El Correo fue la pesadilla del Gobierno municipal

Los magníficos artículos de Romero Murube aparecían firmados por unas siglas enigmáticas, «X.Y.Z», con una posible doble intención: fijar una letra por cada uno de los tres principales colaboradores del artículo y crear una comparación con el ABC, del que había dimitido

11 may 2017 / 22:40 h - Actualizado: 11 may 2017 / 23:04 h.
"Andalucía eterna"
  • Alejandro Rojas Marcos quería liberar al pueblo andaluz. / E.C.
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  • La realidad era que Sevilla se derrumbaba.
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  • Y comenzó el sueño del metropolitano. / El Correo
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El periódico del Arzobispado mantuvo la línea anti Régimen impuesta en 1967 y aumentó su beligerancia en el campo informativo donde había más permisividad por parte de la censura, es decir, las actividades municipales. El Correo de Andalucía, tanto en sus editoriales como en las secciones fijas firmadas por Antonio Guerra, Juan Holgado y Antonio Garmendia, se convirtió en la pesadilla del Gobierno municipal.

Además, Javierre logró atraerse al periodista y escritor Joaquín Romero Murube, quien a su vez contaba con las aportaciones informativas confidenciales de Antonio González y González Nicolás, veterano alto funcionario del Ayuntamiento, y Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca, primer concejal contestatario.

Los magníficos artículos de Romero Murube aparecían firmados por una sigla enigmática, «X.Y.Z», con una posible doble intención: fijar una letra por cada uno de los tres principales colaboradores del artículo y crear una comparación con el «A B C», del que Romero Murube había salido por discrepar abiertamente con la dirección de Joaquín Carlos López Lozano, en asuntos de urbanismo a raíz de la demolición de edificios emblemáticos en las plazas del Duque y de la Magdalena.

La última serie de artículos de Joaquín Romero Murube, durante los años 1968 y 1969 en El Correo de Andalucía, forman un cuerpo de crítica local antológico.

José María Javierre elevó aún más el protagonismo combativo de El Correo de Andalucía al crear en junio de 1970 la sección diaria titulada «Mundo Laboral», una página que puso en manos del sindicalismo marxista entonces desautorizado y perseguido por el Régimen. Aquella sección fue solicitada personalmente a Javierre en marzo de 1970 por un grupo formado por Felipe González, Rafael Escuredo, Eduardo Saborido, Fernando Soto y Eduardo Chinarro. Este último, que procedía del mundo eclesial, sería el encargado de coordinar y redactar «Mundo Laboral» hasta su desaparición en noviembre de 1976.

Por la página pasaron bastantes informes sin firmas escritos por Felipe González, Manuel Chaves y otros destacados socialistas y comunistas. De esta manera, El Correo de Andalucía, periódico del Arzobispado, fue la primera voz del entonces subrepticio sindicalismo marxista español en pleno Régimen anticomunista.

Aunque El Correo de Andalucía era el testimonio público, sin rodeos, del cambio de talante de la Iglesia española y sevillana respecto al franquismo y los sectores sociales que le apoyaban, desde los últimos tiempos del obispo auxiliar José María Cirarda existieron otras actividades eclesiásticas paralelas y menos escandalosas, incluso secretas.

Fueron potenciados los antiguos medios de acercamiento a los trabajadores, como el Apostolado Obrero, Misiones en las fábricas, Acción de Ayuda a los Suburbios, Bolsas Parroquiales, etc. En todas estas actividades, veteranos y jóvenes marxistas tuvieron oportunidad de acercarse al mundo laboral con la cobertura de la Iglesia.

Al mismo tiempo, y con el apoyo de la Compañía de Jesús tuvieron un decisivo protagonismo la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Católica (JOC), que sirvieron de base a «La Vanguardia Obrera», un centro de encuentros promovido por el sacerdote Bermudo de la Rosa e instalado en la Casa de los Jesuitas de la calle Jesús del Gran Poder, mientras en la calle Trajano estaban el Cine Club Vida y el Círculo de los Luises, donde se realizaban otras actividades para estudiantes y postgraduados. Al mismo tiempo, en dependencias del Colegio Portaceli, del seminario de Sanlúcar la Mayor, de la sede arzobispal de Umbrete y del colegio mayor San Juan Bosco, se celebraban reuniones clandestinas de sindicalistas.

En todos los casos, el comunismo supo captar voluntades y aprovecharse de la cobertura oficial de la Iglesia. Bastantes comunistas ex presos se vincularon a la HOAC durante los últimos años cincuenta y los sesenta.

El Cine Club Vida y otros centros dependientes de los jesuitas, como la casa de ejercicios San Pablo; los sótanos y dependencias del Palacio Arzobispal, algunos locales parroquiales y conventos, también sirvieron para celebrar reuniones clandestinas de dirigentes sindicales durante los años del tardofranquismo. Fue la tapadera perfecta que la Iglesia brindó a los dirigentes obreros para liberarlos del acoso policial. A las reuniones clandestinas celebradas en discretas dependencias del Palacio Arzobispal asistieron, entre otros, Felipe González y Fernando Soto.

Aunque el origen de las Comisiones Obreras en Sevilla ha sido desfigurado por algunos historiadores, debe tenerse en cuenta que fueron obreros de todas las tendencias ideológicas los que en principio las implantaron en los grandes centros de trabajo, como repuesta al sindicalismo vertical y en muchas ocasiones utilizando hábilmente su cobertura. Comunistas y anarquistas, sobre todo; socialistas en menor número, independientes también. Puede afirmarse que los militantes de la HOAC y la JOC fueron eficaz levadura anónima de los afanes sindicalistas desarrollados dentro y también al margen de la Organización Sindical Vertical.

El Partido Comunista de España supo valorar el movimiento de las Comisiones Obreras y las aglutinó en los centros empresariales y sectores productivos donde la conflictividad laboral podía tener mayores repercusiones públicas. Dada la estructura industrial sevillana, el sector prioritario elegido por los comunistas fue el del metal, y las empresas principales, Hispano Aviación, Construcciones Aeronáuticas y Astilleros Elcano.