El primero de los niños

La entronización del Niño Jesús permite un atisbo inicial del cortejo y acelera el ritmo en la recta final que desemboca en la Cabalgata de la Noche de Reyes

02 ene 2016 / 22:18 h - Actualizado: 02 ene 2016 / 22:19 h.
"Cabalgata de los Reyes Magos"
  • La Estrella de la Ilusión coloca al Niño Jesús que acaba de recibir en lo más alto de la carroza del Nacimiento. / Inma Flores
    La Estrella de la Ilusión coloca al Niño Jesús que acaba de recibir en lo más alto de la carroza del Nacimiento. / Inma Flores

Era un acto para niños. Otra cosa es que cualquiera pueda ser un niño, siquiera unas horas. Porque en la sede de la Cabalgata, ubicada con tino en el barrio de El Porvenir, se ha vivido el ascenso a la carroza del primero de ellos: el Niño Jesús, que es también el primero en ocupar su lugar en la carroza del Nacimiento. De manera que buena parte del amplio grupo de personas que acudieron hasta allí aprovecharon para seguir el ejemplo y rejuvenecer. El resto, afortunados, eran niños antes de entrar.

El acto de entronización del Niño Jesús es un pasito más en la apretada y emocionante recta final que desemboca en la Noche de Reyes. Es, también, una pequeña oportunidad para echar un primer vistazo a las carrozas, que ya están listas y casi desbordadas por cordilleras de bolsas de caramelos que acabarán, muy probablemente, por quedarse cortas.

En el acto, los responsables del Ateneo recordaron que el Niño Jesús es siempre el mismo. Con un matiz. La imagen que ayer ascendió a lo más alto de la carroza la ha cedido Mariano Bellver, coleccionista y mecenas, que acudió al acto acompañado de su esposa, Dolores Mejías. «En la plaza del Museo dicen que un niño nació», cantaba no por casualidad el Coro de la Puerta Real, recordando el privilegiado enclave en el que vive la familia Bellver. Es otra novedad en un cortejo con diez carrozas nuevas y que pelea por no descuidar los detalles a pesar del gigantismo en el que vive, con capacidad para poner 3.000 personas en la calle en sus carrozas y para ilusionar a una ciudad entera.

No solo el día 5. Ayer mismo hubo alguna pequeña afortunada que localizó el lugar exacto en el que se sentará en pocos días.

–¿Has visto tu sitio?

–Sí, sí, ahí, ahí.

Las autoridades tienen, en ocasiones, buena suerte. A veces los convocan a actos que no quieren perderse. En este caso, solo faltó, más que Pepe Castro, Baltasar. Hay quien dice que el rey negro es el favorito de muchos niños. Quizás sea cierto, porque durante el acto se informó de que sus obligaciones, los preparativos de su noche grande, no le habían dejado tiempo para acudir. La obligación antes que la devoción, incluso con magia de por medio.

Sí anduvieron por allí los otros dos reyes: un Melchor con todo el aspecto del abogado José Manuel García-Quílez y el Gaspar más parecido a José Ramón Estévez, presidente del grupo Estévez, que haya aparecido por Sevilla. Los acompañaron Palas Atenea, el Gran Visir, el Mago de la Ilusión y la Estrella de la Ilusión. A ella le tocó esperar un buen rato en lo más alto de la carroza hasta que el padre Felipe Manuel Gallardo le entregó la imagen cedida por Bellver, pero seguramente no le importaba: es la única que tendrá el privilegio de aparecer en el desfile por delante de la carroza del Niño Jesús.

A la espalda de todos ellos, la portada de la basílica del Gran Poder. «Tradición, tradición, no se puede perder», cantaba el coro, y todo encajaba en un acto en el que el propio presidente del Ateneo, Antonio Pérez Calero, definió a la institución que representa como «una fábrica de niños grandes» .

Con el Niño Jesús en su lugar, queda menos por hacer. Mirar al cielo –parece que el tiempo acompañará– y soñar. «La Cabalgata es un sueño», recordó Felipe Manuel Gallardo. Está feo ponerle peros al Niño Jesús, pero no sería raro que incluso él esté impaciente. Como todos.