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Actualizado: 17 ene 2017 / 07:13 h.
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El entusiasmo por cambiarlo todo de los personajes de Bienvenido Mr. Marshall, lo producía, aparentemente, el deseo de mejora de un pueblo pero, en realidad, el motor estaba en que cada uno de sus habitantes quería obtener un regalo distinto (una vaca, una máquina de coser, una colcha...). Al final acaban peor, con más deudas, porque el americano ni se para pero, en caso de que lo hubiera hecho, habría dado igual: que cada uno hubiera visto cumplido su pequeño deseo no habría modificado en nada aquel mísero pueblo de una España mísera.

Las manifestaciones por mejoras en la Sanidad recuerdan a las de Berlanga: comenzaron pidiendo un Plan Marshall y, al final, cada cual se ha ido a la calle por una ambulancia, un médico, un autobús al hospital..., que, sin duda, hace falta en cada pueblo aunque, luego, lo que resuena es que se protesta contra un Sistema público de Salud. Las nuevas fuerzas de la izquierda y algunos personajes tan atrabiliarios como el agente artístico de la película, Manolo Morán, han llevado a cabo una agitación eficaz pero las movilizaciones las ha encabezado el PP. ¿Por qué quien de verdad privatiza se suma a los que piden tres o cuatro nuevos hospitales y cientos de servicios? Evidentemente porque le interesa que un sistema público, universal y gratuíto se cargue de mala fama. Obama se despidió el otro día advirtiendo que las conquistas democráticas no se debían a un orden natural inamovible; estaban siempre en peligro de perderse. Eso le está pasando a la reforma sanitaria social que él había comenzado a levantar.

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