Una feria completa a prueba de lluvia y aldea

Ni la coincidencia del Rocío ni el éxodo playero puede con el buen ambiente de la Feria de Carmona

Ezequiel García ezegarcia85 /
19 may 2018 / 21:22 h - Actualizado: 19 may 2018 / 21:28 h.
"La provincia en fiestas"
  • El bullicioso ambiente en el interior de una de las casetas de la Feria de Carmona. / Fotos: E.G.
    El bullicioso ambiente en el interior de una de las casetas de la Feria de Carmona. / Fotos: E.G.
  • Numerosos carmonenses pasean por los puestos ambulantes de su Feria. / E.G.
    Numerosos carmonenses pasean por los puestos ambulantes de su Feria. / E.G.
  • Dos caballistas sortearon las nubes para pisar el recinto ferial. / E.G.
    Dos caballistas sortearon las nubes para pisar el recinto ferial. / E.G.
  • Carmona hace tiempo que dejó a un lado el ‘molesto’ albero. / E.G.
    Carmona hace tiempo que dejó a un lado el ‘molesto’ albero. / E.G.
  • La unidad canina se sumó a la presencia policial en el Real. / E.G.
    La unidad canina se sumó a la presencia policial en el Real. / E.G.

Son las cuatro de la tarde de Feria en Carmona. El real sestea un poco. Como sestean los cientos de rocieros que este año, capricho del calendario litúrgico, andan a decenas de kilómetros acompañando al Simpecado de la hermandad del Rocío carmonense. Es la hora en la que los pies descansan de la noche anterior. El miércoles de pescaíto y el jueves la afluencia fue masiva en muchas casetas, a pesar del citado Rocío. Pero el viernes y el sábado son los días grandes. Con muchos turistas disfrutando de una feria que, por ciento, está abierta a todos.

El cielo está enmarañado con nubes negras que son la antesala de lo que ocurriría después. Comienzan a llegar grupos de amigos y en las casetas aún quedan familias que no han querido volver a descansar algo. «Nosotros preferimos salir tempranito para almorzar y ya hasta que el cuerpo aguante, sean las diez de la noche o las cuatro de la mañana», decía Manolo, feriante de los que «no pisa un hotel con todo incluido ni bendito cuando llega esta fiesta, pues al final te gastas lo mismo», aseveraba.

Es el eterno dilema del carmonense que, cuando llega mayo y aprieta la calor, debe elegir entre terciar con sus amigos o un Todo Incluido en un resort. Seis de la tarde. Una enorme tromba ha deslucido el concurso de enganches. Sin embargo, no acaba con el ambiente familiar de las casetas pequeñas del paseo de la Cruz del Carmen. Ni un alfiler dentro de Los Tranquilotes, uno de los puntos de encuentro vespertinos donde se unen cientos de personas para bailar bajo sones de orquesta. Se echa de menos a los Hermanos Reyes. Es Feria. «Pero es una forma diferente de divertirse. Gusta de vez en cuando disfrutar con los amigos, reencontrarte en una caseta joven y bailar como si estuviéramos en una boda», dice la joven Inma.

Comienza a chispear. El susto lo da una rama de gran tamaño que cae en pleno Real pero que no causa daño a nadie. Dios quiso mandar nubes y que el Lorenzo no apretara con justicia y así la gente paseaba alejado de los árboles. Mucha presencia policial por las calles, algo que gusta. También sorprende. «Mira, papá, la Policía lleva un perrito», decía la pequeña Julia a sus padres. Y es que este año, existe una unidad canina para incrementar la seguridad en la Feria.

Cae el sol. Truena por Sevilla y los rezagados, los que han salido de trabajar más tarde, llegan para la cena. No fallan los clásicos pimientos fritos, los tomates aliñados –¿quién dijo crisis?–, pero el jamón y las gambas son sagrados, al menos para catarlos. Ha caído un buen chaparrón que ha aplacado el polvo y el polen que tanto daño hace a los alérgicos. Lo del albero quedó a mejor vida en Carmona. La comodidad prima. No se cabe en las casetas y a las diez de la noche, la calle del Infierno es un hormigueo de personas. Las casetas, abarrotadas. Hasta colas para entrar. Son públicas, pero por seguridad se pide en algunas los carnés de socio hasta que se alivie.

La juventud comienza a esas horas a colonizar el Real en masa. Algunas mujeres vestidas de flamencas que siguen el plan de aguantar desde por la mañana. La mayoría, ya cambiadas. Ellos, igual. Chaqueta o americana para el frío que comienza a caer y sobre todo, la humedad del ambiente. Los Sibaritas, Puerta de Córdoba, Alkandoros, La Traílla, El Tercer Tiempo... son ejemplos de casetas que por la noche están a rebosar. La calle es una extensión de todas ellas. Es el lugar de seguir comentando en tertulia, bajo sones de los últimos éxitos de las radios comerciales –la sevillana aparece esporádica para interrumpir la plática y bailar–. «¿Tú crees que Juan Ávila repetirá como alcalde? ¿Quién será el candidato del PSOE? ¿Qué pasará con Unidos Podemos o Cs?», se escuchaba en algún círculo de jóvenes tras pasar el alcalde con alguno de sus concejales de visita por las casetas.

Tres de la mañana. Retirada masiva en carritos de pequeños agotados con 10.000 regalos que, al finalizar la feria, quedarán en su inmensa mayoría relegados en un altillo de la casa. Ya las calles están desiertas. Muchos adolescentes estiran el chicle de su horario habitual comiéndose algún perrito, hamburguesa o kebab en los puestos ambulantes. Estampa clásica de la madrugada de Feria.

Clarea el día. Los más fiesteros se baten en recogida o aguardan la cola para los churros. Hay que descansar para el tirón final, donde muchos carmonenses de fuera vienen para disfrutar de amigos y familia al menos un día. Ya hoy, toca ver a mucho moreno de todo incluido pasear melanina por el Real. Pero al resto de los mortales, que les quiten lo bailao.