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Actualizado: 26 may 2018 / 21:16 h.
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La primera lectura de este domingo de la Santísima Trinidad (ciclo B) es tomada de una solemne exhortación que Moisés dirige a Israel antes de entrar en la tierra. El pasaje es precioso: Moisés comunica a su pueblo el misterio de la elección divina. El Dios creador, terrible y glorioso, se ha escogido a Israel como posesión suya, sacándolo de Egipto. Por eso, Israel debe reconocer que no hay otro dios fuera del Señor. El pueblo debe observar sus preceptos y mandatos para poseer la tierra y ser feliz. El Salmo canta dicha elección divina haciéndonos repetir: «dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad».

Con Jesucristo, la fe judía en el Dios único es enriquecida y ahondada. Jesucristo no es solo el hombre en plenitud, sino que también es Hijo verdadero de Dios. Dios se revela a partir del evangelio y la experiencia de Cristo como Padre divino. De ahí que los primeros cristianos comenzaran a bautizar a sus hijos, siguiendo las palabras que el Resucitado comunicó a sus discípulos según la versión de san Mateo, «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». El Dios único es también misterio personal y trinitario.

En la segunda lectura, San Pablo nos enseña que el Espíritu que hemos recibido por el bautismo nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Es el Espíritu quien da testimonio en nuestro interior y nos hace reconocer nuestra verdadera dignidad: hijos adoptivos, herederos de Dios y coherederos con Cristo.

En conclusión, la fe en la Santísima Trinidad no es un dogma complicado y abstracto, sino la convicción profunda de sabernos imagen de un Dios fascinante, personal y amoroso: un Dios único, pero no solitario.

Preguntas:

1. ¿Te reconoces elegido por Dios? Reflexiona sobre la identidad profunda de nuestro Dios que, si bien es altísimo y trascendente, también es cercano y personal; busca comunicarse con nosotros.

2. Según san Pablo, el Espíritu da testimonio en nuestro interior y nos hace clamar «¡Abba!» (Padre). Reconócete habitado por el Espíritu de Dios y deja que Él ore en tu interior.

3. La fe trinitaria se nos ha comunicado por el bautismo. Medita sobre tu identidad de bautizado. ¿Conoces la fecha de tu bautismo? Búscale y celébrala cada año como el día en que recibiste la filiación divina.