La Feria que va pisando el freno

Bajo un cielo a ratos plomizo, el Real se mostró ralentizado, con calmada ebullición en las casetas y una calle del Infierno a medio gas

20 abr 2018 / 21:42 h - Actualizado: 20 abr 2018 / 23:44 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2018"
  • Aunque lo parezca, nadie se va todavía de la Feria, a la que le queda un día por delante, pero ayer se notaba un ritmo mucho más pausado, cosas de una semana de fiesta XXL. / Jesús Barrera
    Aunque lo parezca, nadie se va todavía de la Feria, a la que le queda un día por delante, pero ayer se notaba un ritmo mucho más pausado, cosas de una semana de fiesta XXL. / Jesús Barrera
  • Apurando las últimas sevillanas a pie de calle. / Jesús Barrera
    Apurando las últimas sevillanas a pie de calle. / Jesús Barrera
  • El porqué nos gusta pasar miedo (controlado) es un misterio del ser humano. / Jesús Barrera
    El porqué nos gusta pasar miedo (controlado) es un misterio del ser humano. / Jesús Barrera
  • ¿Para qué bajarse del caballo pudiendo no hacerlo? / Jesús Barrera
    ¿Para qué bajarse del caballo pudiendo no hacerlo? / Jesús Barrera

En la Feria XXL la bajada es tan suave como la subida. Ya no hay esos picos de gente del pasado; esas bullas repentinas en la primera jornada, en el primer y único viernes; y ese domingo de resaca y apagón que no animaban unos fuegos artificiales por más traca que formaran. Ahora todo es más matizado, para bien o para mal. Por eso en el viernes de Feria fue notorio que se había comenzado a pisar el freno. Sin exagerar, podemos asegurar que en el 70% –bueno, o el 60%... o el 80%– de las casetas privadas había hueco para dos o tres familias con todos sus avíos. Más de un encargado de barra le había dicho al de la puerta que bajara una mijita la guardia y dejara pasar gente, a ver si se encaromaban una pandillita de chinos con parné. Luego, en las casetas de libre entrada, el panorama tampoco era precisamente el del volcán islandés Eyjafjallajökull en ebullición. Con sus mesitas libres entreveradas y algunos camareros hablando del tiempo en el PSOE la medida era la de un Real que vivía, sin tapujos, su tramo final.

Tampoco ayudaba —o lo hacía, pero a su manera– el cielo del viernes; grisáceo, a ratos bilbaíno, a ratos sanluqueño. Se palpaba el ocaso, ya fuera más poéticamente en el cansancio reflejado en alguna flor en la solapa con muchas jornadas de traqueteo; o más prosaicamente, en las pocas pistolitas de burbujas que le quedaban a un vendedor que intentaba liquidar las últimas unidades en Juan Belmonte.

La Feria te dice lo que quiere que escribas de ella. No es un arrebato lírico. Es así. Tal que así. Solo hay que saber mirarla. A las cuatro de la tarde, el Palacio del Terror tenía las persianas bajadas y el ser maléfico que se anuncia por megafonía apuraba un pitillito antes de ponerse de nuevo en el papel. Los de Gofres Belinda andaban cruzados de brazos [por cierto, ¿alguien conoce a Belinda?] y en el despacho de vino dulce los muñecotes seguían erre que erre pisando uvas de plástico con un ritmo con menos salero que el que tenía la comba del Tirachinas, que yacía cubierto por una mortaja porque debe ser que las atracciones mayores son para la anochecida.

Ni rastro tampoco de rebujito a hurtadillas. Por las calles del Infierno cabía a mediodía un trasatlántico de la poca gente que había. Sí sorprendía encontrar tanta animación en dos atracciones con títulos tan... tan... carpetovetónicos como Torrente 5 y Las aventuras de Mr. Bean 4. La voz por megafonía de Santiago –Torrente– Segura se mezclaba con el «¡Ay que te como, te como!» del vecino Ratón Vacilón en una polifonía que ni el concierto de la Orquesta Barroca en Navidad.

En la calle Costillares un espontáneo andurreaba solo al compás de su caña, se posaba delante de algunas casetas y seguía su camino. No pedía limosna, solo regalaba su arte. O lo que quiera que fuera que sea lo que hacía. La caseta del Partido Andalucista sí presentaba una animación contestataria con este viernes de frenada. Solo que ahora se llama, a secas, Andalucistas. Deben andar con los líos de la refundación. A lo mejor al socaire catalán logran tajada.

Wang, a pocos metros, hacía sus fotos. Fotos de las cosas más peregrinas que puede usted imaginar. Una bombilla sin farolillo, un abanico de plástico abandonado en el suelo, la mano de algún feriante purito en ristre o la trasera de un coche de caballos. «Los primeros días hice las fotos más bonitas y ahora ya detalles, detalles», repetía. ¿Y para qué las quiere, Wang? «Para enseñarlas en mi país», desvelaba. ¿Para qué querrán ver en su país una imagen de una papelera del Real? Si ven a Wang no dejen de preguntárselo.

La tarde caía plomiza y los que llegaban o se iban miraban de canto la portada. El canto del cisne de la Feria 2018. Todavía queda un día, unos fuegos artificiales y puede que incluso una madrugada larga, la del domingo. Pero eso es para los jartibles. Los que prefieren rubricar la Semana Santa cuando la Soledad de San Lorenzo se encierra en su parroquia en la oscuridad del Sábado Santo ya han dicho adiós al Real. Es indudablemente más romántico así.