El garbanzo reclama un sitio en la Lonja de Cereales

Productores y envasadores destacan el valor de esta legumbre en la alimentación y en la mejora de los suelos y reclaman una apuesta decidida por el grano nacional por parte de las distribuidoras

30 abr 2018 / 07:36 h - Actualizado: 30 abr 2018 / 07:36 h.
"Agricultura","Consumo","El campo y su agroindustria"
  • Filomeno de Aspe (Lonja de Sevilla ) y Juan Mora-Figueroa (Caja Rural del Sur), durante la inauguración de la jornada. / Manuel Gómez
    Filomeno de Aspe (Lonja de Sevilla ) y Juan Mora-Figueroa (Caja Rural del Sur), durante la inauguración de la jornada. / Manuel Gómez

El garbanzo es uno de los grandes desconocidos para el consumidor, pese a que está en auge ante el crecimiento de la alimentación saludable. La popularmente conocida como proteína de los pobres ha escalado categoría hasta convertirse en un superalimento. Pero pocos conocerán que es uno de los productos clave del campo sevillano: el 60 por ciento de la producción de Andalucía sale de la provincia –el 50 por ciento si se mira desde el punto de vista nacional–. A pesar del peso del cultivo, que se comercializa como un producto saludable, está en auge y se vende a buen precio, al sector le gustaría «que se incorporase a la Lonja de Cereales de Sevilla» para defender mejor los precios ante la distribución, reclamó Juan Mora-Figueroa, consejero de Caja Rural del Sur.

Productores y envasadores se reunieron esta pasada semana en la jornada El garbanzo: del obtentor al consumidor –celebrada en la Cámara de Comercio– para poner en valor esta legumbre, que en la comunidad tiene su máximo exponente en el garbanzo de Escacena, «la primera y única Indicación Geográfica Protegida (IGP) de una legumbre en Andalucía», recordó el presidente de esta IGP, Juan Manuel Díaz del Valle.

Más allá de las altas cualidades culinarias del garbanzo de origen andaluz, Mora-Figueroa defendió el papel de este cultivo en la mejora de la calidad del suelo, «dado que ayuda a fijar nitrógeno». Asimismo, destaca la elevada adaptación del grano a la rotación en tierras de secano y la baja huella hídrica que deja en el suelo, tal y como expuso el gerente de la cooperativa Campo de Tejada, Antonio Tomás.

A pesar de todos los beneficios medioambientales del garbanzo, en las últimas dos décadas, los cambios en la PAC, unidos a la escasa investigación aplicada al campo y a la dificultad técnica del cultivo provocaron una caída de la superficie. Así, mientras que a finales de los 90 se superaban las 50.000 hectáreas en la comunidad, esta campaña, si la climatología lo permite, habrá en torno a 33.000.

Mejorar estos datos no sólo depende de que el consumidor aprecie más el producto en origen, sino de la apuesta decidida de la distribución por el garbanzo nacional. Por ello, más de uno echó en falta esta pata del sector en la convocatoria. Las empresas comercializadoras son conscientes de que la producción de esta legumbre es muy inestable y, por tanto, no hay un suministro continuo a las envasadoras, reconoció el gerente de Campo de Tejada.

Nuevas variedades

El elevado contenido en potasio y la arcilla del entorno de Escacena hacen de estas tierras un enclave idóneo para el cultivo del garbanzo. «De ahí su calidad», asegura Inmaculada Izquierdo, técnico en investigación de la cooperativa Campo de Tejada. Sin embargo, los encargados de este cultivo tienen que seguir investigando para hacer frente a dos grandes amenazas: la rabia y la fusariosis. La Universidad de Córdoba y el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa) llevan varios años trabajando para la mejora genética del garbanzo.

La cuestión no está en investigar y crear nuevas variedades, sino que éstas sean rentables para el agricultor. En este sentido, el director técnico de Agrovegetal, Ignacio Solís, puso como ejemplo la existencia de una treintena de variedades comerciales «que no se siembran». Por eso insiste en la necesidad de crear variedades que sean «la mejor en todo», es decir, «que produzca más, resista a las enfermedades y a las inclemencias del tiempo, y tenga una buena calidad para el envasado».

A nivel mundial

En el reparto de la producción mundial, España apenas se lleva un pequeño trozo de la tarta con sus 50.000 toneladas. Una producción que ha ido descendiendo en las últimas décadas, a pesar de que es uno de los principales consumidores de la Unión Europea, según expuso el gerente de la cooperativa Campo de Tejada. De hecho, la caída de la producción no se sintoniza con el crecimiento experimentado por la importación. «Entre el 60 y el 70 por ciento del garbanzo que se consume en España viene de fuera», expuso Tomás. Por ello, los productores reclaman entrar en la Lonja de Sevilla, ya que al final el peso del garbanzo foráneo es «el que fija el precio y, por tanto, hace difícilmente competitivo el de origen».

India es la principal productora, con el 67 por ciento de la cosecha. Es decir, más de 9 millones de toneladas. Además, también es el principal importador.

Más semilla certificada

El director técnico de Agrovegetal expuso los avances hechos por la productora de semillas con nuevas variedades de garbanzo, como es el Ituci. Tras comprobar el éxito de ésta en zonas como Escacena del Campo o Conil, la compañía ha apostado este año por comprobar la adaptación de esta nueva variedad «en una tierra más arenosa y con menor capacidad para retener agua» como es Écija, en colaboración con la cooperativa Coesagro.

Con esta labor de investigación, empresas como Agrovegetal se proponen que el sector crezca en base a la calidad de la producción y que ésta se haga con semilla certificada. En la actualidad, tan sólo en torno al 15 o 20 por ciento de la superficie andaluza de garbanzo es certificada, según Solís.

Escacena en Sevilla

Muchos pensarán que el garbanzo de Escacena es puramente onubense, pero no. De las 32.000 hectáreas que conforman esta IGP, más de 13.800 están ubicadas en la provincia de Sevilla, concretamente en los municipios de Castilleja del Campo, Aznalcóllar, Sanlúcar la Mayor, Albaida del Aljarafe y Olivares, poblaciones que antes de la división por provincias pertenecía a la comarca de Campo de Tejada, donde hay constancia de que se cultivaba esta legumbre desde el siglo XVIII.