Artesano en la oscuridad

Ni la batalla más difícil puede con Francisco Bohórquez, un vecino de Arahal, que pese a su ceguera realiza maravillosas creaciones de cestería en mimbre

María Montiel marmondua /
06 ago 2017 / 20:48 h - Actualizado: 07 ago 2017 / 17:13 h.
  • Francisco Bohórquez Casado trabaja realizando una cesta de mimbre, una labor en la que destaca. / M.M.
    Francisco Bohórquez Casado trabaja realizando una cesta de mimbre, una labor en la que destaca. / M.M.
  • Bohórquez muestra algunos de sus trabajos. / M.M.
    Bohórquez muestra algunos de sus trabajos. / M.M.

Es la alegría personificada. Nadie podría decir que sus enfermedades han hecho mella en Francisco Bohórquez Casado, un vecino de Arahal que se enfrenta a su patología con una sonrisa que nada puede borrar. A pesar de su adversidad es un manitas con el mimbre, creaciones que hace tras formarse en un curso impartido por la ONCE en Arahal. Aunque en un principio fue reticente por su ceguera «ya que le decía a mi mujer que allí todos verían», pronto le cogió el gusanillo a esta afición que ahora practica cada día.

Se quedó ciego de la noche al día por un problema en los nervios de los ojos, que no es usual que ocurra en ambos y a la vez. Sin embargo, a pesar de la dureza de la situación, logró sacar fuerzas de flaqueza «por mis hijos que eran pequeños». Después de «ganar la ceguera», bromea entre risas Francisco, se acostumbró a llevar otra vida muy diferente y siempre con mucho positivismo.

Hace más de una década que vive en total oscuridad y, desde tres años antes, convive también con una leucemia que tiene «controlada». A pesar de ello, ha aprendido a vivir con normalidad e incluso «muchas personas me dicen que parece que veo. El hecho de perder la vista con 40 años me ha ayudado, porque me imagino cómo eran los colores y los objetos cuando tenía visión».

De la mano de la ONCE

Fue hace cuatro años cuando, desde la ONCE, le propusieron realizar un curso de mimbre en Arahal. Aunque en un principio no tenía idea de la cestería, poco a poco ha ido avanzando en este arte hasta realizar obras maestras. Paneras, hueveras e incluso botelleros son algunas de las creaciones que causan furor entre los vecinos.

Recibe encargos que le cuesta cobrar. Sin embargo, el precio simbólico de sus trabajos siempre lo reinvierte en mimbre para seguir avanzando en esta apasionante ocupación. Desde octubre hasta mayo se entretiene en el curso, que se imparte una vez en semana en el municipio, con siete personas inscritas «aunque ciegos completos solo somos tres».

Tal es su afición que incluso su hija le busca nuevas producciones a través de internet, que le va explicando su mujer. De ahí cogió la idea de unos sombreritos en miniatura que incluso ha vendido como recuerdos de primera comunión. Aunque todo lo realiza con sus manos, «en los sombreros tengo la ayuda de mi mujer, quien le pone el toque femenino, con los lazos y la pequeña flor».

Lo que más le gusta realizar son los trabajos que requieren mucha concentración porque son de pequeño tamaño. Sin embargo, son auténticas obras de arte los jarrones, paragüeros e incluso las cunas para los pequeños niños de Dios, que adorna, además, con pequeñas bolas, que muestra con mucho orgullo.

Está totalmente enganchado a estas manualidades, aunque le gustaría que desde la ONCE se impartiera un nuevo curso en Arahal. Él lo tiene claro y su preferencia, en el caso de poder elegir enseñanza, sería el cuero. En Sevilla hay un taller pero le cuesta trasladarse semanalmente a la capital para aprender una nueva afición.

Ahora está centrado en dos paneras, encargo de unas vecinas, pero tiene en mente un nuevo reto: realizar una cabeza de mimbre donde su hija pueda colocar las diademas de pelo. Pequeñas metas que se marca, con las que no para hasta llevarlas a buen puerto. Es además un aficionado a las ondas y realiza un programa de cocina en la emisora local. Ahora ayuda a su mujer en los fogones, pero hace años realizaba la comida en casa tras recibir un curso poco después de ser diagnosticado con leucemia. La visión no le ha quitado esta afición, que ahora comparte con los vecinos.

Su mujer es el bastón donde apoyarse en esta etapa de su vida. Aunque ella se queja, «porque siempre hay mimbre en todos los rincones de la casa», es su mayor compañía y más fiel ayudante. De hecho, lo sigue puntualmente a las clases, realizando mientras sus labores. Es ejemplo de coraje y valentía ante las adversidades. Prueba de ello es que deshace, cuantas veces sea necesario, sus trabajos hasta tener perfectos los objetos que realiza.