Un autor escondido en un forro

Un documento hallado en el interior del manto de la Virgen de la Soledad de Benacazón confirma la autoría de Juan Bautista Gimeno y la fecha de realización de la pieza, en 1929

29 may 2017 / 20:24 h - Actualizado: 29 may 2017 / 20:28 h.
"Religión"
  • Detalle del manto a su salida de la iglesia. / Fotos: Hermandad de la Soledad
    Detalle del manto a su salida de la iglesia. / Fotos: Hermandad de la Soledad
  • El documento que indica los autores.
    El documento que indica los autores.

Nunca un forro dio para tanto. Sobre todo si durante casi un siglo ha guardado a buen recaudo la autoría y la ejecución de la pieza que lo contenía. Es el caso del manto procesional de la Virgen de la Soledad, de la homónima hermandad de Benacazón. Ningún solaero podía imaginar que en su interior se ocultaba el nombre del autor –el bordador Juan Bautista Gimeno–, la fecha de ejecución –1929– y el elenco de bordadoras que dieron vida al hilo dorado que por todo su perímetro refulge.

El hallazgo ha sido obra de los hermanos José y Antonio Garrido, mayordomo segundo y prioste de la corporación, respectivamente. Tras la estación de penitencia, el pasado Viernes Santo, ambos hermanos procedieron al repaso habitual para localizar posibles desperfectos. «Antonio notó como un papel en la cola del manto que en años anteriores no estaba. Imaginamos que estaría cosido o sujeto en la parte de arriba y con el movimiento se vino abajo», explica José. Ante la duda «con una tijera y mucho cuidado descosí un poco el forro y pude sacar el documento». Se trataba de un sobre, con una inscripción caligráfica: «A Nuestra Señora de la Soledad, para que nos proteja y nos ampare en la vida y en la muerte. Amén».

En su interior, un documento manuscrito certificaba la autoría, la dirección del trabajo, la fecha e incluso las 18 bordadoras que participaron en su confección: «Este manto se bordó en los talleres de la Casa de Ornamentos de D. Juan Bautista Gimeno, dirigido por Dña. Antonia Bautista de Gimeno y bordado por las señoritas: Concha Marín y Asunción Reina, Soledad Moreno, Matilde Boto, Anita Domínguez, Pilar Dorado, Nuria Pineda, Estrella Ortega, Rosario Ocaña, Carmen Hernando, Asunción Gutiérrez, Carmen Serrano, Gregoria y Elvira Ramiro, Cándida Domínguez, Carmen Chaparro, Rosa y Concha Gimeno. Año 1929, Sevilla».

Antonio asegura que se sintió «muy nervioso, a la vez que contento y muy orgulloso» al haber confirmado una hipótesis que venía barajando. De hecho, en 2016 publicó en el boletín de la corporación el resultado del estudio realizado con su hermano, que otorgaba la autoría a Gimeno, una acuciante incógnita en la hermandad. «Comparándolo con otras obras e investigando empezamos a encontrarle similitudes en técnicas y diseños con mantos como los de la Virgen del Valle de Écija, la Virgen de las Angustias de Ayamonte, o el de la patrona de Benacazón, la Virgen de las Nieves», piezas atribuidas y confirmadas del artista.

Aunque la hermandad no conserva ningún documento que lo corrobore, «Gimeno concluye en 1927 la parte interna de las bambalinas del antiguo palio, y hay constancia escrita de esa relación con nuestra hermandad». Este vínculo, junto con las coincidencias estilísticas, sustentó la hipótesis de la autoría, que el sobre oculto en el forro ha confirmado.

El bordador valenciano Juan Bautista Gimeno tuvo taller en las calles Tetuán y Amor de Dios de Sevilla. Se le conocen principalmente mantos bordados –además de los citados, el de la Piedad de Sanlúcar la Mayor, el de las Nieves de Bormujos–, el simpecado y las bocinas de la hermandad de la Esperanza de Triana. Obras de destacado diseño y ejecución, como el manto benacazonero. Elaborado en terciopelo negro, está bordado en oro con «hilo mate, brillo, hojilla, canutillos, tachuelas y lentejuelas escamadas». De estilo barroco, destacan «hojas de acanto, roleos, el jarrón central y una concha». Presenta además una amplia variedad de técnicas: «cetillo, espiga, honda, doble honda, cartulinas, cables de hojillas».

El manto tuvo una importante intervención en los años 80 del siglo XX. Utilizado en un paso de reducidas dimensiones, portado «a manguillos» –con maniguetas–, que al ser aumentado dejó insuficiente el tamaño del manto para las nuevas dimensiones. Quedó entonces en desuso hasta que fue ampliado por las monjas del convento de Santa Isabel de Sevilla. Para ello se usaron piezas de otro manto, obra de Patrocinio López, que las citadas religiosas poseían. «Se empalmó la cola con un nuevo terciopelo y se le añadieron los nuevos bordados encima. La parte antigua no se ha tocado. Por tanto, el manto original se conserva tal y como salió del taller», explica el mayordomo. Por este hecho, además, se dice que «son dos mantos en uno».

Ante el delicado estado de conservación, la junta de gobierno proyecta su restauración y reforma: «A pesar de que los bordados añadidos son igual o más buenos que los antiguos, no tienen que ver con la parte originaria». Y es que la parte añadida, con diseño asimétrico, rompe la simetría de la parte primitiva. Con la intervención de conservación, «la intención es reformar la cola para que mantenga el mismo estilo que la parte de Gimeno».

Busca así la corporación dar el valor y consideración que se merece a esta destacada pieza de su patrimonio. «A parte del indudable valor artístico que tiene, ahora se le da una mayor consideración. Es algo importante para nosotros porque siempre hemos tenido esa incógnita», aseguran. Sobre todo por reunir diseños y puntadas de dos destacadas figuras del bordado como Patrocinio López y –ahora ya sí confirmado– Juan Bautista Gimeno.