«Crece del 6 al 19% la cifra de diputados sin profesión fuera de la política»

Catedrático de Sociología Política en la Universidad Olavide. Desde Sevilla impulsa y coordina estudios pioneros en España sobre el perfil social y profesional de los parlamentarios. Su análisis enriquece la perspectiva sobre el embrollo político actual.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
06 feb 2016 / 22:42 h - Actualizado: 07 feb 2016 / 12:47 h.
"Son y están"
  • Xavier Coller dirige en Sevilla el Máster ‘Sociedad, Administración y Política’. / Manuel Gómez
    Xavier Coller dirige en Sevilla el Máster ‘Sociedad, Administración y Política’. / Manuel Gómez

Nació en Valencia hace 50 años y ahora tiene que soportar el sambenito de corrupción que injustamente se le endosa ahora a todos los valencianos, igual que antes era consciente de lo injusto que es tildar a todos los andaluces de corruptos por los ERE. Llegó a Sevilla en 2008 ganando la cátedra por méritos académicos forjados en su etapa norteamericana en las prestigiosas universidades de Yale y Georgetown. Especializado en identidades colectivas, élites políticas y organizaciones complejas, dirige en la Olavide el Máster ‘Sociedad, Administración y Política’, y el grupo de investigación ‘Democracia y Autonomías: Sociedad y Política’. Promueve un ciclo llamado Ágora en el que acuden a dicha universidad para hablar con los alumnos notables intelectuales de la historia política y del funcionamiento de las democracias, como Robert Fishman, John Markoff y José Alvarez Junco, entre otros.

Destaque un rasgo del análisis que ha elaborado sobre los 350 diputados de esta legislatura.

El 62% del total son nuevos, es su primera experiencia en el Parlamento nacional. Es el porcentaje más alto desde que se promulgó la Constitución. Y, en los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, el 98% son debutantes en esa labor. Son tantos los diputados que no tienen experiencia, y además son personas que no se conocen entre sí previamente, que la suma de ambos factores dificulta más la consecución de acuerdos. Entre personas que no se conocen previamente, a la hora de negociar, o de trabajar en una comisión, es mucho más difícil que impere la cultura del acuerdo sobre la del conflicto.

¿Han quedado desfasados los modos de organización de los partidos políticos?

Todos los partidos están cambiando. Son maquinarias demasiado rígidas porque miran mucho hacia dentro, hacia sí mismos, y poco hacia la sociedad. Como decía hace poco, en una conversación, un presidente autonómico, “no tenemos gente cualificada para nombrarlos consejeros del gobierno regional, ¿a quién vamos a poner de consejero?”. Claro, eso ocurre cuando los partidos devoran las instituciones, y los jóvenes se afilian para que el partido les dé un puesto de trabajo en la Administración Pública, y luego otro aquí, y otro allá, y toda su carrera profesional dependa del partido. Esa persona queda incentivada para hacer lo que sea con tal de vivir así, porque no tiene empleo alternativo en la sociedad. Apunte este dato: en el Congreso de los Diputados resultante de las últimas elecciones, el 19% de los 350 diputados no tiene profesión o no la declara. Cuando no la dice, es porque no tiene profesión alternativa. Es el porcentaje más alto en la etapa democrática española. Lo usual era solo un 6 o 7% de parlamentarios de ese tipo. Ello comporta que, en las siguientes elecciones, si una parte de ese 19% de diputados no logra de nuevo escaño, harán lo que sea para mantenerse en los cargos políticos de designación a dedo, y eso merma la renovación del sistema político.

Conoce al Rey desde antes de reinar, no en vano usted ha sido titular de la Cátedra Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown. ¿Felipe VI va a tener que jugar un papel ‘presidencialista’ porque está en riesgo la unidad del país y la continuidad de la Monarquía?

El Rey está muy bien preparado, muy bien informado y es muy prudente. Tiene clarísimo cuál es el mandato constitucional, hasta dónde puede llegar en el ejercicio de sus funciones, no creo que vaya a intervenir en la vida política de manera subrepticia. No creo que se esté jugando el reinado, que va a ser ciertamente complicado porque en España hay un creciente sentimiento antimonárquico. España ha sido más juancarlista que monárquica. Felipe VI ya ha acumulado un importante caudal de simpatía. Se lo ha currado, sabe que para consolidar su reinado ha de tener un elevado apoyo popular. Ha acertado marcando distancias dentro de la Familia Real y cortando amarras con su hermana Cristina. Es una persona que, tanto en Madrid, o cuando viaja a Barcelona, Sevilla y otras ciudades, habla con empresarios, con intelectuales, con profesionales. Y tiene predisposición a escuchar. Cuando estás con él, no suele ser él quien habla, sino quien pregunta.

¿Qué habrá antes, presidente o elecciones?

El escenario más probable es de elecciones anticipadas, aunque casi nadie las quiere. La única alternativa que puede salir adelante y evitar eso es un pacto para gobernar y legislar durante un periodo corto, con media docena de grandes compromisos: reforma de la Constitución, sobre todo para el encaje de Cataluña; regeneración de las instituciones para atajar la corrupción, y algunas leyes de carácter social. Y, terminado ese periodo, se convocarían elecciones.

Pedro Sánchez ha propuesto que los militantes del PSOE voten a favor o en contra del pacto de investidura y gobierno que él sea capaz de presentar. ¿Qué opina?

La idea es buena. Se ha sacado de la chistera un conejo que nadie se esperaba. Y ha conseguido un golpe de efecto importante, sobrepasando a los ‘barones’ regionales. El mensaje es: “Paso de todos vosotros, a mí lo que me importa es la militancia”. La jugada tiene un riesgo fuerte. Si el resultado de esa consulta es, por ejemplo, un 52% de síes y un 48% de noes, ¿cómo va a liderar un partido en el que casi a la mitad de la militancia no le gusta lo que él hace? Y, antes de eso, habrá que analizar en qué consiste esa consulta, y cómo colaboran las estructuras territoriales del partido, donde Pedro Sánchez tiene contestación interna. ¿El ‘aparato’ va a ser neutral como organizador de la consulta? ¿No van a hacer campaña a favor o en contra?

¿Qué estrategia va a activar Rajoy para seguir como presidente del Gobierno?

Sabe que ha de contarse con el PP, por tener mayoría absoluta en el Senado. Rajoy confía en una baza: que se agudice la división interna en el PSOE, por la contestación interna que tiene Pedro Sánchez y por los ‘pesos pesados’ socialistas que no quieren un pacto con Podemos. Subrayo uno de los problemas en el funcionamiento de la democracia española: el PP es un partido que, o gana por mayoría absoluta, o no logra acuerdos con ningún otro partido pese a ser el más votado.

Sea cual sea el Gobierno, el gran problema es el desafío de los independentistas catalanes. ¿Cómo se puede resolver?

Va a ser muy difícil porque ya se han cruzado líneas rojas desde las instituciones catalanas. Desde la Generalitat y el Parlament se han saltado la ley, han puesto encima de la mesa la desconexión con el resto de España, y no son fiables. Es muy grave que esta amenaza se haya dejado pudrir durante muchos años, y no será porque al Gobierno de la nación no se le haya alertado en muchas ocasiones, en público y en privado. Es incomprensible la forma de gobernar de Rajoy.

¿Realmente pueden lograr los independentistas hacer de Cataluña un nuevo Estado?

Tienen todos los ingredientes. Porque el apoyo social a la independencia ya es transversal. No es solamente la burguesía, esas 400 familias poderosas que lideran el proceso. Han logrado que el hijo del obrero inmigrante andaluz también sea independentista. El único dique social es la población que no quiere la independencia. Pero está funcionando la teoría de la espiral del silencio, y es una población invisibilizada, que no se manifiesta, que no habla... Ahora hay un segmento importante de la población que se cree que puede ser independiente. Cuando la política se convierte en creencia, es muy difícil cambiarla.

Todos los partidos sabían que esta legislatura puede caracterizarse por la reforma constitucional. ¿Han incluido en las listas al Congreso a algunas personas pensando en dedicarlas a ese cometido y a esas negociaciones?

Sí, la duda es si los líderes van a dejar brillar a sus mejores parlamentarios. Es uno de los problemas de la democracia española tras culminarse la Constitución de 1978. He publicado recientemente un estudio sobre de qué manera son elegidos en cada partido los candidatos para ir en las listas al Parlamento, y qué comportamiento tienen en su actividad dentro del grupo parlamentario, sabiendo que en España todos imponen un voto unitario. Estudiando lo que ocurre en el Parlamento, hemos demostrado que en los partidos donde las formas de selección de los candidatos son más abiertas, su grupo parlamentario es más deliberativo, se discute más la decisión y se explica más la orientación del voto. Y en los partidos donde las listas se hacen por entero en función de las lealtades al líder, en su grupo el parlamentario pinta poco, hay menos debates internos, se argumenta menos por qué votar en un sentido u otro. En la situación actual, es complicado que un parlamentario bueno salga adelante con voz y criterio propios. Pero tienen que aparecer en esta legislatura. Y creo que los hay.

¿Por qué los partidos lanzan continuamente el mensaje de que no pueden dialogar con el oponente, si el pueblo elige a sus representantes para que parlamenten y negocien? ¿Esa actitud no está maleducando la cultura democrática de la sociedad española?

Sí, es un perjuicio. Que se basa en una mentira, porque es falso que no dialoguen. Está estudiado: es superior el porcentaje de leyes que se aprueban sin un solo voto en contra, respecto a las que salen adelante con votos negativos. Pero les mola aparecer a la greña. Claro que hablan y negocian PP y PSOE en las comisiones parlamentarias. Y Ciudadanos y Podemos también entrarán en esa dinámica, seguro.

¿La identidad política y partidista se forja en España más por subrayar problemas que por plantear soluciones?

Se le está enviando continuamente a la sociedad un mensaje de que existe un marcado conflicto político, que solo en realidad ocurre en muy pocos temas: la unidad de España, el aborto,... Por ejemplo: si se analiza tanto la política exterior como la política económica en la España de los últimos 40 años, se ve cómo casi siempre ha seguido los mismos criterios. Hace falta que tanto los partidos, como los intelectuales, y los medios de comunicación, hagan pedagogía democrática para hacer ver a la población que es bueno, y normal, en la actividad parlamentaria y legislativa, que pueda haber entendimiento y acuerdos entre partidos de distinta ideología. También entre IU y el PP. ¿Por qué no explicarle a la población que, en situaciones como la que ahora vive España, en otros países se llegan a acuerdos entre partidos de distinta ideología? ¿Por qué nosotros no? Porque en nuestra cultura política, y eso es muy desafortunado, está grabada a fuego la imagen del cuadro ‘Duelo a garrotazos’ de Goya. En España, todavía es anatema la cultura política del pacto. No creo que PP y PSOE vayan a gobernar juntos ahora. Pero tiene que empezar a ser normal y verse como normal, como una opción más. Para que la ciudadanía lo perciba así, antes tienen que cambiar el funcionamiento de los partidos y la colonización que hacen de las instituciones: tribunales de cuentas, televisiones públicas, entre otras muchas.

¿La corrupción ha dejado al desnudo la cara oculta del ‘milagro español’?

El gran problema que tienen hoy el PSOE y el PP para dialogar y pactar se llama corrupción. Si los partidos se regeneran, eso ayudará a que, en el futuro, sea normal que estos y otros partidos hablen más entre ellos para configurar un gobierno. Y hay que tener en cuenta otra variable: la principal causa del retroceso de PP y PSOE es que no tenían las antenas puestas para darse cuenta de lo que estaba demandando la sociedad española: participación, transparencia,... y para ver lo que estaba pasando en la sociedad: más desigualdad, más injusticia social, más desprestigio de la política,... Reaccionaron muy tarde, no han sido capaces de abrirse y dar soluciones. Han mirado los problemas desde el prisma del partido, no desde el prisma de la sociedad. Los militantes más lúcidos lo han dicho: “No nos hemos movido, no hemos sabido estar a la altura”.

¿El debilitamiento de la clase media y la desigualdad socioeconómica convertida en mal crónico ponen en peligro la perpetuación de la democracia en España?

Cualquier sociedad donde crece la distancia entre ricos y pobres tiende a la radicalización política. Hay también otro factor de riesgo: además de bienestar económico, hace falta educación de calidad. Y en España, la educación se valora menos que antaño y los resultados del sistema educativo no son tan buenos como podría esperarse de un país con el nivel de desarrollo que tenemos en España. Y eso nos puede pasar muchas facturas. El abandono escolar es elevadísimo. Muchos jóvenes llegan a la Universidad y no saben expresarse ni escribiendo ni hablando. Muchos alumnos en los institutos plantean problemas de autoridad a los profesores y no tienen ningún interés en aprender algo, ni tienen gusto por la lectura. El paro juvenil es elevadísimo. Todo esto está configurando unas generaciones menos reflexivas, más apegadas a mensajes simplistas y actitudes intolerantes. La calidad de la democracia se puede resentir, y eso lo vamos a pagar todos.

¿Es el caldo de cultivo del populismo o del cesarismo?

Sí. En España, creo que estamos últimamente predispuestos a aceptar medidas excesivamente simples para una sociedad tan compleja como la actual. No hay nada peor que los líderes políticos incapaces de entender que un mundo complejo requiere soluciones complejas.

Su gran maestro en la Universidad de Yale fue Juan José Linz, uno de los intelectuales españoles de más prestigio internacional en la segunda mitad del siglo XX. ¿Nos faltan intelectuales de referencia?

Falta intelectualidad con peso específico. En España, las grandes mentes, o las que potencialmente pueden jugar ese papel de referente, se han tenido que marchar del país. Las universidades españolas no los quieren, los expulsan. Y analizan España desde el extranjero porque aquí no los prefieren. No es por la crisis económica. Había fuga de cerebros por culpa del franquismo y la hay en democracia por falta de meritocracia. Baja así la calidad del debate público.

Los ‘think tank’, los gabinetes de análisis, ¿no están siendo utilizados como canal para influir en la sociedad, envolviendo con discursos los intereses creados, en lugar de entender a una sociedad cada vez más cambiante y capaz de empoderarse?

En España, los hay partidistas y los hay un poco más serios. Ser independiente es difícil en este país porque te complica la vida. Es verdad que los ‘think tank’ tienen la obligación de analizar la sociedad e ir por delante, anticipándose, desde el análisis y el pensamiento, a lo que pueda suceder diez o veinte años después. Sin embargo, el caso de Cataluña demuestra que van por detrás de la sociedad y de los acontecimientos. La capacidad de movilización de pequeños grupos ha forzado la realidad en Cataluña. Y hay políticos, sociólogos, pensadores, etc., que se han visto tentados a ponerse delante de esa movilización. Porque, de lo contrario, quedaban periclitados.

¿Tenemos exceso de profesionales de la política o faltan dirigentes bien formados para liderar la gestión pública?

El buen político es aquel capaz de ponerse delante, no solo para liderar diciendo al pueblo: “Yo voy a hacer lo que me digáis...”, sino para modular, diciendo: “Por aquí no vamos bien, debemos reorientarlo...”. La sociedad es contradictoria, yo puedo querer una cosa y mi vecino la contraria, y es imposible que el político se limite a atender y asumir demandas contradictorias. Estamos en una época con acentuados problemas de representatividad. Los propios partidos políticos están siendo superados por las redes sociales, se ve a diario. Yo defiendo que haya tanto políticos profesionales como profesionales que se dediquen durante algunos años a la política y aporten como valor añadido a la sociedad sus conocimientos y experiencias. Pero lo que no puede haber son políticos profesionales del tipo personas que no pueden hacer otra cosa. Esa es la gran diferencia.

En lugar de salir a la palestra en persona, ahora muchos dirigentes políticos informan / opinan con una frase en Twitter.

Vivimos en la política de las greguerías, de la ocurrencia expresada en muy pocas palabras. Gana enteros una forma de comunicación política muy inmediata, muy rápida y bastante cortoplacista. Importa más aparecer que reflexionar. Más consignas, y más simplificadas. Esto va a tener costes sociales para todos los ciudadanos, a medio y largo plazo. Ya Ortega y Gasset alertó sobre las consecuencias de la hegemonía del pensamiento simplificado del hombre-masa.