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Actualizado: 19 feb 2018 / 23:27 h.
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Leo el boletín sobre vulnerabilidad social realizado por Cruz Roja y se me pone la piel como el caparazón de un centollo. A la noticia de que en 2050, según la ONU, seremos el país más envejecido de Europa, se une el hecho de que en la actualidad más de ocho millones son mayores de 65 años y que dos millones viven solos en sus casas, aun teniendo familia. Estos datos son tremendos, pero, ¿quién no conoce algún caso en su familia o fuera de ella que le ponga el cuerpo malo? Existe el aislamiento voluntario de personas mayores, o sea, el caso del anciano que decide vivir solo y no ser una carga para sus hijos o por pura independencia. Pero pensar, solo pensarlo, que muchos mayores son abandonados por los suyos hasta el punto de que mueren solos en sus casas, es para borrase del mundo de los humanos y cantar aquella seguiriya de Pastora: A los montes de Armenia / me tengo que ir / para vivir como los animales / por causa de ti. La mayoría de los animales no son capaces de hacer estas cosas. Y, claro, nuestros mayores piensan que son una maldita carga para la sociedad.

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