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Cómo resistir bajo tejas con medio siglo

Los vecinos de las casas bajas de Santa Teresa llevan años reclamando una actuación integral

12 nov 2016 / 08:41 h - Actualizado: 12 nov 2016 / 08:41 h.
"Barrios","Vivienda","La vivienda remonta el vuelo"
  • Una vecina de Santa Teresa acicala su casa. / El Correo
    Una vecina de Santa Teresa acicala su casa. / El Correo

La barriada de Santa Teresa es un lugar pequeño, como la ínsula de Barataria encomendada a Sancho en el Quijote. Está repartida en dos zonas y rodeada en muchos casos por bloques de pisos altos que le hacen sombra. Son 800 casas bajas en pleno Cerro-Amate de las que 160 (el 20 por ciento) piden a gritos reformas, sobre todo, para desterrar del lugar las tejas de hace más de medio siglo o los tabiques a la capuchina.

Sus vecinos son, la mayoría, personas con entre 70 y 80 años con ingresos muy reducidos y con familiares a su cargo, así que luchan contra el gigante de la nevera vacía cada día. «Prefieren ayudar a sus hijos y nietos que arreglar su casa», explica Paco Ledesma, presidente de la Asociación de vecinos Santa Teresa, un hidalgo caballero cansado de repetir que la Junta de Andalucía, propietaria de muchas de esas casas bajas del barrio, no acomete arreglos desde hace unos quince años.

«La Junta viene, hace fotos, dice que lo tiene en mente, pero nada más. En definitiva, no hacen nada», denuncia. Y es que es un milagro que estas casas sigan en pie. Se levantaron de forma provisional para acoger a las familias afectadas por las inundaciones de mediados del siglo pasado.

Entonces llegó el padre de José Vázquez a Santa Teresa. Dejó Ciudad Jardín y estuvo en esta casita cerca de 30 años. Su hijo ya lo ha superado. Lleva medio siglo viviendo entre estas pocas paredes. Con tejas rotas, habitaciones sin puertas, una vieja solería que no cubre todos los dormitorios, un patio alicatado por él con restos de azulejos, humedades, grietas... Eso sí, «hace bastantes años la Junta me puso una puerta y me alicató la fachada. El techo, que es lo peor, no lo tocaron». Y en esta mansión quijotesca vive José y ahora también su hija y su nieta Carmen Rosa, de seis años. Él no tiene ya prestación por desempleo, nunca le llamaron del Inem y, con 55 años, augura que le llamarán «cuando ya esté encamado y enfermo».