Policía insostenible

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14 ago 2017 / 23:01 h - Actualizado: 14 ago 2017 / 23:01 h.
"Hispalíneas"

La información que el otro día daban estas páginas sobre cómo la proliferación de eventos había agotado las partidas presupuestarias municipales para horas extras de la plantilla de policías pone sobre el tapete una cuestión que tiene relación con el panem et circenses, pan y juegos de circo, de la sátira en la que Juvenal criticaba el olvido por el pueblo de Roma de su derecho democrático a involucrarse en la res publica, o sea en la política, prefiriendo la sopa boba y las diversiones. Pero, además, en este caso el circo atañe a un terreno delicado, precisamente ese en el que la ciudadanía delega en sus representantes la capacidad de la coacción necesaria para mantener la paz y el orden.

Pensándolo fríamente es de locos que en un mundo –el europeo– donde diariamente vemos desatarse tragedias que, ya sean intencionadas o fortuitas, hacen necesaria la intervención de unas fuerzas de seguridad con una formación muy costosa, la población pueda quedar desprotegida porque el dinero, teóricamente destinado a esa protección, se haya gastado en cabalgatas, carreras solidarias (en las que nadie sabe en qué consiste la solidaridad), procesiones extraordinarias y cosas similares que, en definitiva, forman parte del ocio. Pero así de ambivalente es este mundo en el que vivimos. Un mundo que ha conseguido evitar las guerras en el continente y luego, a fuerza de inconsciencia y burocracia, está logrando hacer insostenible el clima, la contaminación industrial, el turismo, el ocio... y la policía.

La información que el otro día daban estas páginas sobre cómo la proliferación de eventos había agotado las partidas presupuestarias municipales para horas extras de la plantilla de policías pone sobre el tapete una cuestión que tiene relación con el panem et circenses, pan y juegos de circo, de la sátira en la que Juvenal criticaba el olvido por el pueblo de Roma de su derecho democrático a involucrarse en la res publica, o sea en la política, prefiriendo la sopa boba y las diversiones. Pero, además, en este caso el circo atañe a un terreno delicado, precisamente ese en el que la ciudadanía delega en sus representantes la capacidad de la coacción necesaria para mantener la paz y el orden.

Pensándolo fríamente es de locos que en un mundo –el europeo– donde diariamente vemos desatarse tragedias que, ya sean intencionadas o fortuitas, hacen necesaria la intervención de unas fuerzas de seguridad con una formación muy costosa, la población pueda quedar desprotegida porque el dinero, teóricamente destinado a esa protección, se haya gastado en cabalgatas, carreras solidarias (en las que nadie sabe en qué consiste la solidaridad), procesiones extraordinarias y cosas similares que, en definitiva, forman parte del ocio. Pero así de ambivalente es este mundo en el que vivimos. Un mundo que ha conseguido evitar las guerras en el continente y luego, a fuerza de inconsciencia y burocracia, está logrando hacer insostenible el clima, la contaminación industrial, el turismo, el ocio... y la policía.