Un camino que no acaba con la vuelta

Cientos de peregrinos caminan hasta San Benito para la celebración de su romería, una de las más destacadas de la provincia

26 ago 2018 / 22:05 h - Actualizado: 26 ago 2018 / 22:19 h.
  • Muchos fieles al Patrón de la Sierra optan por hacer el camino hacia la ermita fuera del recorrido de las hermandades, como este grupo de Cantillana. / Reportaje fotográfico: F. J. D.
    Muchos fieles al Patrón de la Sierra optan por hacer el camino hacia la ermita fuera del recorrido de las hermandades, como este grupo de Cantillana. / Reportaje fotográfico: F. J. D.
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Con la tarde del sábado en pleno apogeo de calor, un grupo de cantillaneros emprendía la marcha en dirección a San Benito. No eran los primeros. Desde que la hermandad filial inició su camino en la mañana, el chorreo de peregrinos fue incesante. Por sus obligaciones o porque prefieren hacerlo de forma más íntima, peregrinan de forma particular en otros horarios al margen de las hermandades.

Es la forma de rendir honores desde tiempo pasados, y que se ha mantenido como tradición. Pero también se va andando como ofrecimiento de penitencia o como agradecimiento por intercesión. Se tiene a San Benito por mediador, y peregrinar hasta su ermita es asunto obligado de todos sus devotos.

Proliferaban chalecos reflectantes en el camino. El grupo de Cantillana decidió uniformarse con las camisetas naranjas de La Huella de Álex, la carrera solidaria con la que la localidad se concienció en la lucha contra esta enfermedad con el ejemplo del chaval que no consiguió vencerla.

El trayecto desde Cantillana dibuja una línea de 26 kilómetros a través de campos y sierra. Caminos particulares que en estos días se abren para permitir el tránsito de peregrinos. El Palmitero, Santa Matilde, Las Lagunillas y Los Carrizos son algunas de las fincas que se atraviesan. Algunas paradas en los lugares de sombra para reagruparse y beber jalonaron el tránsito, en el que cupieron momentos de risa, de charla, de compañerismo y de silencio para la oración. Porque más allá del reto personal siempre hay un trasfondo de fe y de oración. Y muchos silencios cuando el camino se ponía duro y la pendiente hacía apurar las fuerzas.

La entrada de Los Melonares sirvió de merendero para reponer fuerzas en torno a las 22.30 horas. Momento en el que las hermandades hacían su presentación ante San Benito, con el gentío admirado de las habilidades del joven boyero cantillanero al guiar a los animales.

La noche de luna llena permitía la iluminación justa para seguir el itinerario. El camino no es un paseo, es duro y requiere esfuerzo. Pero el silencio de la noche y la oscuridad invitaban a concentrarse y a evitar distracciones. Algunos eran habituales en este camino, como Fernando, Cecilia o Pastora, que van cada año. Para Jesús, sin embargo, era una experiencia nueva. «No hay folclore ni diversión, nunca lo hubo. Hay mucho de encontrarse a uno mismo en la paz del campo, con la oscuridad de la noche cubriendo como un antifaz para meditar. Es la fe más pura», comentaba. «El esfuerzo pretende pagar con los sudores de este trayecto a pie las encomiendas y las gracias».

El trasiego de vehículos y personas llegando al recinto de la ermita era incesante. Eran los últimos metros para culminar la peregrinación, y el camino ya pesaba. Culminaban las promesas, como la de una señora que caminaba descalza protegiendo sus pies solo con unos calcetines. «San Benito siempre está. Es la esperanza cuando cuesta mantenerla. Encomendarse a él es sentirse amparados. Por eso nos agarramos a San Benito, es como el amigo seguro que nunca falla, y a quien nos confiamos cuando todo parece perdido», reflexionaban en el grupo.

Pasados unos minutos de la medianoche el grupo de Cantillana hizo entrada en el recinto de San Benito. Momento en el que desde Alcalá del Río, un grupo de alcalareños acompañados por peregrinos llegados desde El Viso del Alcor iniciaban su caminar. Un trayecto por carretera con puntos complicados como Barranco Hondo. 32 kilómetros que completaron a las 7 de la mañana.

Los quemaderos de velas eran un ascua en la oscuridad, repletos de velas, donde los peregrinos se afanaban en buscar huecos libres donde dejar las suyas. «Luz de vida en la cera que arde. Promesas que se queman para que el humo llegue bien alto, buscando la divinidad, que seguro que nos escucha», comentaba Jesús.

En el grupo, Reyes quería ponerse a prueba con un camino diferente al del Rocío, que conoce bien. «He encontrado momentos de recogimiento que me han llenado mucho», explicaba cansada. Un camino «muy duro que repetiría por algo muy gordo». Porque no se duda de que San Benito siempre va a estar escuchando.

Rosario señalaba que «cuando el cansancio ha hecho mella es cuando de verdad han florecido sentimientos y emociones». Los recuerdos «de niña, adolescente y adulta, para presentarle a mis hijos o para aferrarme a su reja en los momentos complicados» se revivían a cada paso.

Laura, acompañada por Esperanza Soledad, hacía el camino «de coche escoba». Encontraron la quietud de la alta madrugada en la ermita. «El año pasado hice una promesa y quería venir andando a agradecerlo. Como estoy embarazada, no me lo han permitido», explicaba. La guardesa que velaba al santo en estas horas de vigilia les permitió entrar al presbiterio. «Nos ha regalado una medalla pasada por el hábito de San Benito para que me ampare en el parto».

Antonio José se encomendó al santo en la enfermedad. «Habrá millones de casos, pero a mí me concedió el milagro, y mientras pueda voy a ir todos los años a darle las gracias». José, de Mairena del Alcor, también encomendó a su amigo y «tenía que ir sí o sí a agradecérselo. Ha sido duro pero llegar hasta él ha merecido la pena, una experiencia que repetiré seguro».

Cuando el grupo de Alcalá del Río llegó, pasadas las 9 de la mañana, a su pueblo, unos vecinos de La Rinconada aparcaban su coche en las inmediaciones del Pilón. «Venimos como cada año a hacer andando el camino hasta la ermita, y esperar hasta la salida del santo por la tarde para volver», explicaban. Unos de tantos que desde el viernes reservaron unas horas para ir hasta este apartado enclave, que no por recóndito es desconocido.

Son algunos ejemplos de lo que fue este fin de semana Castilblanco, la comarca y toda esa parte de la provincia. Pero no los únicos, porque como estos tres grupos muchas, incontables, fueron las personas que a pie, en vehículos particulares, en transporte público o en viajes organizados, postraron su devoción a los pies del Patrón de la Sierra.

Daban las 8 de la tarde cuando la campana de la espadaña se volvía loca. Las mujeres de Castilblanco traían con esfuerzo las andas hasta la puerta, sobre las que se alzaba el áureo templete que cobija a San Benito. La imagen lucía el conocido como hábito de gala, restaurado y enriquecido en fechas previas y que componía la estampa más clásica para la salida procesional. La banda Virgen de Gracia interpretó la marcha real para dejar el paso arriado ante el púlpito, donde el reverendo Carmelo María Santana desgranó las gracias y loores del alcalde perpetuo castilblanqueño.

Con su habitual corte de nardos y rodeado del fervor de su pueblo y de todos los pueblos que van a verlo, engarzando marchas fue ascendiendo el real de la ermita, precedido de los estandartes de las filiales. Plegarias silenciosas y niños que llegaban en volandas hasta las andas copaban cada descanso en el trayecto.

Llegado a la cruz del real, la procesión volvió a encaminarse al templo, escribiendo ya los últimos momentos de esta romería. La puja de bancos, donde se ofrecen los ahorros de todo un año de gratitud para poder agarrarse a las maniguetas y ser quien deposite a San Benito de nuevo en el presbiterio puso fin, cerca de la medianoche, a los días en su honor.

Muchos retornaron entonces a sus puntos de origen. Otros han esperado a hoy para salir con las hermandades, para hacer los 12 kilómetros de camino hasta el pueblo con la Matriz y disfrutar de este día de fiesta local. Pero a pesar de marcharse, el camino de San Benito nunca se acaba. Se anda y se desanda tan continuamente que siempre pareciera la misma marcha. El próximo fin de semana muchos de los que hasta allí fueron volverán a recorrer la distancia entre el Pilón y la ermita para ver al Santo. Y el siguiente.

Cualquier tarde se cogerá el coche para quemar unas velas y rezar unas oraciones. Ningún día del año faltará el trasiego por el camino, que arreglado o lleno de baches no supondrá inconveniente para transitarlo hasta el pequeño templo. Siempre habrá alguien andando, unos van y otros vuelven pero el Santo siempre permanece. El camino de San Benito no se acaba nunca, y por eso se le pide salud, para poder seguir viniendo.