Hijos del corazón

Testimonios. Diferentes motivos, pero una misma motivación, hicieron que Isabel y Antonia se decidieran a adoptar. Isabel encontró a su hija en Vietnam; Antonia, en China

15 dic 2016 / 11:09 h - Actualizado: 15 dic 2016 / 08:00 h.
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La leyenda del Hilo Rojo narra que si dos personas están destinadas a unirse, por mucho que se líe la madeja, por muchos nudos que se haga el hilo, al final, de una forma u otra, «llega a tu vida, a conectar contigo». Ni Isabel ni Antonia han parido a sus hijos Sara y Luan pero ambas tienen claro que se estaban esperando. Así se lo dijo Antonia a su pequeño cuando lo tuvo en brazos, cuando necesita reafirmarse: «Somos tu familia y hemos estado esperando mucho tiempo para que tú llegaras, porque tenías que ser tú, y no otro niño, el que formara parte de nuestra familia».

También lo ve así Isabel. Para ella y su marido, la adopción era la «única posibilidad» de ser padres, así que en diciembre de 2005 presentaron la solicitud para la adopción internacional: «La nacional para niños menores de dos años sanos estaba cerrada. Sólo había grupos de hermanos o mayores de siete años con necesidades especiales». En principio, optaron por China porque la espera era de 18 meses y le habían explicado que «funcionaba bien». Hicieron los cursos necesarios, se sometieron a la valoración de una psicóloga y de un trabajador social y cuando obtuvieron el certificado que acredita que eres válido para adoptar, más de un año después, en febrero de 2007, presentaron, a través de una empresa especializada, la documentación en China.

Justo en 2008 empezó a subir también el tiempo de espera en este país, así que decidieron solicitar la adopción nacional y, en 2009, además, por Vietnam. «En marzo de 2011 fui a recoger a Sara que entonces tenía siete meses a Vietnam». El día antes de emprender el viaje, la llamaron para la adopción nacional. Tenía tres meses para decidir, pero «ya sólo teníamos ojos para nuestra niña», confiesa.

La familia de Antonia Ruiz es bien diferente y sus circunstancias también. Cuando ella y su marido se decidieron a adoptar ya sumaban tres hijos Marga, Carmen e Ignacio pero tenían claro que querían ser padres otra vez. También ellos optaron inicialmente por China, pero cuando la cosa se complicó, en lugar de cambiar de país, aceptaron la posibilidad de que el pequeño no estuviera sano. El 24 de diciembre de 2008 recibieron el certificado de idoneidad y en mayo de 2009, apenas seis meses después, fueron todos juntos a recoger al pequeño Luan a China. Tenía tres años y medio y padecía fisura palatina y labio leporino. Se trata de una patología «habitual» en China y «se producen muchos abandonos de niños por esta circunstancia. En España, es tratable y ya le han operado una vez».

Sara había estado en un orfanato con una cuidadora. Luan, gracias a una ONG americana que se ocupa de estos niños y se encarga de que los operen, estaba en una casa de acogida esperando que llegaran sus padres y hermanos españoles.

«Al principio fue chocante para los niños. De pronto tienes un hermano, que no es un bebé, ya es mayor, y de otra etnia... Pero precisamente que hubiera más niños en la casa facilitó la integración. También ayudó mucho su forma de ser», explica Antonia, que asegura que es el hijo con el que comparte más rasgos del carácter.

Tanto Isabel como Antonia admiten que todo el papeleo previo, pero, sobre todo, la preparación, los cursillos, el psicólogo... son necesarios. «El proceso es duro pero te ayuda, es útil después y te sirve para reafirmarte o dejarlo si no lo tienes muy claro», coinciden. De hecho, Isabel recuerda que cuando llegaron a Vietnam había otras diez familias en el hotel esperando a sus hijos. «Algunas llevaban allí días esperando y le daban largas, parecía que el momento de la entrega no iba a llegar». No fue su caso pero vio el sufrimiento de los demás durante los 20 días que tardaron en solucionar todo el papeleo.

Luan y Sara conocen sus orígenes y saben que son hijos adoptados. «A lo que nos pregunta, le contestamos. Le enseñamos fotos de Vietnam, la cajita con sus cosas, las personas que sabemos que formaban parte de su vida». La pequeña, de hecho, presume de tener tres madres: «La Virgen –por lo que le enseñan en el colegio–, su madre biológica, que está en Vietnam –aunque no sabemos nada de ella–, y yo», comenta Isabel, que asegura, emocionada: «No nació en mi barriga, pero sí en mi corazón. Es otro vínculo». Antonia se suma: «Es verdad: son hijos del corazón».