Un peludo seguro de vida

Tras ser adiestrado por Isara, el perro Apolo alerta a la joven Natalia, que padece diabetes tipo 1, cuando sufre una hipoglucemia y evita que entre en coma

19 feb 2017 / 21:01 h - Actualizado: 19 feb 2017 / 21:02 h.
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  • Apolo y Natalia han creado un vínculo que ha permitido a la familia ganar en seguridad y libertad. / Jesús Barrera
    Apolo y Natalia han creado un vínculo que ha permitido a la familia ganar en seguridad y libertad. / Jesús Barrera
  • Los adiestradores de Apolo y la familia de Natalia, en su vivienda. / Jesús Barrera
    Los adiestradores de Apolo y la familia de Natalia, en su vivienda. / Jesús Barrera

Desde que a Natalia con cinco años (tiene ahora 16) le diagnosticaron diabetes tipo 1, Isabel, su madre, centró todos sus esfuerzos en cuidar a la niña, llegando incluso a perder su trabajo como limpiadora en Alcalá de Guadaíra, donde residen junto a Navarrete, el padre, y Adrián, el pequeño de 13 años. Porque la chica, que también padece malformación de Chiari tipo 1, hipotonía muscular y descoordinación visomotora, al sufrir una hipoglucemia corre el riesgo de convulsionar y entrar en coma, así que quedarse sola era, hasta ahora, impensable.

Pero eso cambió cuando Apolo, un perro mestizo mezcla de podenco y labrador, llegó a sus vidas hace unos meses, convirtiéndose en el peludo seguro de vida de Natalia y, por extensión, de su familia. Y es que el can, cada vez que detecta a través de su olfato una bajada de glucosa en la sangre de Natalia, ladra, alertando a la joven para que se mida el azúcar y, en función de los niveles, poder actuar en consecuencia. Todos han ganado, por tanto, en «seguridad, tranquilidad y libertad, porque allí donde íbamos teníamos que llevarnos a Natalia, quisiera ella o no». Ahora, salir con sus amigos, echarse una siesta o, simplemente, quedarse sola en casa, ya no supone ningún problema gracias a la compañía del que es el primer perro de alerta médica para diabéticos en Andalucía.

Eso sí, en esta historia, la ayuda ha sido recíproca, pues Apolo fue salvado de la calle por sus propios ángeles de la guarda, Raúl e Isabel, presidente y directora, respectivamente, de la Institución para la Socialización, Acogida, Rehabilitación y Adiestramiento canino (Isara). «Lo recogimos prácticamente recién nacido en una camada no deseada en un campo, donde pasaba frío y calamidades y apenas comía lo poco que encontraba», cuentan desde Isara, cuya labor se ha centrado desde su fundación en el adiestramiento canino, «pero a niveles menos complejos, como educación y obediencia o el rastreo de sustancias más sencillas».

El reto les llegó cuando la familia de Natalia acudió a su sede de Alcalá tras una intensa búsqueda de adiestradores para este fin: «Por lo que habíamos visto en televisión, la técnica solo se había puesto en práctica en Zaragoza, Barcelona y Madrid, con unos precios altísimos». De hecho, Navarrete llegó a vender su moto de gran cilindrada para poder costearlo. En las cantidades consultadas se incluía, además, la venta del perro.

Al ser una organización sin ánimo de lucro y con «compromiso social en la lucha contra el maltrato y abandono animal», Isara ha asumido el 75 por ciento del coste del entrenamiento, permitiendo a la familia de Natalia asumirlo al tiempo que ha dado una segunda oportunidad a Apolo. Claro que este no es un perro cualquiera, y fue escogido porque reunía, a juicio de Raúl, tres condiciones básicas para convertirse en el guardián de la joven: «No rehuía de las personas, era juguetón y no mostraba ningún tipo de agresividad».

Así, tras pasar una «selección» previa –de la que no se libró ni la familia, «porque no se le puede dar un perro a cualquiera»–, durante tres meses estuvo habituándose a la que hoy es su vivienda y a la que hoy es su familia, volviendo durante aproximadamente un mes a las instalaciones de Isara para comenzar el adiestramiento en sí. El proceso, aunque compuesto por «técnicas secretas» –bromean Raúl e Isabel–, consiste en que el can recibe un premio cada vez que realiza satisfactoriamente una detección de la bajada de azúcar en Natalia e incluso, poco a poco y «derivando la conducta aprendida», está llegando a detectar también las hiperglucemias. De esta forma, contar con un perro de alerta médica «aumenta la calidad de vida del usuario, porque al mantener los niveles estables, los órganos no se ven afectados por estos continuos picos de glucosa», recuerdan desde Isara.

Tanto los padres como la asociación hacen hincapié en que aún queda mucho para que la sociedad y las administraciones se conciencien de su utilidad y, en este sentido, se está trabajando con la Asociación de Niños y Adultos Diabéticos de Sevilla (Anadis) para trazar estrategias comunes. Y aunque Natalia es consciente de que Apolo es «solo una ayuda» a sus controles, que tiene que llevar estrictamente, es incuestionable que, desde que están juntos, para ambos la vida es un poco más dulce.