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Actualizado: 24 mar 2017 / 21:12 h.
  • El médico del agua

Juan José Salas es Doctor en Química por la Universidad de Sevilla y director de I+D+i de la Fundación CENTA, Centro de las Nuevas Tecnologías del Agua, un Centro de Investigación promovido por la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía, con el apoyo de otras entidades públicas y privadas del sector del agua.

Converso con él partiendo de un interesantísimo escrito de los muchos que ha realizado, donde hace un símil entre la salud del agua y de un paciente humano.

El sobrenombre de «médico del agua» me llama y mucho la atención.

El apelativo de médico del agua no es nuevo, pues ya en el siglo XVIII el Doctor D. Juan Vázquez Cortés, revalidado en Sevilla, se hacía llamar en sus escritos de esta manera y así era conocido en toda Andalucía. Este sobrenombre venía justificado por su defensa a ultranza de las propiedades curativas del agua, que era la base de sus tratamientos. Pero en esta ocasión me refiero a otra rama de la medicina del agua, la que se esfuerza en intentar devolver a las aguas, cada vez mas enfermas, su salud perdida.

Aunque pueda parecer una profesión nueva existe desde hace muchísimo.

El origen de esta profesión viene de antiguo y en su desarrollo y evolución se observan similitudes con la medicina clásica.

Hasta no hace relativamente mucho tiempo en el siglo XIX, el único tratamiento que se prescribía para las aguas enfermas se limitaba a su aislamiento, para evitar su contacto con los seres humanos y con las aguas que estos empleaban para beber. Se actuaba de forma similar a como se hacía en los casos en que se declaraba una de las muchas epidemias que asolaron a la humanidad en tiempos pasados, aislando al foco infeccioso.

En 1842 Sir Edwin Chadwick, estableció la necesidad de recurrir al empleo de sistemas separativos para la conducción de las aguas residuales y de las pluviales. Se propuso el empleo de las aguas residuales para fertilizar los suelos, convirtiéndose, de este modo, la aplicación al terreno, en uno de los primeros tratamientos prescritos para la cura de las aguas enfermas.

Mucho ha cambiado el sistema para tratar las aguas residuales.

A partir de aquí, se fueron desarrollando nuevos tratamientos. En un principio, estos se basaban en una simple «cura de reposo» del agua enferma, la fosa séptica en 1860. Lo que hoy llamaríamos tratamiento en régimen ambulatorio, sin hospitalización.

Pero ya a partir de mediados del siglo XX, lo habitual es que al paciente se le hospitalice, pasando directamente a la unidad de cuidados intensivos, donde se le mantiene con ventilación asistida y con control permanente de sus constantes vitales como son oxígeno disuelto, pH y temperatura.

Salvo contratiempos, el paciente experimenta en poco tiempo una notable mejoría, y puede abandonar el hospital tan solo unas horas después de su ingreso. Aunque a la salida su médico del agua de cabecera le suele insistir en que trate de seguir una dieta baja en grasas, proteínas y toallitas húmedas, lo normal es que estas recomendaciones no se respeten y que el paciente vuelva a recaer, mas tarde o temprano, precisando de nuevo asistencia médica.

Cada vez va siendo más habitual que se aproveche la estancia hospitalaria del paciente para someterlo a tratamientos complementarios, al objeto de reducir sus niveles de nutrientes y su potencial patógeno.

Para llegar al tratamiento oportuno que necesita cada paciente es necesario una serie de pruebas previas. ¿ Cómo se llevan a cabo ?

Como ocurre con la medicina humana, hoy en día rara es la ocasión en que un médico del agua se atreve a diagnosticar a un paciente sin las pertinentes pruebas analíticas previas. En este campo, las técnicas analíticas han experimentado un notable desarrollo, pasando en corto espacio de tiempo del empleo de determinaciones meramente organolépticas como son color, olor, sabor creo que no (se ríe), al uso de nuevas técnicas, que llegan a detectar concentraciones ínfimas de tóxicos.

Estas técnicas analíticas más refinadas están poniendo en evidencia que los pacientes ingresan hoy en día con elevados niveles de intoxicación, por el consumo creciente de nuevos contaminantes. Para esta nueva enfermedad, achacada al «progreso», se están desarrollando nuevos tratamientos de desintoxicación, que en corto plazo de tiempo se prevé que serán rutinarios en los hospitales del agua.

Es usted una eminencia en el sector del tratamiento de aguas residuales, una carrera profesional extensa dedicada al agua. Le voy a preguntar como a los artistas, ¿tuvo claro desde pequeñito a qué se quería dedicar?

Cuando de pequeño me preguntaban que quería ser de mayor, siempre respondía sin dudar: «médico». Ante esta respuesta mi madre solía comentar con ironía: «sí, médico del agua», sin haber oído hablar jamás del Doctor D. Juan Vázquez Cortés, pero quizás por paisanaje. Quién iba a imaginar en aquellos tiempos lo acertada que sería su predicción, pues llevo más de treinta años dedicándome a intentar sanar aguas enfermas.