Roscos y roscas benditos por San Blas

La Puebla de Cazalla celebra una de sus tradiciones religiosas con más arraigo en la localidad

María Montiel marmondua /
03 feb 2017 / 21:15 h - Actualizado: 03 feb 2017 / 21:46 h.
"Religión","Tradiciones"
  • El párroco de La Puebla de Cazalla bendice los roscos y roscas que le acercan fundamentalmente los más pequeños. / M. M.
    El párroco de La Puebla de Cazalla bendice los roscos y roscas que le acercan fundamentalmente los más pequeños. / M. M.
  • Roscos y roscas que portaba ayer en un cesto una niña. / M.M.
    Roscos y roscas que portaba ayer en un cesto una niña. / M.M.

El suave tintineo de los roscos acompañaba ayer a los niños camino hacia la Plaza Vieja. Las pequeñas manos sujetaban con fuerza el gran lazo lleno de roscos y coronado con dos roscas de pan. Es San Blas y los niños y mayores moriscos viven, de nuevo, una de sus tradiciones más arraigadas.

El suave olor a canela y almendra envolvía la plaza mientras se esperaba el momento en que don Manuel saliese a las puertas de la iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes para dar la bendición antes de catar el delicioso manjar. Pocos pudieron resistirse y algún que otro bocado tímido se escapó antes de llegar hasta el agua bendita.

El cielo estaba ayer nublado y las nubes no daban tranquilidad. Sin embargo, finalmente se pudo celebrar la bendición a partir de las cuatro y media de la tarde. A pesar de que el tiempo no acompañaba y el viento jugaba alguna que otra mala pasada, fueron cientos los moriscos que se acercaron hasta la iglesia. Los pequeños con los lazos y los mayores con canastos de mimbre coronados con las roscas de pan, que son amasadas solo para este día.

Una tradición típica en diferentes municipios de la provincia de Sevilla aunque se torna muy especial en La Puebla de Cazalla por sus roscos, muchos de ellos horneados en un antiguo horno de leña, como el situado en la Plaza del Convento, que es toda una institución en la localidad.

Días antes se prepara la receta de estos dulces que pasan de generación en generación a base de harina, azúcar, huevo y aceite, más las especias que le dan el sabor tan peculiar. Es en la mañana del día 3 de febrero cuando se prepara para su bendición ante el párroco.

Ya por la tarde, con ilusión y alegría llevaban los pequeños sus lazos, muchos de ellos rozando el suelo por el peso, a pesar de que también se hacen en tamaño pequeño. Martina esperaba la fila con su pequeño canasto donde llevaba los roscos con un lazo rosa. Unas gotas de agua caían a los dulces y los salpicaban, exclamando los pequeños que «está el agua muy fría». Tras el clásico ritual, se hicieron las fotos que atesorarán los álbumes durante décadas. Ninguna familia se escapó a la tentación de tener entre sus recuerdos varias estampas de los niños en el día de San Blas.

Cuenta la tradición que se llevan a bendecir para evitar males de garganta, tan propios de esta época del año. Por ello, los pequeños evitan enfermedades llevando sus lazos –rosas ellas, azules ellos– cargados de roscos que se degustan, tras el agua sagrada, para la merienda. En un principio estaba previsto instalar una barra, con chocolate y café, cuyos fondos serían destinados a Cáritas. Sin embargo, las malas predicciones meteorológicas hicieron que finalmente se suspendiera esta actividad.

Según el archivero local –con documentación que incluso está microfilmada y que fue encontrada en 2015– la veneración a San Blas se remonta al 3 de febrero de 1586 cuando Alonso Vidal el mozo, vecino de La Puebla, «dona a los frailes del convento de la Candelaria una reliquia del santo». El donante les entregó un relicario en cuyo interior se encontraba un hueso del Bienaventurado San Blas, acompañado de un documento expedido en Roma, conocido como authentica, que certificaba la autenticidad de la reliquia. La donación se hizo con la condición de que los frailes quedasen obligados a decir anual y perpetuamente tres misas de réquiem por el alma de Alonso Vidal y sus familiares difuntos.

Esta reliquia, que se sacaba el día 3 de febrero, desapareció durante la guerra civil, sin embargo, su devoción continúa muy presente en este pueblo cada festividad de San Blas gracias a los deliciosos roscos.