Los granjeros de insectos

24 jul 2017 / 06:34 h - Actualizado: 25 jul 2017 / 11:46 h.
  • Ismael Ferreira y Joaquín Gil trabajan desde hace algunos años en una granja experimental de insectos que ahora pretenden orientar también al consumo humano. / V.C.
    Ismael Ferreira y Joaquín Gil trabajan desde hace algunos años en una granja experimental de insectos que ahora pretenden orientar también al consumo humano. / V.C.
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La nueva regulación que entra en vigor a partir del 1 de enero de 2018 que permite la comercialización de insectos en todos los países de la Unión Europea para el consumo humano y la elaboración de productos alimenticios abre nuevas posibilidades en la provincia de Sevilla. En la actualidad algunas granjas de insectos de la provincia están preparando proyectos para mejorar e impulsar su producción orientada tanto a la venta para consumo de mascotas, como hasta ahora venía produciéndose, como ahora, encaminada también al consumo humano y a la venta a restaurantes.

Uno de estos proyectos es el que promueven en Utrera el consultor informático utrerano de 56 años Joaquín Gil y el joven biólogo de 32 años de Cantillana Ismael Ferreira. Ambos llevan gestionado desde hace varios años una pequeña granja experimental de insectos bajo la firma Bioprin que comenzó, en principio, con fines de investigación, pero que se ha lanzado experimentalmente a la producción a media escala de algunas especies de insectos para la venta como alimento para mascotas. Entre las especies que se están produciendo se encuentran el tenebrio molitor también conocido como gusano de la harina amarilla, la cucaracha de Madagascar y la larva de la mosca soldado negra, además de experimentar con otros insectos como el saltamontes y el grillo, entre otros.

Para adaptare a la nueva normativa europea que abre nuevos mercados y posibilidades a este tipo de granjas en España, según explicó a este periódico Joaquín Gil, están ya trabajando sobre la base de «un nuevo proyecto para el que ya estamos dando algunos pasos y para el que buscamos nuevos inversores para invertir en un sector que tiene mucho futuro». En este sentido, explicó que la idea es crear una factoría en una nave modular de unos 500 m2 con capacidad para producir 5.000 kilos de insectos al mes.

Hasta ahora, según afirma Joaquín Gil, en España se ha estado en desventaja con otros países porque cada país desarrollaba una normativa propia y en países como Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Holanda y otros tenían permitida la comercialización de insectos para consumo humano y en España no. De esta forma, según explicó Joaquín Gil, se ha dado la paradoja de que restaurantes españoles han pedido insectos para elaborar algunas recetas y no han podido suministrarlos por estar prohibido en nuestro país, y estos mismos restaurantes sí han podido conseguirlos legalmente de Francia, donde sí está legalizado.

Esto cambiará a partir del 1 de enero de 2018 cuando entre en vigor la nueva normativa de la Unión Europea que iguala a todos los países. «Entonces estaremos en igualdad, pero en desventaja por la falta de concienciación y la mala imagen que hay del consumo humano de insectos, algo que va en la cultura».

Por ello el nuevo proyecto de granja de insectos en Utrera mantendrá en su fase inicial una parte mayor de su producción orientada como hasta ahora para el consumo alimenticio de las mascotas y la destinada a consumo humano irá ampliándose de forma escalonada y proporcional a la evolución del mercado.

Según el biólogo Ismael Ferreira, el consumo de insectos por los seres humanos tiene ventajas energéticas y medioambientales. En este sentido, recuerda que los insectos comestibles son catalogados por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como un «superalimento» por sus propiedades nutritivas al ser ricos en proteínas, vitaminas y otros micronutrientes y ello supondría una gran ventaja.

Otra sería, según dijo Ferreira, que los insectos como alimentos suponen un impacto medioambiental mucho menor que las granjas de ganado bovino o porcino y pueden ayudar a garantizar el desarrollo sostenible de la industria alimentaria. En este sentido explicó que «las granjas de insectos son limpias y mantienen un control medioambiental, sin pesticidas ni químicos que aseguran la sanidad de sus productos».

Por el contrario, según el biólogo, el principal problema es la concienciación y la cultura, pero es sólo eso porque el hombre ha venido alimentándose con insectos desde la prehistoria y en otros países y culturas de América, Asia o África forma parte de la dieta habitual.