El Guadalquivir más amargo

Nicolás Salas presentó ayer en el Ateneo su última obra, ‘Riadas’, dedicada a la cara más dramática de la relación de Sevilla con su río: las inundaciones

08 may 2017 / 22:47 h - Actualizado: 08 may 2017 / 23:00 h.
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El polifacético colaborador de El Correo de Andalucía Nicolás Salas (Valencia, 1933) presentó ayer su último libro, Riadas, un volumen divulgativo que subtitula Historia gráfica y documental del azote de Sevilla desde su fundación hasta el siglo XXI. Se trata de un volumen de 415 páginas y 575 ilustraciones que explica a las generaciones que no vivieron las avenidas del Guadalquivir –la última riada fue la de 1961– las amargas y dramáticas consecuencias de los desbordamientos. Y también, la incapacidad de la Sevilla con mando para ponerse de acuerdo y abordar soluciones antes de que pasen 70 –o 120 en el caso de la Corta de Tablada– años.

El libro, que el propio Salas confesó que comenzó a escribir en 1962 –pocos meses después de la peor riada que sufrió la ciudad, en noviembre del año anterior, causada por el desbordamiento del humilde arroyo Tamarguillo–, repasa la historia del Guadalquivir, «Nilo andaluz y razón por la que Sevilla existe», aunque se detiene más en las riadas de las que ya hay documentación fotográfica o buenas ilustraciones: desde la segunda mitad del siglo XIX.

El presidente del Ateneo, Alberto Máximo Pérez Calero, lanzó una pregunta «¿Se hubieran podido evitar?» que Salas contestó a lo largo de toda su disertación, que empezó poniendo el foco de atención en las riadas sobre las que hay memoria colectiva (fundamentalmente, las de 1947, 1948 y 1961, aunque las ha habido desde que Hispalis comenzó a ser habitada cerca de la desembocadura del Betis). De hecho, se emocionó y estuvo al borde de las lágrimas al recordar a la mirada de una niña de 6 años que señalaba a su muñeca destrozada por las aguas en 1961, y él mismo reconoció el origen de esta obsesión por las inundaciones (no solo ha escrito el libro a lo largo de más de medio siglo, sino que también ha dedicado títulos a la Riada del Tamarguillo)_ él fue víctima de la riada de 1947, que arrasó su barrio, La Pañoleta de Camas, donde vivía a los 15 años.

De hecho, acabó su exposición recordando la Cabeza del León, una gárgola de Triana que los sevillanos consultaban cada día: si el agua estaba a un metro, a dos... «o si le llegaba el agua, y entonces todos sabían que Sevilla se iba enseguida a hacer puñetas».

LA PRÓXIMA RIADA

Sevilla lleva 56 años sin sufrir riadas. Estuvo cerca en 1996, en un torrencial mes de enero que puso fin a un lustro de sequía y que sí arrasó localidades como Camas o San Juan de Aznalfarache. Así que el coloquio desvió la atención a cuestiones como el descartado dragado del Guadalquivir –Salas es un entusiasta, así como del canal Sevilla-Bonanza–.

Pero ¿Cuál será la riada del futuro? «Se producirá», contó ya solo a este periódico tras el coloquio, «por donde menos se la espere. Tal vez arrase la Vega de Triana, donde hoy viven familias en chabolas indignas. Y cuando suceda no tendrán tiempo de escapar», vaticinó Salas.