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Actualizado: 13 sep 2018 / 22:52 h.
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Estos días he visto anuncios de visitas guiadas a la Sevilla flamenca de los cafés, con motivo de la celebración de la Bienal. Sevilla no conserva ni uno solo de aquellos cafés cantantes de tanta fama como fueron los de El Burrero, Silverio o Juan de Dios Jiménez. Ni siquiera el Salón Novedades, que estuvo en la Campana hasta 1923, cuando un alcalde que lo derribaba todo, El Alcalde Palanqueta –así le llamaban en Sevilla– lo echó abajo para ensanchar el lugar. También desaparecieron teatros de gran importancia, como el San Fernando, donde el flamenco creció y se desarrolló. Hace años organicé una vista guiada, la primera que se hizo en nuestra ciudad, y las personas que se apuntaron no daban crédito al hecho de que Sevilla no consevase prácticamente nada de la historia del flamenco. Ni si quiera se ha preocupado alguna institución pública de encargar un buen libro sobre el flamenco en Sevilla, su historia y sus muchos artistas, desde Silverio a José el de la Tomasa, sin olvidar a la Niña de los Peines o Pastora Imperio. Está bien eso de que ahora lleven a los turistas a ver las ruinas de un arte tan universal, pero es que no hay ni ruinas que ver. ¡Ay, Sevilla!

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