Autoridades, comisarios y artífices de un éxito colectivo

El éxito de participación fue un logro político, el de funcionamiento fue profesional y el de afluencia fue de Sevilla

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
21 abr 2017 / 08:30 h - Actualizado: 21 abr 2017 / 08:30 h.
"Expo 92","Historia de la Expo"
  • Jacinto Pellón hizo un extraordinario trabajo para lograr el funcionamiento de Expo 92 como ‘ciudad’. / Archivo El Correo
    Jacinto Pellón hizo un extraordinario trabajo para lograr el funcionamiento de Expo 92 como ‘ciudad’. / Archivo El Correo
  • Manuel Olivencia fue el primer comisario de la Expo. / Archivo El Correo
    Manuel Olivencia fue el primer comisario de la Expo. / Archivo El Correo
  • Alejandro Rojas Marcos fue alcalde de Sevilla durante la Exposición Universal. / Archivo El Correo
    Alejandro Rojas Marcos fue alcalde de Sevilla durante la Exposición Universal. / Archivo El Correo
  • Antonio Peláez asumió numerosos cometidos relacionados con el funcionamiento interno. / Archivo El Correo
    Antonio Peláez asumió numerosos cometidos relacionados con el funcionamiento interno. / Archivo El Correo
  • Ginés Aparicio, mano derecha de Pellón para construir la Expo. / Archivo El Correo
    Ginés Aparicio, mano derecha de Pellón para construir la Expo. / Archivo El Correo
  • Emilio Cassinello supo llevar a buen puerto las relaciones institucionales. / A. El Correo
    Emilio Cassinello supo llevar a buen puerto las relaciones institucionales. / A. El Correo
  • Luis Uruñuela aunó a los grupos políticos para que Sevilla fuera sede de la Expo. / Archivo El Correo
    Luis Uruñuela aunó a los grupos políticos para que Sevilla fuera sede de la Expo. / Archivo El Correo

Sevilla resucitó en 1992 el modelo de Exposición Universal como operación de Estado de un país para concitar la presencia del mundo y el interés del mundo. El éxito de participación fue un logro político, el éxito del funcionamiento fue un logro profesional, y el éxito de afluencia fue, sobre todo, un logro de Sevilla, que hizo suya la Cartuja en cuanto descubrió que era lo nunca visto como ambiente a orillas del Guadalquivir.

Ésta es una resumida galería de autoridades, comisarios y artífices. Son miles y miles las personas que realizaron una labor de gran mérito. También hubo garbanzos negros y pícaros. Pero la mayoría asumió la realización de la Expo 92 como un hito en el que había que dar el máximo, en el que era obligado superarse a sí mismos para ponerse a la altura del acontecimiento, y de lo que se jugaban Sevilla y España en ello. Sirvan estos ejemplos, de vertientes profesionales distintas, siendo consciente de que, por falta de espacio, no están todos los que deberían ser reseñados con algo de amplitud.

LAS AUTORIDADES

El Rey Juan Carlos

Sin su decisión de darle alto rango a la conmemoración del quinto centenario del Descubrimiento de América, no se hubiera hecho la Expo 92 en ciudad alguna de España. Podía haberse resuelto la efemérides con un programa de actividades al estilo del centenario del Quijote, por ejemplo. Quiso parangonarse a su abuelo, Alfonso XIII, cuando inauguró en las primeras décadas del siglo XX las exposiciones de Barcelona y Sevilla. Éstas fueron de menor rango internacional. Asesorado por Manuel Prado y Colón de Carvajal, su hombre de confianza para lo público y lo privado, se decantó por Sevilla y por aspirar a una Muestra Universal. Con Juan Antonio Samaranch, otra persona de su entera confianza para la diplomacia internacional detrás de los palcos, se articuló la estrategia de conseguir para la Ciudad Condal los primeros Juegos Olímpicos en España.

Felipe González

Los gobiernos de UCD encabezados por Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo ya empezaron a hacer camino para organizar el citado Quinto Centenario. Había tantas urgencias en aquella España de la fulgurante Transición, amenazada por el golpismo y el terrorismo, que nadie podía darse demasiada prisa para planificar un evento a más de diez años vista. Aun así, fue el Gobierno presidido por Calvo Sotelo el que tramitó en 1982 en París, en la Oficina Internacional de Exposiciones, la propuesta para que Sevilla fuera la candidata a ser sede en 1992. Meses después, con la gran victoria electoral del PSOE, Felipe González tenía, como presidente del Gobierno, la posibilidad de fortalecer que la celebración de ese evento efímero sirviera para remediar, siquiera parcialmente, los 40 años de retraso que padecían Sevilla y Andalucía en equipamientos e infraestructuras. La decisión de construir la primera línea férrea de Alta Velocidad entre Madrid y Sevilla, y no entre Madrid y Barcelona, fue la más crucial para señalar que la Expo 92 era una operación de Estado que también debía reequilibrar un país donde durante más de 100 años se había privilegiado a los intereses vascos y catalanes.

Luis Uruñuela

El alcalde, andalucista, de la primera Corporación democrática (1979-1983), supo aunar la unanimidad de los cinco grupos municipales (UCD, PSOE, PSA, PCE y AP) para que el Ayuntamiento, en el Pleno de enero de 1981, solicitara formalmente que Sevilla fuera sede de lo que Rey quería. Y a partir de ahí, defendió bien los intereses de la ciudad para que destacados políticos que entraron en el Consejo de Ministros, ya fueran de UCD a las órdenes de Calvo Sotelo, o del PSOE elegidos por González, no tuvieran la tentación de descartar o demorar el proyecto Expo 92 Sevilla. Que los hubo, en ambos casos.

Manuel del Valle

El alcalde, de 1983 a 1991, de la gran planificación y transformación urbanística de Sevilla para que se acometiera en 6 años lo que debía hacerse hecho en 50. No solo los puentes, la SE-30 o Santa Justa, sino multitud de rehabilitaciones de edificios históricos y una orquesta sinfónica, por citar solo algunos hitos de una época trepidante en la que aportaron talento y esfuerzo multitud de profesionales dentro y fuera del organigrama municipal. Y en una ciudad acostumbrada a ser solo puntual consigo misma en los preparativos de la Semana Santa y la Feria. Por pura lógica, Del Valle debía haber sido el alcalde durante 1992, pero su partido, el PSOE, en el momento de mayor inversión gubernamental en Sevilla de toda la Historia, optó por quitarlo del cartel electoral para poner como candidato a Luis Yáñez.

Alejandro Rojas Marcos

La eficacia de su campaña Amo a Sevilla barrio a barrio, cuando estaba la ciudad con las incomodidades coyunturales de mil y una obras por doquier; el escaso tirón popular del socialista Luis Yáñez, y el descrédito que sufrió el PSOE en Sevilla por el caso Juan Guerra como cara oculta de su gobernanza, propició el resurgir del líder andalucista, que accedió a la alcaldía a mediados de 1991 mediante pacto con el PP. Con Olivencia en retirada y con Pellón centrado en garantizar que todo estuviera a tiempo en la isla de la Cartuja para inaugurar la Expo el 20 de abril del 92, la ciudad vivió desde el punto de vista institucional, y también desde el operativo, una frenética cuenta atrás de dos orillas opuestas y mal avenidas: Faltó mucha más coordinación entre la Sociedad Estatal y el Ayuntamiento, sobre todo para planificar cómo la ciudad debía integrar y aprovechar todo lo realizado en el recinto de la Expo, desde que fuera clausurada. Rojas Marcos no se avenía a sentirse un segundón pero, durante un año, quien marcaba el ritmo de casi todo eran el Gobierno de la nación y la Casa Real, con presencia casi continua en Sevilla. Sí logró como alcalde que los servicios municipales funcionaran bien, en términos generales, durante los seis meses de la Expo.

LOS COMISARIOS

Jacinto Pellón

El gran hacedor de la Expo 92 y el mayor artífice de su sobresaliente funcionamiento como ciudad. Sin profesionales como Pellón, capaces de tomar decisiones con mucha rapidez para solventar las mil y una incidencias de un acontecimiento con tantos protagonistas directos e indirectos, la Expo no hubiera estado operativa a tiempo. Le faltó habilidad para congeniar bien con la opinión pública sevillana y para entender que una Sociedad Estatal de actividad efímera y en buena parte articulada por personas procedentes de Madrid que querían hacer méritos para, después del 92, subir peldaños profesionales de nuevo en Madrid, no podía considerar a Sevilla como un estorbo. Ni a los periodistas como un enemigo a batir si pedían transparencia.

Manuel Olivencia

El primer comisario, eminente jurista elegido por Felipe González para encabezar el organigrama con una figura muy respetada en los sectores tradicionales de Sevilla, que lo consideraban uno de los nuestros. Al que tocó bregar con dos problemas de envergadura: fuera de España, de 1986 a 1991, la labor diplomática de hacer creíble a ojos de muchos gobiernos que debían aflojarse el bolsillo para participar en una exposición universal (formato de evento temático que estaba en decadencia) y en una ciudad pequeña como Sevilla (que no es una metrópoli tipo París o Londres). Y dentro de España, las presiones desde todo tipo de poderes fácticos y personajes con ínfulas para conseguir suculenta tajada en los contratos y concesiones relacionadas con la construcción o gestión de la Expo 92. Era un ambiente en el que los amigos de la arbitrariedad y el enchufe, desde gobiernos, grandes empresas y medios de comunicación, tenían mucha prisa. Y el ritmo de Olivencia era otro. En el pulso entre académicos y constructores, en lugar de aferrarse al cargo con un papel honorífico y garantizarse salir en fotos de irrepetible significación histórica, optó por dimitir.

Emilio Cassinello

El mejor diplomático para todos los vaivenes de política interna que hubo en la Sociedad Estatal, y para apaciguar los roces con otras instituciones locales o nacionales, o con las delegaciones extranjeras asentadas en Sevilla como representación de sus países. Cassinello fue leal a Olivencia, y cuando Felipe González le dio plenos poderes a Pellón con el rango de presidente de la Sociedad Estatal, vaciando de funciones ejecutivas el rango de comisario general, Cassinello entendió perfectamente la encomienda procedente de la Moncloa. Cumplió de modo notable jugar un papel centrado sobre todo en las relaciones institucionales y protocolarias, en estrecha coordinación con Casa Real y Gobierno central, mientras Pellón gobernaba la puesta a punto y el funcionamiento de la Expo.

LOS ARTÍFICES

Ginés Aparicio

Ingeniero de Caminos, director de la División de Proyectos y Construcciones, fue la mano derecha de Pellón para construir la Expo de Sevilla. Un profesional de extraordinaria solvencia que consiguió recuperar el tiempo perdido por indecisiones políticas y el cumplimiento de los plazos para que el 20 de abril de 1992 nadie que llegara a Sevilla y no hubiera visto cómo estaba la isla de la Cartuja tres años antes, pudiera imaginarse que se hizo tanto en tan poco tiempo. También es necesario resaltar la labor de José María Benjumea, y de Rafael López Palanco, entre otros muchos profesionales. Ginés Aparicio trabajó después muchos años a las órdenes de José Luis Manzanares en Ayesa. Y ha sido una de las personas clave en la ejecución técnica del rascacielos, la Torre Sevilla, que ahora, obviamente, es el edificio emblemático en la zona.

Alfonso Garrido Ávila

Como delegado del Gobierno en Andalucía, tuvo la encomienda política de ser el responsable de todos los planes policiales de seguridad para preservar a Sevilla y a la Expo 92 de cualquier atentado terrorista. Tanto una salvajada indiscriminada de ETA contra el gentío en la Cartuja, como de cualquier grupo extranjero que quisiera atacar a los pabellones nacionales o al centenar de jefes de Estado y de Gobierno que pasaron por la ciudad durante la Muestra Universal. El éxito fue total y la Expo 92 fue un remanso de paz.

Francisco Rueda

El director general de Operaciones de la Expo 92 fue uno de los mejores profesionales llegados a Sevilla para formar parte del staff que gestionara la Muestra Universal. La operativa funcionó de modo tan sobresaliente que incluso en los días de mayores llenazos y colas (por encima de las 500.000 visitas), no se colapsaban los servicios básicos de transporte, limpieza, etc. Rueda fue después director general de Puertos del Estado.

Antonio Peláez

Asumió numerosos cometidos en el organigrama de la Sociedad Estatal, todos relacionados con el funcionamiento de los servicios internos de la Expo 92 para que fuera una ciudad agradable para el promedio diario de 250.000 visitantes. Continuó trabajando muchos años en la isla de la Cartuja, como director de operaciones de Isla Mágica.

Antonio Valdivieso

Encabezó, desde Sevilla Service, el capítulo de empresas de servicios de las que se rodeó la Sociedad Estatal para resolver múltiples necesidades. Con todo lo bueno y lo malo que tenía esa dinámica a la hora de establecer cuál era la finalidad pública y cuál el beneficio privado. Desde construir pabellones a países pobres cuya participación era en buena medida sufragada por España, a gestionar el abastecimiento de todos los edificios durante 176 madrugadas. Y uno de los grandes éxitos de la Expo 92: el espectáculo multimedia nocturno en el Lago. Tan bueno que dio pie a la consolidación, después del 92, de su empresa GPD dentro del sector de los eventos y la creación de contenidos.

Félix Escrig

Ya fallecido, el catedrático de Estructuras, desde la Escuela Superior de Arquitectura de Sevilla, fue uno de los principales creadores de innovación para dar respuesta a las necesidades del recinto de la Expo. Diseños suyos fueron los de muchas estructuras ligeras tensadas, que servían de umbráculos, de pérgolas o de áreas de sombra. Todo lo que podría hacerse para cualquier barrio de Sevilla, ahora que la opinión pública es más consciente del cambio climático. Más que merecido el homenaje que la Red Sevilla por el Clima le ha tributado, en la efeméride del XXV Aniversario, a quienes participaron en la creación del microclima: catedráticos de Ingeniería como Ramón Velázquez Vila y Valeriano Ruiz Fernández, y catedráticos de Arquitectura como Jaime López de Asiaín. Sin la suma de innovaciones para generar frescor, la Expo hubiera sido un fracaso, porque, a buen seguro, se hubiera creado desde fuera de Sevilla mala imagen, y se hubiera propagado la idea de que era un lugar inhóspito.

Alberto García Camarasa

Director del Programa de Forestación y Jardinería, desde los viveros del Alamillo (los terrenos que hoy en buena medida son el Parque del Alamillo) puso primero las bases para dotar después al recinto de la Expo de arbolado, vegetación y sombra cuando, tras la enorme fase inicial de urbanización, canalizaciones y estructuras, ya las grandes maquinarias tenían que dejar paso a reverdecer enormes extensiones de terreno donde los organizadores temían que el público sufriera como un suplicio el fuerte calor veraniego. Sevilla le debe mucho a personas como Alberto García Camarasa, apasionadas por vertebrar los parques y jardines del mejor modo posible.

Benito Valdés

El catedrático y científico que encabezó la Operación Raíces, negociando con todos los países de América (Norte, Centro, Caribe y Sur) el envío de todo tipo de especies vegetales para, una vez aclimatadas en Sevilla, crear con todas ellas junto al Guadalquivir el Jardín Americano. Deslumbrante. Único en Europa. Un tesoro que Sevilla ha ido descuidando y recuperando a lo largo de 25 años, porque muchas personas con mando en la ciudad solo consideran patrimonio lo arquitectónico, lo escultórico o lo pictórico, mayormente de época barroca.

José Ramón Sierra

Encabezó, con Ricardo Sierra, Francisco Torres, Roberto Luna, Fernando Mendoza, Aurelio del Pozo, Luis Marín de Terán y Guillermo Vázquez Consuegra, el equipo de arquitectos que afrontó, en diversas fases y actuaciones segmentadas, la restauración, reordenación y reutilización de todo lo que incluye el recinto del Monasterio de la Cartuja (iglesias, huertos, claustros, chimeneas de la fábrica de cerámica,...), y que estaba abandonado y en muy mal estado tras dejarlo la empresa Pickman. Una intervención donde era imposible el consenso, dada la cantidad de valores históricos superpuestos. Pero ha permitido no solo la salvaguarda de los hitos esenciales de dicho conjunto monumental, sino que hoy en día sea uno de los espacios con más actividad cultural de Sevilla.

Manuel Llanes

El mejor gestor de un espacio cultural gestionado por la Expo 92, ya fuera en la Cartuja o en el resto de Sevilla. Procedente de Granada, tuvo la encomienda de convertir el Teatro Central en un espacio escénico de primer nivel mundial, sobre todo para el teatro y danza contemporáneos. Y lo mejor no es que lo lograra en 1992, cuando había manga ancha con los presupuestos, sino que, 25 años después, y en plena era de recortes, no ha bajado un ápice ni la calidad de la programación ni el prestigio del Central en el panorama teatral internacional. Muchas figuras de la vanguardia escénica siguen incluyendo a Sevilla en sus giras porque quieren volver a actuar en el Central.