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1913: Orígenes del ‘renacimiento’ cultural y político andaluz

El catalán Francisco Cambó sentó las bases de la revista ‘Bética’ y del ‘Ideal Andaluz’ y alentó las iniciativas ateneístas

20 feb 2017 / 08:24 h - Actualizado: 20 feb 2017 / 08:27 h.
"Historia","Hemeroteca El Correo"
  • Primera página de El Correo de Andalucía del día 11 de mayo de 1913, donde se recoge la crónica del acto de los Juegos Florales del Ateneo sevillano cuyo mantenedor fue el catalán Francisco Cambó. Un acto singular que marcó la historia con el espaldarazo a las ideas regionalistas de Andalucía. Surgieron la revista ‘Bética’ y el ‘Ideal Andaluz’. / El Correo
    Primera página de El Correo de Andalucía del día 11 de mayo de 1913, donde se recoge la crónica del acto de los Juegos Florales del Ateneo sevillano cuyo mantenedor fue el catalán Francisco Cambó. Un acto singular que marcó la historia con el espaldarazo a las ideas regionalistas de Andalucía. Surgieron la revista ‘Bética’ y el ‘Ideal Andaluz’. / El Correo
  • Página de ABC de Madrid donde Nicolás Salas recuperó la memoria de la revista ‘Bética’, el 23 de noviembre de 1973. Hasta entonces y desde 1917 no se escribió sobre la revista. / El Correo
    Página de ABC de Madrid donde Nicolás Salas recuperó la memoria de la revista ‘Bética’, el 23 de noviembre de 1973. Hasta entonces y desde 1917 no se escribió sobre la revista. / El Correo
  • 1913: Orígenes del ‘renacimiento’ cultural y político andaluz
  • 1913: Orígenes del ‘renacimiento’ cultural y político andaluz
  • 1913: Orígenes del ‘renacimiento’ cultural y político andaluz
  • 1913: Orígenes del ‘renacimiento’ cultural y político andaluz
  • José María Izquierdo, Alejandro Guichot, Isidro de las Cagigas y Blas Infante, fueron las cabezas visibles del movimiento andaluz que fomentó las ideas de renacimiento cultural andaluz. / El Correo
    José María Izquierdo, Alejandro Guichot, Isidro de las Cagigas y Blas Infante, fueron las cabezas visibles del movimiento andaluz que fomentó las ideas de renacimiento cultural andaluz. / El Correo

No deja de ser curioso que sea un catalán nacionalista como Francisco Cambó quien diera el espaldarazo a los sentimientos regionalistas andaluces, en 1913, en un acto cultural del Ateneo de Sevilla, celebrado el 10 de mayo del citado año. Bien es verdad que Cambó batalló por sus propias ideas, que eran a favor de crear un poder político andaluz que ayudara al poder político catalán, frente a Madrid. Las ideas básicas de Cambó eran muy claras: toda la presencia creadora en Andalucía y todo el poder decisorio en Barcelona. Lo mismo que hizo la Europa desarrollada en el Mezzogiorno en los años 60 del pasado siglo. De manera que al término de los ciclos productivos, Barcelona se librara de los «desperdicios» sociales y temporales y se quedara solo con los beneficios. Un negocio redondo para Cataluña.

Para Andalucía fue una ayuda eficaz, acostumbrada como estaba a recibir solo puntapié en el trasero de los poderes económicos del Norte. Y recogió las ideas de Cambó con alegría. De las palabras de estímulo de Cambó surgió crear la revista Bética, como un recurso cultural que resultaría fundamental y reunió a las plumas más destacadas de la época.

Francisco Cambó viajó posteriormente a nuestra ciudad en varias ocasiones para entrevistarse con los promotores del Ideal andaluz y expresó su pensamiento en la revista Bética. Cambó fue siempre una figura admirada por los andaluces regeneracionistas, sobre todo a partir de su famosa conferencia de Zaragoza (20 de noviembre de 1911), donde hiciera tan acertada defensa de las regiones y su necesario desarrollo socioeconómico. Las ideas expuestas por Francisco Cambó tendrían vigencia más de sesenta años después y, aún hoy, son aleccionadoras, cuando aún está cercano el primer centenario del ideal regeneracionista, del que Sevilla se nutrió con verdadera esperanza e ilusión, como antes lo hiciera con la filosofía de Joaquín Costa, sobre todo de sus planteamientos hidráulicos.

Las teorías regionalistas más dominantes en el seno del Ateneo estaban lideradas por José María Izquierdo, Alejandro Guichot y Blas Infante. El primero de ellos apuntó, en la primavera de 1913, la necesidad de dotar de un ideal a Andalucía, poco antes de la trascendente llegada de Francisco Cambó a Sevilla invitado por Miguel Sánchez-Dalp, presidente del Ateneo, para que fuera mantenedor de los Juegos Florales ateneístas. Puede admitirse que Cambó dio el espaldarazo, contribuyó a sembrar la semilla del renacimiento andaluz hasta entonces dispersa, y lo hizo con un riguroso planteamiento de catalanista conservador, inteligente y realista. Las sugerencias del líder catalán, escuchadas con atención por los ateneístas asistentes al acto celebrado en el teatro San Fernando, el día l0 de mayo de 1913, y leídas luego por los sevillanos en las primeras páginas de los diarios El Correo de Andalucía y El Liberal, al día siguiente, fueron determinantes de una serie de actividades encaminadas al resurgir de Sevilla.

Ese mismo año, el día 20 de noviembre, saldría el primer número de la revista Bética, destinada a ser vehículo del impulso regionalista, como complemento de la tarea del Ateneo, que alcanza su mayor impulso con el ciclo de conferencias organizado en marzo de 1914 sobre el «Ideal andaluz», que serviría de base de lanzamiento para Blas Infante. Volviendo a José María Izquierdo, decimos con Joaquín Romero Murube, que su pensamiento era espiritual, casi utópico y yace desconocido, porque ni su obra ni su persona han sido comprendidas y, mucho menos, estudiadas. En José María Izquierdo se da un comportamiento muy sevillano; es decir, hacer un mito de un determinado personaje al mismo tiempo que se ignora su obra intelectual. En efecto, José María Izquierdo ha llegado a la cultura sevillana y andaluza una obra magistral como tan desconocida. Algunos citan Divagando por la Ciudad de la Gracia, la mayoría de las veces sin conocerla o, al menos, comprenderla en sus circunstancias de tiempo y lugar, como verdadera avanzadilla del «andalucismo sin andaluzadas». Pero el conjunto de su obra de pensamiento, como Por la parábola de la vida, El Derecho en el teatro español y De las formas y de las normas, por citar sólo tres ejemplos, son ignoradas y algunas de ellas son incluso anteriores a su obra más conocida .

Guichot, junto a Cagigas, mantuvieron la bandera intelectual, erudita, básica para conocer la trayectoria histórica; también ellos fueron ignorados, como lo ha sido Francisco de las Barras de Aragón, quien cuarenta años antes que Jean Sermet, sintetizó el tema Andalucía como región natural, básico para entender el proyecto autonómico. Hasta muy recientemente no se ha estudiado la obra de Alejandro Guichot Sierra (Sevilla, 1859-1941), con la atención merecida. Gracias a la obra de José Ramón Jiménez Benítez, se ha rescatado del olvido una vida ejemplar.

Idéntica opinión puede hacerse de la obra de Felipe Cortines Murube, otro magnífico desconocido para las generaciones actuales, pese al gran valor de sus aportaciones al mejor conocimiento de la Sevilla del primer tercio de siglo.

Blas Infante sustentaba su ideal andaluz en conceptos administrativos y políticos, siempre dentro de la ortodoxia integradora, según Jacobo Cortines Torres. No obstante, el pensamiento de Blas Infante ha sido posteriormente estudiado con mayor amplitud sobre la base del conjunto de su obra por algunos autores, como José Antonio Lacomba y Manuel Ruiz Lago, entre otros, que aportan perfiles más ajustados e incluso críticos, en algunos aspectos. Blas Infante dividió su obra Ideal andaluz, publicada en 1915 sobre la base de los documentos de 1914, en cinco partes y un apéndice, en las que expone el ideal de la vida, la existencia de Andalucía, la capacidad andaluza para realizar su ideal, ideales de las regiones españolas –que es la exposición más pormenorizada de su interpretación del ideal andaluz–, y lo que el propio autor llama Apuntes sobre la doctrina, fuerza y organización, que plantea en trece puntos programáticos.

Aquellos hombres, aunque no siempre de acuerdo en el sistema más idóneo para lograr sus objetivos, sí tenían el mismo noble afán, que no era otro que luchar contra la pobreza espiritual y material de la Baja Andalucía. Eran los tiempos en que nuestra región tuvo bandera, himno y escudo, por primera vez. Los tres símbolos fueron elegidos en la Asamblea Andalucista de Ronda, celebrada en 1918. La bandera era blanquiverde; el escudo, inspirado en el de Cádiz, con un Hércules joven, «expresión de la fuerza eternamente joven del Espíritu, domando o coordinando la fuerza instintiva de los estímulos animales, representado por los dos leones», con este lema al pie: «Andalucía, por sí, para España y la Humanidad». La letra del himno decía así:

La bandera blanca y verde

Vuelve tras siglos de guerra

A decir Paz y Esperanza

Bajo el sol de nuestra tierra.

Los andaluces queremos

volver a ser lo que fuimos

Hombres de luz, que, a los

hombres

Almas de hombres les dimos.

(Estribillo)

¡Andaluces, levantaos!»

¡Pedid tierra y libertad!

Sean por Andalucía libre

España y la Humanidad.

Jacobo Cortines Torres recoge en su Índice bibliográfico de Bética, revista ilustrada una panorámica del momento sociopolítico en que nació la citada publicación y también una documentación básica sobre el regionalismo andaluz, junto al estudio de sus principales tendencias. Del grupo más asiduo de colaboradores de Bética logra también reunir unos bosquejos biográficos de inapreciable valor, que nos ayudan hoy a comprender, con plena admiración, las figuras de Isidro de las Cagigas, Felipe Cortines Murube, Juan Bautista Elustiza, Manuel Fernández Gordillo, José Gestoso y Pérez, Alfonso Grosso Sánchez, Alejandro Guichot y Sierra, Blas Infante Pérez, José María Izquierdo Martínez, Gil Jiménez López de Tejada, Rafael Laffón Zambrano, Juan Lafita Díaz, Santiago Martínez Martín, Pedro Alonso Morgado y Félix Sánchez-Blanco Sánchez, fundador, director y financiero de la revista.

Basta elegir al azar una memoria del Ateneo o una convocatoria de Juegos Florales de aquellos años diez, para valorar el alcance de las actividades que desarrollaba. Citamos dos ejemplos:

Los Juegos Florales de 1914 premian trabajos sobre poesía, hierros forjados sevillanos, estudios acerca del regionalismo andaluz y medios para fomentarlo, las Mancomunidades y su posible interés para Andalucía, piezas musicales para orquesta de carácter andaluz, medios prácticos para hacer descender la mortalidad en Sevilla, proyecto de monumento a sevillanos ilustres o hechos históricos utilizando los monolitos de la calle Mármoles, proyecto de Gran Hotel de estilo sevillano en los Jardines de Eslava (el actual Alfonso XIII), proyecto de una Escuela de Periodistas... El Ateneo premia a las personas modestas que destacaron por su virtud y por su dedicación al trabajo. Entre 1912 y 1917 la actividad ateneísta es impresionante, pero aquellos hombres no se daban nunca por satisfechos con su obra y mantenían un espíritu de autocrítica que se manifiesta en numerosos testimonios. Por ejemplo, Domingo Pérez González, secretario del Ateneo, dice en 1917: «...el Ateneo arrastra una vida lánguida y difícil». Y José María Izquierdo, un año antes, se pregunta públicamente: «¿Qué hace el Ateneo? Hay gente que pertenece a él, pero se sonroja de ser socio». Mas son posturas muy distintas a las que prevalecen en algunos corrillos. Las de Izquierdo y Pérez González corresponden a una autocrítica, a una noble insatisfacción, que considera la obra ateneísta como menor de lo que podría y debería ser al servicio de Sevilla.