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«Hay galeristas que recelan de un pintor abstracto que también ilustra»

Enrique Quevedo inaugura ‘Entre líneas’ en la galería La Caja China

06 may 2018 / 19:57 h - Actualizado: 06 may 2018 / 21:32 h.
"Cultura","Arte"
  • La muestra ‘Entre líneas’, de Enrique Quevedo, estará en La Caja China hasta el 9 de junio. / Jesús Barrera
    La muestra ‘Entre líneas’, de Enrique Quevedo, estará en La Caja China hasta el 9 de junio. / Jesús Barrera
  • La galería se encuentra en la calle General Castaños, 30. / J. Barrera
    La galería se encuentra en la calle General Castaños, 30. / J. Barrera

No es precisamente Enrique Quevedo (Chiclana, 1967) un pintor que nade en la misma dirección que lo hace el arte contemporáneo. En realidad, ninguno de los artistas que exponen sus obras en galería sevillana La Caja China lo es. Eso la engrandece, aunque también la pone en una situación de militancia constante, en pos del arte geométrico. El mismo que practica Quevedo en la exposición Entre líneas, inaugurada el pasado viernes. «Esta es una colección silenciosa y calmada, me ha sorprendido a mí mismo. Es mucho menos barroca que todo lo que había hecho antes, atisbo conexiones con el arte concreto... son unas obras muy sencillas, sin ninguna intención simbolista. No hay nada más allá de lo que el ojo ve», asegura.

Y el ojo ve cuadrados, triángulos, círculos. Y líneas. Muchas. A Quevedo le gusta jugar con las formas más básicas de la geometría. Sin añadir una sola línea (argumental). «Porque cuando se le empieza a echar literatura al arte es cuando la obra empieza a molestar. Estas obras nacen en mi mesa por el puro gusto de explorar el material, pertrechado por la escuadra, el cartabón y el compás», defiende. Tinta china, rotulador y cartón fabriano para vencer a la humedad. «Estos trabajos totalizados por la línea son los que mejor me representan actualmente, ha sido un proceso muy largo hasta llegar aquí, y así es como debía de ser», reflexiona. Un sendero que comenzó con herencias cubistas, que luego se enrevesó arquitectónicamente y en el que ahora emerge la forma pura de la línea. Un viaje con derivas, algunas insospechadas hace años, como la que Quevedo hizo hacia el mundo de la ilustración. «Llegué sin querer, buscando un refugio práctico ante la crisis, y de pronto me estalló en las manos, fue un boom y comencé a ver mi nombre en editoriales de todo el mundo», resume sobre un giro de guión que le ha permitido desarrollar una gran historia paralela.

Está en posesión de la medalla de Oro al mejor ilustrador de cuentos en el certamen Moonbeam Children’s Book Awards 2012 en Estados Unidos. Y una editorial del calibre de la francesa Seouil tiene en su catálogo À la nuit tombée, de Quevedo. Tres Tigres Tristes y Kalandraka son otros sellos patrios que defienden sus dibujos. La danza del tiempo y El gran mago del mundo, algunos de los títulos. «El nexo que une mis ilustraciones con mi arte no es otro que la geometría. He ilustrado libros enteros creando personajes que son completamente geométricos, trazados a base de cuadrados y triángulos. Además es muy didáctico porque los niños se sorprenden cuando aprenden cómo desarrollar un dibujo a partir de una forma tan simple», detalla.

Ahora la ilustración ya no es algo puramente alimenticio. Es tan Quevedo como lo son los mares de líneas que nos seducen estas semanas en las paredes de La Caja China. «A veces es difícil y dudo de si ambos mundos encajan y entonces me acuerdo del pintor Pepe Soto que siempre me decía que, si era capaz, fuera a la conquista de todo lo que estuviera a mi alcance. A pesar de eso siempre hay galeristas que recelan de un pintor abstracto que ilustra cuentos. Ante eso me encojo de hombros y sigo mi camino», concluye