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Actualizado: 24 sep 2017 / 16:48 h.
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Enrique Ponce dando la alternativa a Pablo Aguado con Talavante como testigo. / Reportaje gráfico: Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Talavante esperando que doble su oponente. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Ponce toreando a la verónica. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Profundo derechazo de Pablo Aguado. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Alejandro Talavante toreando al natural. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Enrique Ponce, ciñéndose en su segundo toro. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    El toricantano Aguado sujetando el capote. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Ponce y su picador Manuel Quinta, que se retira. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Ponce se empleó a fondo con su segundo toro. / Reportaje gráfico: Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Pablo Aguado saluda al toro de su alternativa. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Ponce con toda su cuadrilla en la despedida del picador Manuel Quinta. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Juan José Trujillo se desmonteró. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Talavante se dobla con el primero de su lote. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Pablo Aguado, antes de salir a la plaza. / Antonio Delgado-Roig
  • Feliz alternativa de Pablo Aguado
    Enrique Ponce. / Antonio Delgado-Roig

Los vericuetos del toreo habían convertido en inesperada base de la feria a Alejandro Talavante, una decisión acogida con moderadísimo entusiasmo en una afición que sí tenía ganas de calibrar el estado de forma y sitio de un nuevo matador de Sevilla. Pablo Aguado, que tomó la alternativa con un ejemplar llamado Recobero, marcado con el hierro de Garcigrande y de 503 kilos de peso, pasó la prueba con creces y enseñó algunas virtudes que ganaron a su verdor: ambición, personalidad diferenciada y compromiso.

Aguado tuvo que tirar de paciencia hasta que el público se olvidó de la aparente descoordinación del toro de su doctorado. El caso es que se empleó en el caballo y se le vino como un rayo antes de que pudiera brindarlo a su padre después de recibir los trastos del oficio de manos de Enrique Ponce. Esos ayudados improvisados enseñaron el tono de una faena entregada y un punto discontinua en la que hubo hondura y ritmo interior. Aguado ha sabido entrar en Sevilla enseñando, además un infrecuente sentido de la medida que le animó a cortar cuando el toro, noble y algo remiso, terminó de echar el freno. Hubo gusto y sabor en los ayudados por bajo pero la espada, ay Señor, se empeñó en aguar una fiesta que podía haber sido redonda.

Y podía haber sido completa porque Pablo volvió a perder una oreja del ejemplar que cerró la noche, un torete con pinta de novillo que, ojo, estaba a punto de cumplir los seis años. En la faena hubo una primera fase de sobo y acople pero el asunto rompió por lo grande cuando el nuevo matador se echó la muleta a la derecha y cuajó una serie empacada y ligada que cosió a dos tandas sucesivas en las que hubo desgarro y reunión. La tensión argumental subió de inmediato pero Aguado supo que había que ir a por la espada cuando se acabó la gasolina de su enemigo. Los ayudados postreros volvieron a enseñar la garra y el regusto del toricantano, que volvió a olvidar la espada buena en el fundón. Tiempo habrá de corregirlo. Enhorabuena, matador.

Pero si el flamante diestro había dejado buen sabor de boca, el padrino no le fue a la zaga. Ponce llegaba a Sevilla a lomos de una racha triunfal que se frenó en seco con el toro imposible que sorteó en primer lugar. Es que no tenía ni un pase y el maestro valenciano comprendió que tocaba abreviar. Inasequible al desaliento, salió suelto y resuelto a triunfar como fuera con el remiso y soso cuarto, al que buscó todas las vueltas en una faena de impresionante fondo técnico que envolvió en una fachada de indudable atractivo estético. Ponce convirtió la lidia de ese toro en un sincero y emocionante homenaje al hombre que más años le ha acompañado en su cuadrilla: el picador Manuel Quinta, que se despidió del toreo después de picar al cuarto dejando atrás 36 años de oficio, 27 de ellos en las filas de Ponce.

Le habíamos dejado tapando, esperando y consintiendo esa media embestida, que acarició con sensacionales cambios de manos en un auténtico despliegue de supremacía profesional que dejó lo mejor para el postre. El diestro de Chiva tenía en la mano una oreja de peso pero la espada, una vez más, se encargó de escamotear un trofeo. La vuelta al ruedo, un punto forzada, no dejó de ser un regalo para su picador.

Y dejamos para el final al testigo del asunto, que esta misma tarde oficiará de padrino de la alternativa de Rafa Serna. Talavante sustituye a Manzanares que, mira por dónde, sí estuvo ayer en la plaza de Sevilla contemplando a sus compañeros detrás de un burladero del callejón. Seguro que al diestro alicantino -que no se prodiga con los garcigrandes- le debió gustar la noble y enclasada embestida del tercero de la tarde que fue, con mucho, el mejor de encierro charro.

Alejandro Talavante enseñó destellos de su propio esplendor -el inicio de faena, por bajo, fue excepcional- pero se acabó conformando con un aprobado alto sin optar a sobresaliente. En su labor hubo una primera mitad reunida y hasta inspirada pero ese hilo se acabó rompiendo. Paseó una oreja, la única del festejo, pero el asunto supo a poco. El quinto no tuvo la misma calidad pero sirvió, yendo a menos, en la muleta del extremeño que volvió a mostrar ese trazo facilón pero falto de redondez.


LA FICHA
plaza de la real maestranza

Ganado: Se lidió una corrida cinqueña -el sexto rozaba los seis años-, justa de carnes y de escasa presencia marcada con el hierro de Garcigrande. Destacó especialmente, por bravo y noble, el lidiado en tercer lugar. Sirvieron primero y sexto y resultó remiso y soso el cuarto. El quinto fue de más a menos. El peor, con diferencia, fue el intoreable segundo.

Matadores: Enrique Ponce, de pizarra y oro, silencio y vuelta al ruedo.
Alejandro Talavante, de esmeralda y oro, oreja y ovación.

Pablo Aguado, que tomó la alternativa y vistió de marfil y oro, vuelta al ruedo y ovación tras aviso.
Incidencias: La plaza registró casi tres cuartos de entrada en tarde veraniega. El picador Manuel Quinta, de la cuadrilla de Enrique Ponce se retiró de la profesión después de picar al cuarto. Ponce fue atendido en la enfermería de una leve contractura. Saludaron Aguilar y Trujillo.