios llegarían a cerrar en esta jornada», revela Isabelita, quien hoy por hoy se muestra satisfecha con el rumbo que ha cogido la hermandad, «única seña de identidad que une a todos los torreblaqueños».

A estas alturas nadie discute la función social de la cofradía, que se ha ganado el respeto dentro y fuera del barrio a base de compromiso y obras sociales: el comedor parroquial que atiende a casi cien niños, las acciones de Cáritas Parroquial y las actividades conjuntas que se realizan con las Hermanas de la Cruz. Un capítulo especial merecen las campañas de donación de sangre, una labor social que ha valido el reconocimiento de la ciudad al concederle la Medalla de Sevilla. Eugenio Baisón, colaborador del Centro Regional de Transfusiones Sanguíneas y artífice de esta iniciativa, detalla que los primeros contactos se entablaron en 2006 siendo hermano mayor Manuel Rocha. «Desde el primer minuto me enamoró Torreblanca. Encontré un compromiso de hermandad y de barrio y una colaboración sin precedentes que se ha mantenido todos estos años». Baisón destaca la máxima implicación de las distintas juntas de gobierno «haciendo un llamamiento por los supermercados y demás comercios» de cada una de las convocatorias que se realizan en las dependencias de la casa de hermandad: «La primera fue en septiembre coincidiendo con la festividad de la Virgen de los Dolores». En la actualidad son tres campañas al año, con las programadas en Cuaresma y ahora por la festividad de San Antonio.

Baisón, que ha sido el mayor donante de sangre de Sevilla, explica que el día que le toca a Torreblanca se vive como una fiesta: «La gente viene sin prisas. Son un ejemplo de civismo, que ante tanta necesidad y pobreza es lo único que pueden dar y lo dan con una generosidad pasmosa». Litros de solidaridad que se cuantifica desde el Centro de Transfusión Sanguínea de Sevilla. En total hay 546 donantes en el barrio, de los que un 52,5 por ciento son mujeres y un 47,6 por ciento son hombres invirtiendo la tónica dominante. Así, fuentes del centro han informado de que en estos últimos diez años se han realizado 1.805 donaciones en Torreblanca, 1.775 de sangre y 31 de plasma mientras que más de 200 personas se han ofrecido a donar pero no han podido. «Mientras que en la mayoría de hermandades se recogen 40 bolsas, aquí se superan las 100», subraya este donante retirado, nacido en Badajoz y residente en Mairena del Aljarafe. Quizás por eso vendría muy bien recordar el pasaje del Pregón de la Semana Santa de Eduardo del Rey Tirado de 1999: «Por eso, quien dude todavía de la vigencia hoy de nuestras cofradías que venga a Torreblanca y entre por sus calles, las de todos los días, las de los olvidos y las injusticias. Quien dude del testimonio de fe que supone una cofradía en la calle que pise ese suelo que solo conoce su cera y que vea ese nutrido cuerpo de nazarenos; al Señor Cautivo sobre un canasto de carpintero; a la Virgen de los Dolores en su modesto y tan digno palio, como la propia casa de María. Y que mire el rostro de sus vecinos, aquellos sevillanos de la Giralda invisible. Y luego, cuando vuelva dentro de las murallas, que responda si acaso aquello no es verdadero ‘vástago del tronco de Jesé’, y savia cierta de las propias cofradías de Sevilla...». Así es Torreblanca, un barrio de medalla para sentirlo en compañía de la Virgen de los Dolores y el Cautivo. No dejen de visitarlo.

A Isabelita Gallardo le cuesta contener las lágrimas cuando habla de la hermandad. No lo puede evitar. Se acuerda de su esposo, al que perdió hace unos años y con quien se casó en 1986. «Fue ante la antigua imagen de San Antonio, la que hoy está en la sala capitular de la casa de hermandad. Era el santo novio del barrio. Todo el que lo tocaba se casaba, a mí no me hizo falta...», repite entre sollozos mientras dirige sus primeras miradas a la Virgen de los Dolores y al Cautivo. Isabelita recuerda que un año después de su boda la imagen del «patrón» volvió a salir por el barrio a iniciativa del párroco Antonio Olmo. La llegada del jesuita restituyó esta vieja tradición vinculada a las concurridas velás y verbenas que fueron referencias durante los años 60 y 70 en este humilde vecindario del extrarradio de la ciudad. Ello fue el germen de lo que con el tiempo se convertiría en la pujante hermandad de los Dolores de Torreblanca.

«Cuando llegué el barrio estaba un poco desangelado: la parroquia no estaba en el centro y había mucho distanciamiento. Teníamos que hacer algo y reuní a un grupo de fieles y familias cercanas y les propuse sacar en procesión al patrón del barrio», explica el párroco de entonces desde su destino actual en El Puerto de Santa María, donde le acompañan sendos cuadros con las imágenes del Señor Cautivo, la Virgen de los Dolores y San Antonio. Esta apuesta de la parroquia impulsó un movimiento cofrade que poco a poco y, no sin esfuerzos, fue adentrándose en los hogares del barrio. De estos años Isabelita recuerda con cariño las numerosas rifas que se realizaban para conseguir dinero para la banda de música de San Antonio. «La primera que se hizo era a 20 duros con un premio de 200.000 pesetas. Hemos llegado a rifar medallas de oro de la hermandad y láminas de Semana Santa que nos daban en El Correo de Andalucía cuando íbamos a pedirles ayuda a las instalaciones que tenían en la Carretera Amarilla. Llegó un momento que el párroco bromeaba y me decía: ‘Cualquier día vas a rifar la parroquia conmigo dentro’».

Unos comienzos duros pero en los que, como bien recuerda Isabelita, «también se ha disfrutado mucho porque todo se hacía con el corazón». Suerte que siempre contaron con la colaboración de Antonio Olmo. Un día pasó delante de un taller de imaginería de la calle Palacios Malaver y quedó prendado del busto de una dolorosa. «Me gustó porque era sencilla y tenía una expresión muy humana. Le dije al escultor [por José María Gamero Viñau] que la terminara, que la parroquia se quedaba con ella. Eda vez que entra en la parroquia se l templo estaba muy vacío y necesitaba de una imagen cercana que despertara devoción al misterio del dolor que tanto tiene que ver con aquella zona».

Las primeras intenciones fueron que se bendijera el 15 de septiembre de 1988 coincidiendo con la festividad de los Dolores Gloriosos pero, como añade Isabelita, «no llegaba la ráfaga» y el acto se retrasó al 7 de octubre, festividad litúrgica de la Virgen del Rosario. Quienes estuvieron presentes en la ceremonia aclaran una anécdota: la imagen se bendijo como «Virgen de los Dolores bajo el nombre de Rosario». Algo poco conocido en la hermandad pero que forma parte de sus orígenes prefundacionales.

En los archivos de la hermandad hay constancia de la primera salida procesional de la Virgen de los Dolores «en unas humildes andas» allá por 1989, como refiere Manuel Miguel Cabello, veterano costalero del palio y archivero de la cofradía durante varios años que, como muchos vecinos, formó parte de la asociación de fieles de San Antonio. «En los años siguientes se sacó la dolorosa con una cruz arbórea detrás con la fisonomía de una Soledad, como se pudo ver en la salida extraordinaria del 15 aniversario fundacional de 2009». No fue hasta 1991 cuando se pudo ver por primera vez bajo palio. Lo hizo en uno adquirido a la hermandad de la Vera-Cruz de El Viso del Alcor. Entre los costaleros que tuvieron el honor de pasearla por el barrio se encuentra Miguel Ángel Sevillano Muñoz: «Fue algo maravilloso. Desde aquel momento se me conoce en la hermandad como Galleta», revela este hermano que con el tiempo llegó a ser secretario segundo de la corporación.

Pero paralelamente también brotaba el sentimiento cofrade en otro punto del barrio. En torno a una Cruz de Mayo en las inmediaciones de la calle Torrescárcela se consolidaba el Centro Cultural Inmaculado Corazón de María, con Vicente Alonso como uno de sus principales impulsores. Al poco tiempo se hicieron con la imagen del Señor Cautivo. En esta encrucijada, de nuevo, el párroco marca el rumbo: «Antonio Olmo supo aunar esfuerzos e ilusiones de varios colectivos sociales, tradicionales y religiosos de Torreblanca, y tras haber tocado esas teclas en varios momentos claves propició la fusión de ambas entidades», argumenta Manuel Castillo, excapataz del palio. El inicio de la década de los 90 trae consigo el siguiente escalón de agrupación y la conciencia de hermandad en un grupo cada vez más amplio de vecinos. En esta época se enmarcan «las noches de cocheras limpiando la carcoma, agujero por agujero, de los respiraderos del paso del Señor Cautivo» o, bien, «limpiando los candelabros de cola de la hermandad de San Bernardo», recuerda Galleta, quien dice que nunca olvidará el momento en el que, por sorpresa, escuchó por primera vez en los pasillos de la casa de hermandad los compases de la marcha Dolores de Torreblanca. El sueño de una hermandad empezaba a tomar forma.

A Manuel Santizo, de la conocida saga de encendedores sevillanos, el destino le tenía reservado un papel destacado. Ocupaba la vicepresidencia de la agrupación parroquial cuando recibió una inolvidable llamada de Palacio el 19 de abril de 1994: «Era Martes de Feria, me acuerdo como si fuera ayer. Estaba en el trabajo cuando me llamó Soria Campos [por el delegado diocesano de hermandades de entonces]. No supe reaccionar. Lo primero que hice fue llamar a don Antonio y, entre risas, me dijo que ya lo sabía». Cómo lo celebraron Vicente Alonso, Manuel Lozano, Juan Castellano, Isabel Gallardo, Paco Acevedo, Rafael Gallardo, Bernardo Pérez y Manuel Castillo. Sin embargo, hubo que esperar un año entero para ver desfilar a los primeros nazarenos de capa blanca y túnica morada por el barrio. Al debut no faltó un enamorado de Torreblanca. Monseñor Carlos Amigo Vallejo presenció aquella primera estación como hermandad de penitencia de víspera: «Nunca faltó un Sábado de Pasión. Venía mucho antes de la salida. Le gustaba hablar con la gente, preguntarle a los niños y se quedaba sorprendido cuando entraba en la iglesia y veía los pasos. Nos decía que cada vez iba a mejor y que después del Buen Fin, esta era su hermandad», señala Santizo, quien empuñó la vara dorada desde 1997 a 2006. En este ir a más mucho tuvieron que ver las primeras juntas de gobierno, en las que llegó a ocupar cargo Isabelita. «Fui la primera mayordoma», apunta con orgullo mientras coletea la anécdota que tuvo con el cardenal Amigo: «Cuando nos recibió en una audiencia, me dijo que era la primera mujer en una junta de gobierno y cuando repetí en la segunda junta me dijo que era señal de que servía para el cargo».

Torreblanca empezó a engrosar la nómina y a afianzarse en «sus fines religiosos y también sociales y económicos» porque como dice el párroco, «con la situación del barrio, la Iglesia necesitaba hacerse presente y llegar a mucha gente necesitada». Fue entonces cuando la hermandad llevó «la parroquia al centro del barrio». De ahí que desde un primer momento se diseñara un itinerario de la cofradía que atravesara el mayor número de calles del barrio: «De la parroquia de San Antonio a la iglesia del Inmaculado Corazón de María con el fin de que la sintiera todo el barrio».

Los más veteranos recuerdan que los esfuerzos por consolidar la jornada del Sábado de Pasión en el barrio. «Estaba convencida de que la hermandad llegaría a ser algo grande y de que los comercios llegarían a cerrar en esta jornada», revela Isabelita, quien hoy por hoy se muestra satisfecha con el rumbo que ha cogido la hermandad, «única seña de identidad que une a todos los torreblaqueños».

A estas alturas nadie discute la función social de la cofradía, que se ha ganado el respeto dentro y fuera del barrio a base de compromiso y obras sociales: el comedor parroquial que atiende a casi cien niños, las acciones de Cáritas Parroquial y las actividades conjuntas que se realizan con las Hermanas de la Cruz. Un capítulo especial merecen las campañas de donación de sangre, una labor social que ha valido el reconocimiento de la ciudad al concederle la Medalla de Sevilla. Eugenio Baisón, colaborador del Centro Regional de Transfusiones Sanguíneas y artífice de esta iniciativa, detalla que los primeros contactos se entablaron en 2006 siendo hermano mayor Manuel Rocha. «Desde el primer minuto me enamoró Torreblanca. Encontré un compromiso de hermandad y de barrio y una colaboración sin precedentes que se ha mantenido todos estos años». Baisón destaca la máxima implicación de las distintas juntas de gobierno «haciendo un llamamiento por los supermercados y demás comercios» de cada una de las convocatorias que se realizan en las dependencias de la casa de hermandad: «La primera fue en septiembre coincidiendo con la festividad de la Virgen de los Dolores». En la actualidad son tres campañas al año, con las programadas en Cuaresma y ahora por la festividad de San Antonio.

Baisón, que ha sido el mayor donante de sangre de Sevilla, explica que el día que le toca a Torreblanca se vive como una fiesta: «La gente viene sin prisas. Son un ejemplo de civismo, que ante tanta necesidad y pobreza es lo único que pueden dar y lo dan con una generosidad pasmosa». Litros de solidaridad que se cuantifica desde el Centro de Transfusión Sanguínea de Sevilla. En total hay 546 donantes en el barrio, de los que un 52,5 por ciento son mujeres y un 47,6 por ciento son hombres invirtiendo la tónica dominante. Así, fuentes del centro han informado de que en estos últimos diez años se han realizado 1.805 donaciones en Torreblanca, 1.775 de sangre y 31 de plasma mientras que más de 200 personas se han ofrecido a donar pero no han podido. «Mientras que en la mayoría de hermandades se recogen 40 bolsas, aquí se superan las 100», subraya este donante retirado, nacido en Badajoz y residente en Mairena del Aljarafe. Quizás por eso vendría muy bien recordar el pasaje del Pregón de la Semana Santa de Eduardo del Rey Tirado de 1999: «Por eso, quien dude todavía de la vigencia hoy de nuestras cofradías que venga a Torreblanca y entre por sus calles, las de todos los días, las de los olvidos y las injusticias. Quien dude del testimonio de fe que supone una cofradía en la calle que pise ese suelo que solo conoce su cera y que vea ese nutrido cuerpo de nazarenos; al Señor Cautivo sobre un canasto de carpintero; a la Virgen de los Dolores en su modesto y tan digno palio, como la propia casa de María. Y que mire el rostro de sus vecinos, aquellos sevillanos de la Giralda invisible. Y luego, cuando vuelva dentro de las murallas, que responda si acaso aquello no es verdadero ‘vástago del tronco de Jesé’, y savia cierta de las propias cofradías de Sevilla...». Así es Torreblanca, un barrio de medalla para sentirlo en compañía de la Virgen de los Dolores y el Cautivo. No dejen de visitarlo.